Amarro absolutamente todas mis emociones cuando Dalton palmea mi hombro, despidiéndose en silencio y sin añadir nada más al respecto. Escucho la puerta durante el proceso, palidezco, me siento un completo imbécil que se ha quedado sin habla al comprender todo lo que ha querido decir. Alaska. Siete meses. Medio millón. Mi jefe me quiere fuera de mi guarida para que pueda espiar al conejito lejos de mi protección.
Paso de estar lívido a estar enfadado, y después furioso.
Es una trampa y yo me la he tragado entera porque no puedo objetar nada al respecto; ¿y peor que ello? Que Dalton ha jugado especialmente bien sus cartas contra mí, pero estoy seguro que Ewan le joderá el plan. Es mi intuición, y ésta nunca falla. Ya voy conociéndole bien.
Paso gran parte de la mañana limpiando toda esa ridícula montaña de papeles, firmando, revisando, comparando, grapando... e incluso aparto más cartas que no sirven de nada. Odio la propaganda consumista que sólo te insta a derrochar dinero en gilipolleces innecesarias, y también las malditas cartas que incitan a que abras tu billetera mediante la lástima. Rompo toda esa mierda, la hago pedazos para desfogar parte de mi enfado con estas tonterías que no me importa absolutamente nada. ¿Electricidad? ¿Fontanería? ¿Comida a domicilio? No necesitamos nada de eso, ya tenemos. ¿Hospitales? No podemos ir. ¿Orfanatos? Nosotros tenemos muchas crías en situaciones horribles, y muchas familias —especialmente humanas— los tratan como si fueran monstruos.
Las rompo con rabia, especialmente porque Dalton es sobreprotector con las crías y esto me recuerda ahora a él y esta conversación.
Ya cuando llega la hora de comer, sacando el tupper que me preparó Ewan sólo para mí, el móvil me interrumpe para hacerme enfadar. Este es mi momento de paz después de tanta mierda, el único instante que puedo sentirme feliz por la comida de mi conejito. ¿Quién coño llama? Miro el nombre y directamente acepto la llamada sin tardar nada, llevándomelo al oído y se me escapa un gemido agudo que no puedo evitar.
—Vaya... No estoy seguro si me echas de menos porque tu Celo está cerca o porque tienes un día de mierda.
—Ambos, me temo... —murmuro después de carraspear. Seguro que piensa que soy ridículo, así que me meto un trozo de pavo con ayuda del tenedor; así sabrá que estoy comiendo lo que me ha hecho sólo para mí—. ¿Qué tal tu encargo?
Ewan resopla, notándome bastante enfadado.
—El capullo no me ha querido pagar por el cuadro —gruñe de mala gana, y yo respondo con otro gruñido para empatizar con su molestia—. ¿Te puedes creer qué el gilipollas me ha dicho que no hay caléndula por ninguna parte? Caléndula. ¿Qué pollas es caléndula?
—Depende del contexto —trago y me relamo—. Las caléndulas son plantas medicinales que suelen usarse contra las quemaduras, pero en el arte es una variante del naranja.
Silencio, uno muy lento que se alarga casi por unos treinta segundos y no estoy seguro si se ha ido la señal. Miro el móvil y, no, sigue activo. Entreabro los labios para preguntar si pasa algo, pero él se me adelanta diciendo:
—A veces no sé si odiarte por ser un puto sabelotodo o halagarte por no ser un lobo tan imbécil —farfulla a modo de confesión, como si esas palabras le costara expresarlas abiertamente.
Inevitablemente rezongo con orgullo e hincho el pecho. Puede que no sea un experto en el tema, pero sí sé mucho de flores para envenenar o sanar, así que por ese lado no me pillarán fácilmente. Trago un poco más de comida antes de que se me enfríe más todavía.
—¿Quieres que le haga una visita a ese imbécil? —pregunto, porque sería una buena excusa de lidiar con un poco de mi enfado contenido.
—No harás una mierda —ordena con una pronunciada sequedad que me arranca un gruñido leve—. Yo... Ya me he encargado de eso —baja un poco el tono, sonando de fondo algo metálico que es movido a otro sitio—. Le he pinchado las ruedas y le he meado en el felpudo. —Se le escapa una pequeña risa maliciosa y a mí una carcajada que seguramente más de un lobo me haya escuchado—. Bueno... ¿Y qué te pasa a ti para estar enfadado? ¿Otra vez esos mocosos de mierda te han llamado subnormal o siguen llamándome puta por envidia?
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𝕽 o w e n [También en Inkitt]
Werewolf[Libro 1] Ser la mano izquierda de tu Alfa es un honor que no todo lobo puede llevar sobre sus hombros, pero es aquello a lo que muchos aspiran alcanzar en algún momento de su vida. Dicen que ese rango especial es lo más cercano a la perfección, al...