10. ¿𝙲𝚘𝚛𝚊𝚣ó𝚗 𝚍𝚎 𝚙𝚒𝚎𝚍𝚛𝚊? 𝙽𝚘 𝚖𝚎 𝚑𝚊𝚐𝚊𝚜 𝚛𝚎í𝚛...

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Bajo las escaleras con la cabeza levantada y los puños cerrados, porque sé lo que tengo que hacer, pero no estoy seguro si en esta ocasión me lo pondrá todo en bandeja. Ewan me ha demostrado que tiene el carácter suficiente para plantarnos cara a los lobos, que no se deja dominar por cualquiera y tiene una mente cuidadosa a la hora de tomar decisiones. No dará un traspiés en vano.

¿O quizás bajará la guardia si soy yo el que se le acerca? 

Por una parte siento que estoy permitiendo que un humano me tire de una correa invisible, lo que genera que mi orgullo se resienta y yo me sienta molesto; pero por otra, creo que es la mejor decisión que he podido tomar entre todas las que estaban en mi mano. Jade no me sigue por detrás, se ha quedado en su sofá sin darme guerra como esperaba, y sin embargo no estoy seguro de lo que pensar.

Odio sentirme inseguro.

Podía haber tomado la decisión de que le dieran por el culo, que se quedara con las ganas de saber lo que era que, un lobo de mi categoría, le ofreciera la oportunidad de intimar en algo mucho más placentero y excitante que una simple mamada. Humanos me sobraban, tenía una cola de diez de ellos esperando la oportunidad de tocar un poco de mi cuerpo. Me querían a mí y no a otro. Incluso sentí una pequeña punzada de placer ver como a Serah se le desencajaba la cara al verme salir de mi trono e ignorar a todo el mundo para bajar. 

Ella no va a tener nada mí, ya la ha cagado y no doy segundas oportunidades.


Apoyo mis codos sobre la base de hierro, justo al lado de Ewan y le señalo a una de las chicas lo que quiero. Sabe que Dalton pagará la bebida cuando venga el domingo para hacer conteo, sabe cuál me gusta y cómo tiene que hacerlo. Están entrenadas y no fallan. En esta manada los errores salen caros para cualquiera y todas ellas lo saben bien, incluso la propia instructora de coctelería es dura de pelar cuando instruye a las chicas, provocando que algunas salgan por la puerta llorando.

—¿Querías algo? —pregunta el rubio con desdén, llevándose poco después la botella a la boca para dar un breve trago.

—¿A qué has venido exactamente? —le devuelvo la pregunta, aceptando mi cubalitro de vodka blanco con limón. Mucho vodka, porque me hará falta para soportarle en el caso de que me tire de la lengua—. Y no me digas porque me echabas mucho de menos.

—¿A ti? —vuelve a preguntar, esta vez mirándome de reojo—. Sólo eres un surfero con una polla muy gorda en ese pantalón, uno que me llamó puta con ese maldito billete. Y encima me dejaste cachondo como si nada —chista la lengua, mostrando que eso le había herido el orgullo y seguía reciente. No me extraña, a cualquiera le hubiera tocado la moral; pero tengo excusa por ser lo que soy.

Le doy un trago generoso a mi bebida y me pongo el cabello a un lado para estudiar su cara: No me dice nada, está impertérrito. 

—Ewan, uno no viene a esta clase de locales si no es por una buena razón —digo en un tono calmado, recibiendo otra mirada por su parte en señal de que me escucha—. Me has mentido con el tiempo, has venido hecho un asco, has vacilado entre yo y mi compañero, y luego has huido hasta aquí. Si no quisieras nada, te hubieras quedado en tu casa, sobándote los huevos mientras ves algún programa de mierda que en realidad no te interesa —bebo un poco y decido acercarme, a duras penas nos rozamos el brazo. Quiero que me huela, que reaccione y me diga lo que verdaderamente busca—. Qué es lo que quieres.

—Tengo el corazón de piedra... —musita tan bajo que casi ni se le entiende entre la música, incluso lo repite una vez más, similar a un mantra o recordatorio.

El rubio aparta la mirada, tensando la mandíbula lo suficiente para darme a entender que me ha olido y se está resistiendo. No sé realmente que habrá dentro de esa cabeza, pero intuyo que tiene que haber algo gordo que no esté dispuesto a contarme; no todavía. Hay muchas preguntas en el aire, inconclusas, que pueden responderse de muchas maneras y él no parece estar accesible a soltarme algunas.

𝕽 o w e n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora