41. 𝙴𝚕 𝚏𝚕𝚎𝚌𝚑𝚊𝚍𝚘, 𝚎𝚕 𝚍𝚎𝚜𝚝𝚛𝚒𝚙𝚊𝚍𝚘 𝚢 𝚎𝚕 𝚍𝚎𝚜𝚌𝚊𝚛𝚊𝚍𝚘

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—¿Me has tenido observado? —cuestiono un poco enfadado. No me gusta que me oculten cosas y que me mientan con ese descaro, aunque ahora esté jodido.

—¡Oh, venga, no te hagas el ofendido! —carcajea, deteniendo sus pasos para ir a mi lado y pasar sus dedos por mi barba a modo de caricia. Evito ronronear, pese a que el roce es agradable y tentador—. Te confieso que no estaba en mis planes ir tan rápido, más o menos tenía un plan para vivir en paz durante unos años, pero...

—¿Pero?

Su cara se pone levemente roja, retrocede, y en cuanto me da la espalda no duda en darse brío para que no demoremos en llegar a nuestra meta. De todos modos yo también me doy prisa, aunque no en exceso porque mis piernas son mucho más largas que las suyas. Aunque sí le mantengo la mirada, quiero ver si es sincero o va a soltarme más sorpresas como esa. 

—Me terminaste gustando... mucho —susurra, como si le diera vergüenza confesar esas palabras pese a que nadie nos escuche—. No quería atarme a un lobo, no estaba preparado para saltarme algunos pasos, pero... ¡Joder, mírate! —sacude la cabeza, resoplando—. Estás buenísimo, follar contigo es muy adictivo, y me gusta cuando esa mole de metro noventa y pico se ablanda conmigo —vuelve a resoplar, notando que se ha acalorado un poco por decir aquello. No puedo mentir que eso me hincha un poco el ego, aunque sé que merezco recibir esa clase de confesiones—. Tu dinero no me interesó nunca, tampoco tu rango. Me haces sentir protegido cuando me siento mal, y ya sabes que yo soy muy desapegado aunque no lo parezca.

—¿Pero? —repito en un tono distinto, ya que aquello me está causando cierto interés. Yo ya sé esas cosas de sobra, pero el hecho de que diga que le gusto sólo reafirma que estos sentimientos son mutuos aunque hayan agujeros durante el camino.

Ewan se queda un momento en silencio, deteniéndose en una bifurcación y cierra los ojos para quizás recordar el camino. Si el informe de él es correcto, sabrá ubicarse.

—Pero habían cosas que se me escapaban de mi control —dice, yendo hacia la derecha sin haber tardado más allá de unos segundos—. A veces eres un poco imbécil, tu ego es más gordo que tu polla y tus humos del principio me ponían enfermo. De todos modos, ya sabes que nunca se me ha dado bien seguir una normas, así que me tocó interpretar las cosas a mi manera y hacer lo que creo correcto.

Paso mi lengua por mis dientes superiores, quedándome ahora yo callado conforme seguimos. Ya que nos estamos destripando, y ahora necesito respuestas que me han ido rondando en mi cabeza. No son pocas, dudo que responda todas. Así que inicio con la que más me interesa:

—¿De qué conoces a Dalton?

Él vacila, estando a nada de detenerse, mas sigue de nuevo adoptando ese caminar tranquilo y despreocupado que le caracteriza. Vuelve a sacar otro cigarro, ofreciéndome después otro que acepto sin insistir. Lo enciende, yo me enciendo el mío con mi mechero que he sacado de la maleta, y ambos tiramos el humo en direcciones opuestas.

—Me lo presentó Amis —responde tras unos minutos callado—. ¿Sabes? Al imbécil de tu jefe le encantó para ti, pero cuando me metí en medio y te fuiste centrando más en mí, ella se puso muy celosa. —Aquello último lo expone con un tono burlón, lo cual me hace sonreír. Ya sabía que ella sentía celos aunque lo negara—. Sin embargo... él no estaba contento conmigo la primera vez que nos vimos. Intentó pagarme para que me alejara de ti, que desapareciera de tu vida, pero directamente lo mandé a la mierda y le dije que se metiera todos esos billetes por su peludo culo. ¿Quién coño se cree que es ese para controlar la vida de todos?

—Es Alfa...

—Me suda los cojones —sentencia en un tono duro, sin un ápice de humor en su voz—. La gente como él no me gusta, es por culpa de asquerosos con ese carácter que el mundo es una mierda; se creen que a punta de talonario pueden tener su mundo perfecto, pero no todos tenemos un precio.

𝕽 o w e n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora