51. 𝙰 𝚟𝚎𝚌𝚎𝚜 𝚗𝚘𝚜 𝚟𝚘𝚕𝚟𝚎𝚖𝚘𝚜 𝚍é𝚋𝚒𝚕𝚎𝚜

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—Venga, Rowen, un poco más... —anima Ewan, quien está mucho mejor que nosotros—. Sujétalo bien u os caeréis de espaldas.

Asiento, agarrando bien al pelinegro conforme subo las escaleras que nos conducen a la segunda planta. Él balbucea incoherencias pues, aunque esté borracho, le han pegado unos buenos golpes que me han dolido hasta mí. A duras penas puede mantenerse en pie y pesa bastante, así que tengo que hacer presión en cada escalón para no caernos. Aun así le escucho soltar algún gemido agudo que expresa dolor, constriñéndome el pecho porque en parte ha sido culpa mía por no haber estado tan centrado en la pelea.

Fue un golpe bajo que el rubio se hiciera el desmayado, para así intentar golpearme por la espalda. Dante se puso en medio para recibir el golpe, ya que yo estaba demasiado atento de que nadie le hiciera nada a Ewan. Sin embargo, fue toda una sorpresa saber que aun estando borracho también sabía defenderse. Eso de escupirle vodka en los ojos al otro lobo nunca se me hubiera ocurrido; y ya el golpe en la entrepierna nos ahorró un problema.

¿Y los guardas? No hicieron una mierda, sólo se quedaron mirando como dos lobos rubios se daban de puñetazos para ver cuál caía antes. Si no fuera por todo esos años de entrenamiento, quizá, la cosa hubiera ido a peor. No reparé en la gente que vitoreaba la victoria. Sólo me agaché para agarrar a Dante del suelo e irnos a la guarida, ya que por mucho que intentara mantenerlo derecho caía como una piedra.

—No volveremos a ese puto lugar —sentencio enfadado, subiendo la última tira de escaleras—. Venga, Dante, queda poco... Aguanta un poco más...

—Row... —gimotea— Lo siento... Yo...

—Shhh... Ya, estamos a salvo. —No vale la pena decirle que que no es culpa suya, sino mía. Ahora está demasiado bebido y sensible para que escuche. Lo voy subiendo, escalón a escalón, mientras noto que la mano que está agarrada a mi chaqueta se aferra con fuerza—. Tranquilo, no vas a caer, ¿vale? Soy un lobo fuerte y lo sabes, yo te gané en la azotea comunal.

Se le escapa una risa boba y ronca, aunque breve a mitad de camino.

Observo que Ewan se queda quieto al final de las escaleras, a lo que yo —con el lobo agarrado— termino hallando dos macetas frente a la puerta de la guarida: pensamientos malvas y rododendros. Sacudo la cabeza. Ahora no estoy para saber lo que significan o si algún vecino le ha dado pereza sacarlas afuera con las demás plantas, así que le pido al rubio que las aparte para poder pasar.

Saco la llave de su chaqueta destrozada y manchada de sangre, aquella que le salió de la boca aunque ahora esté seca la mayor parte de ella, y se la lanzo a Ewan. Se le caen y yo pongo los ojos en blanco, escuchándole farfullar un insulto por lo bajo. En cuanto abre la puerta me ordena sin decir nada que lo deje en el sofá, ya que está viendo que sudo demasiado y duda que pueda llevarlo a la otra parte de la guarida. Por ello lo voy arrastrando, sintiendo un poco de lástima del pelinegro cuando comienza a gimotear porque su orgullo está herido al igual que su cuerpo. 

Me duelen las piernas y las manos, los nudillos me arden, y creo que en algún momento me he cortado con algo pero no estoy seguro. Así que hago de tripas corazón. Aprieto los dientes, ahogando un gruñido por la fuerza que aplico en cada movimiento, hasta que intento dejar caer a Dante en él sofá y, éste, termina por arrastrarme para que yo caiga sobre su cuerpo. No me suelta, sigue gimoteando como un mocoso al que le han dado un susto que le han hecho achicarse en su sitio y por ello se aferra a aquello que creer que puede defenderlo.

—¿Está bien? —pregunta Ewan, yéndose en dirección al baño para buscar el botiquín. Fue buena idea parar aquella vez en la farmacia, aunque yo le dijera que era una pérdida de tiempo. Aun así espero para que salga con la pequeña bolsa de piel—. Creo que nunca he visto a un lobo comportarse de ese modo.

𝕽 o w e n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora