Cuando era un cachorro mi padre me dijo « Row, el mundo humano está lleno de perturbados, y entre tanto loco encontrarás a la humana perfecta que se adecúe a tus necesidades como hombre ». Quizás mi padre tenía razón en ese caso. Sin embargo, nunca especificó —conforme iba creciendo y notando su ausencia por las misiones— que en el fondo los humanos tarde o temprano se marcharían de nuestra vida. Muchos cerrarían sus puertas e ignorarían tus llamadas, incluso limitándote la comida y el sexo; otros optarían por quemarlo todo o cambiarse de piso para no recordarte con el paso de las semanas; estarían aquellos que vivirían junto a ti hasta que su vida, frágil y efímera, desapareciera en la rutina del día a día hasta acabar en un agujero o una urna; y luego estaban aquellos, los más extraños, que pese a estar muertos se volverían eternos y el hueco de tu pecho dejaría un vacío que jamás nadie rellenará.
El amor duele cuando se termina, y nuestras emociones como lobos son intensas hasta ser capaz de empujarnos a una muerte directa o provocada por la desidia.
Estoy completamente seguro que mi padre era feliz sabiendo qué clase de persona era Marina; o Mimi, como prácticamente todos los llamábamos; porque la dulzura que destilaba entre los grupos sociales la transformaba en una flor apetecible y hermosa... hasta que te clavaba las púas si eras demasiado atrevido para tomarla como una chica vulgar.
Eso es Ewan, aunque me pese decirlo en mi fuero interno. A su manera, y al mismo tiempo similar a ella en algunas cosas.
El chico es una delicia cuando nuestros cuerpos se unen, nuestras bocas se pelean y las manos se vuelven tan locas como lo hacen mis feromonas con cada roce de su piel. Es explosivo, magnético, atrayente... temo volverme un drogodependiente si no tengo cuidado. Aunque me lo pone muy difícil cuando, tras cada momento que puede, me regala una caricia furtiva y me guiña el ojo para atraparme con ese encanto natural que lo vuelve único. Rompe mi barrera con paciencia; las grietas, pese a cubrirlas, se comienzan a abrir en otras zonas. A veces el temor de ceder emocionalmente provoca que una alarma suene en mi cabeza para avisarme, entre sonidos estridentes, que estoy en peligro de volverme loco y experimentar la necesidad de pegarme a su espalda y hundir mis colmillos en su piel, al mismo tiempo que mis manos recorren su cuerpo con una ansiedad desmedida.
Dos de los tres días días de « vacaciones » fueron una locura. Pero con todas sus letras más grandes, mayúsculas y negritas que jamás habría imaginado experimentar en todos estos años de servicio a la manada.
¿Tocar un informe? Ewan me lo quitaba de las manos y me besaba en la boca para que folláramos en la silla, haciéndome olvidar incluso de lo que tenía que escribir. ¿Una siesta? Casi media hora de caricias y besos en los que terminaba él haciéndome una mamada y luego me cabalgaba hasta que nos quedábamos dormidos en esa posición. ¿Salir a entrenar? No toqué la ducha, porque el rubio se me tiraba encima y me mordía en la mandíbula para que lo arrastrara hasta la cama y folláramos con tanta violencia que, la pobre Amaris, nos gritaba desde el piso de abajo que quería dormir de una puta vez. ¿Música de fondo? Era una trampa que él mismo me ponía para llevarme hasta la ventana, comerme la boca, y gritarle después al al bosque que se muriera de envidia porque tenía a un surfero en su casa.
Era un idiota.
Un idiota que, definitivamente, me estaba volviendo loco y no tenía tiempo de pensar en absolutamente nada más que los conceptos básicos para no transformarme en planta y hacer la fotosíntesis.
No había follado tanto desde que era un descerebrado y calenturiento lobato.
—¿Por qué me miras tanto? —pregunta desde la ventana mientras mordisqueo un trozo de ternera bien gordo, el cual compré ayer yo mismo para que viera lo que era capaz de comer si estaba feliz—. Ya sé que estoy buenísimo, tengo un culo precioso y te encanta observarme como una obra de arte, pero se me hace raro.
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𝕽 o w e n [También en Inkitt]
Hombres Lobo[Libro 1] Ser la mano izquierda de tu Alfa es un honor que no todo lobo puede llevar sobre sus hombros, pero es aquello a lo que muchos aspiran alcanzar en algún momento de su vida. Dicen que ese rango especial es lo más cercano a la perfección, al...