86. 𝙴𝚜 𝚕𝚊 𝚑𝚘𝚛𝚊 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚟𝚎𝚛𝚍𝚊𝚍

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Realmente estoy enfadado. No. No estoy enfadado, sino furioso. Siento por dentro que todas las regiones nerviosas se prenden como la pólvora, porque al parecer todo esto estaba planeado desde el principio; a mis espaldas. ¿Por qué? Todavía no lo sé. Lo que sí sé es que cuanto más descubro, más utilizado me siento y temo que ya no sé en quién confiar. Bueno, Dante es el único que no me ha dado razones para hacerlo y sólo porque a él también le ha salpicado la mierda, pero eso no resta importancia a todo lo que me arde todo mientras sigo conduciendo por la estatal de Texas 121. 

Siento que vuelvo a mis orígenes, al comienzo de todo. Esta sensación es parecida a cuando das la vuelta a un circuito de carreras, una y otra vez, pero cuando te quieres dar cuenta ya es tarde para descubrir que, en cada vuelta, hay algo nuevo dentro de este lugar. A veces no es nada que te quite la atención de lo que estás haciendo, y otras sólo se trata de algo que tienes que evitar porque sino volcarás con el coche para hacer vueltas de campana. Y morirás. 

Acelero todo lo rápido que puedo por toda la calle recta, evitando algunos conductores que parece que no tienen ni idea de a cuánto tienes que pisar el acelerador en esta zona. Paso un puñado de iglesias, un comercio de pirotecnia en medio de la nada, poco después el hotel Days VR y cuando llego hasta el río Cooper tengo que volver a dejar de pisar tan fuerte y bajar la marcha o nos estamparemos. 

Durante todo este recorrido me permito pensar en mi vida, en absolutamente todos los detalles y si realmente es lo que quiero: Tenía una buena familia, hasta que el amor de mi vida murió en mis brazos con un puñado de balas dentro de su hermoso cuerpo; perdí a mi padre en una explosión realmente estúpida porque las zonas neutras siempre son azarosas; mi madre se largó sin decirle a absolutamente nadie donde iba y mucho años después encontré a mi abuelo. Ese hombre que sólo lo vi dos veces en mi vida, pero que mi padre lo trataba como un lobo genial con un punto de envidia. Envidia de ese viejo taimado, burlón y estúpido... Mi padre era mucho mejor que él. Después mi vida se hundió en la nada porque estaba devastado ante tantas pérdidas, llegué hasta el fondo del pozo más profundo y oscuro, para luego darme cuenta que mi mundo es difícil para todos sin importar lo que seas; un existencia que tiene que controlarse, del mismo modo que lo hacen con nosotros mediante las normas y el protocolo, y si no estás de acuerdo con ellas tienes que largarte o te mataran un puñado de lobos. Si eres débil no durarás ni un mísero día. Años de esfuerzo y sacrificios después me hicieron salir del agujero para tener una misión en la vida, la alcancé, fui perfecto y me sentí el lobo más afortunada en todo el país por tener un cargo tan polifacético... hasta que llegó Ewan. El conejito llegó de la nada, llenó mi mundo de preguntas sin respuestas y sombras, para que luego todo se pusiera del revés; pensé que sería algo pasajero, algo que en algún momento terminaría yéndose porque no estaba preparado para estar con lobos; pensé después que podría ser interesante tener a alguien tan parecido a Mimi, con esas características tan similares pero al mismo tiempo tan distintas; y después finalmente me rendí ante él. Atrapó mi corazón, se marcó por mí y me llevó por un camino de agujeros y espinas, llevándome de la mano para suplir su propio capricho mundano de mostrarme la libertad. Una libertad que los lobos tenemos, pero es comprendida desde otro punto de vista pese a tener cuerpo humano.

Perdí mucho durante mi vida a decir verdad, mientras todos los demás ganaban cosas en esos rangos tan ridículos con sus sueños mediocres; y eso me resultó incomprensible. Yo era una mano. Las manos éramos la envidia de todo el mundo porque podíamos tener todo lo que nos diera la gana: Viajes por el mundo, trabajo en cualquier área, privilegios, mucho dinero, mejores vehículos... ¿Qué importaba el amor ahí? ¿Y la guarida? ¿Y el hecho de tener mocosos que se transformarían en subnormales pajilleros? Realmente creí que no necesitaba eso, que con lo que poseía en ese momento tenía suficiente. Que era libre de hacer lo que quisiera.

𝕽 o w e n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora