57. 𝙻á𝚐𝚛𝚒𝚖𝚊𝚜 𝚌𝚘𝚕𝚘𝚛 𝚖𝚊𝚕𝚟𝚊

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Una vez escuché a una viuda de guerra lanzar un soliloquio —muy poético— cuando paseaba por el cementerio con Jade. Decidí escucharla, a lo lejos, observando cómo explicaba todas las cosas que cambiarían en su vida de ahora en adelante. A su esposo lo mataron. El azar hizo que, un hombre bueno y joven, acabara en un agujero, dejándola a ella con un puñado de sueños y deseos que ahora ya no tenían ningún sentido llevarlos a cabo. Quedó sola, vacía, con el corazón roto y una casa demasiado grande para alguien que, en ese momento, se sentía muy pequeña.

Pero lo mejor fue la frase del cierre: « Hay tres palabras que describen lo que es la pérdida; sin embargo, yo no puedo leerlas sino sentirlas ». 

Fue una frase jodidamente cursi, intensa y poética... Pero cierta. No importa las veces que te describan la palabra « pérdida », porque los sentimientos sólo puedes conocerlos una vez los sientes por ti mismo.


Ahora todo es un caos.

Dante está rugiendo y gritándole a lo que sea que vea en dirección al destrozado aeropuerto. Su piel morena está encendida en un rojo oscuro, casi asemejándose a una caldera que está llegando a un punto peligroso de abrasión. El grueso cuello está tenso, y las venas más importantes de la zona se marcan tanto que casi parece que se le van a reventar si sigue gritando de esta forma. Los ojos grises supuran lágrimas, aunadas a la lluvia que sigue golpeándonos con crudeza aunque nos proteja más o menos del ridículo tejado metálico de donde nos hemos guarecido. La boca abierta, todos los colmillos se han agrandando lo suficiente para que parezcan anormales, y la garganta hace juego con las líneas de sus venas. Está frenético, en el mal sentido.

Lo único que hago yo es hacer fuerza, pese a que zarandee y diga estupideces como « ¡ESTÁ VIVA! », « ¡AMIS NO PUEDE MORIR! » o « ¡NO ERA ESE SU AVIÓN! ». Dejo que grite, berree, suelte alaridos devastadores, se sacuda, llore... no me enfadaría en esta ocasión si me mordiera. Tiene todo el derecho a sentirse totalmente devastado, porque Amaris era la persona más importante para él. Su forma de hablar de ella, de describirla cuando hacía algo, de verle cómo le escribía por el móvil, cuando le mandaba una foto ella para desearle un buen día... Dante sabe lo que significa la palabra « pérdida », del mismo modo que lo aprendí yo cuando mataron a Mimi; sin embargo, su dolor no será el mismo que el mío. Yo marqué, él no. Él tendrá la oportunidad de pasar página en... no sé, quizás diez o veinte años. A lo mejor cuarenta. Los lobos tenemos una vida muy larga por delante.

—¡AMIS! ¡AMIIIIIS! —vocifera con la voz quebrada, conforme los truenos parece que se burlen de nosotros porque intentan sonar mucho más altos.

Cubro sus ojos con la mano libre y lo pego a mi pecho sin decirle ni una palabra. No es el momento, no todavía. Hay que dejar que la herida escueza y duela al ser tan reciente. Merece sentir dolor y decirle lo contrario es cruel y estúpido. Por ello pego mi frente en su hombro y mi brazo cierra bien su estómago que está demasiado tenso; vomitará en algún momento, no me enfadaré si lo hace. Quiero que comprenda que estoy ahí, que siento su dolor sin que tengamos una marca o un lazo de por medio. Sé a qué sabe la pérdida de un ser querido, uno que cae delante de tus ojos y no puedes hacer nada para evitarlo.

Sólo estoy haciéndome el fuerte. Soy el fuerte. Debo de serlo ahora mismo.

Porque es un hecho: Ese es su avión y nadie habrá sobrevivido; si no los mató la bomba, la caída junto al derrumbe los habrá rematado. Los que estarían dentro del edificio tendrían una posibilidad, mínima, pero la tendrían por algún factor azaroso o circunstancial. Y, sin embargo, la cantidad de muertos sería mucho más que la de supervivientes.

𝕽 o w e n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora