66. 𝚁𝚘𝚠𝚎𝚗 𝚙𝚞𝚎𝚍𝚎 𝚜𝚎𝚛 𝚜𝚒𝚖𝚙á𝚝𝚒𝚌𝚘

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—La próxima vez que llames maricón a mi compañero, te arrancaré la cabeza —le digo al hombre, a ese que recientemente lo he estampado de un puñetazo contra una de las mesas, terminándose por romper por el impacto de su cuerpo.

He tenido una semana de mierda en todos los sentidos, sobre todo porque he tenido que tener mil ojos con Dante. Desde lo que pasó ese domingo, donde no se mató de puro milagro, Ewan y yo nos hemos puesto muy serios con esta situación a nuestra manera y estamos tomando medidas preventivas para que no se vuelva a repetir. Medidas que me están saliendo más caras de lo que debería, y todo porque sigo insistiéndole a Dante que no haga nada que lo meta en problemas. Es horrible. Sólo puedo follar con Ewan durante las mañanas antes de que se vaya a trabajar, porque en el resto del día ya no nos fiamos de que haga algo extraño y por eso nos turnamos para no dejarlo solo para absolutamente nada; en el trabajo no tengo que preocuparme mucho porque siempre hay algún lobo vigilando de que no hagamos nada extraño, y sin embargo parece que tienen mucho tiempo libre para burlarse de él además de gastarles bromas; he necesitado toneladas de paciencia para no pegarle una patada a absolutamente nadie de esa manada y con las personas lo mismo. Pero ahora no. Ahora ya he tenido suficiente con soportar casi veinte minutos eternos escuchando a un grupo de cuarentones burlarse de Dante, porque estos últimos días me está tomando como un salvavidas en lugar de dejarse hundir en el fondo del mar de su tristeza. Sólo está aferrado a mi brazo, ¿qué tiene de malo eso? Pues parece que a algunos les parece gracioso meterse con gente que no conoce, llamándoles de todo un poco por razones puramente estúpidas. 

—¿Se enfadó tu novio, o quizás es tu novia? —le pregunta a Dante con una sonrisa burlona—. Con ese pelo largo casi parece una mujer.

—Tú con esa calva pareces una bombilla y no voy a ir a tirarte de los huevos para ver si brillas —espeto en tono mordaz e hinchando el pecho—. Si tienes un problema, ¿por qué no lo solucionamos a fuera? A lo mejor esta novia con pelo largo te arranca a ti la cabeza, ya que tu compañero aún la tiene sobre los hombros —le señalo, donde la gente se está agrupando para intentar levantar al hombre de casi noventa kilos.

—¡Anda a la mierda, maricón! 

Le hago la señal a Dante con la cabeza para que se ponga en pie y venga junto a mí, donde paso el brazo tras la nuca. Lo pegó a mi lado mientras nos marchamos del lugar. El calvo y otros dos nos llaman de todo antes de largarse a recoger a su compañero, el cual ha quedado inconsciente por el puñetazo y la caída. Ni me duele en absoluto que me llamen de todo, porque soy lo suficientemente bueno e inteligente como para no escuchar estupideces ajenas. Sin embargo, una de mis normas es que mis cosas no se tocan, y Dante ha sido herido emocionalmente por los insultos que nadie ha querido evitarlos de ninguna forma. No me sorprende. Somos hombres grandes, así que pensarán que somos bloques de hielo.

Busco el 4x4 de esos idiotas, porque justo vinieron un poco antes que nosotros a una de las cafeterías del norte de Dallas. Si teníamos que pelearnos con alguien ninguna manada podría meter la nariz al ser zona neutra, y por supuesto tampoco nos podrían amenazar por ello. Sólo queríamos ir a una zona nueva, cambiar de aires, y alejarnos del bullicio de nuestro distrito. Aunque al parecer hoy no tenemos suerte.

Tardo en pillarlo, pero cuando lo hago le pincho las cuatro ruedas y les jodo todos los cristales con la culata de la pistola. Después nos vamos hasta el coche, ya que tenemos que ir a un par de sitios ya que sólo es medio día.


El resto de la mañana, hasta que vuelve Ewan a la hora de comer, no tiene nada de interesante. Dante me ayudó a meter en la parte trasera del coche algunos muebles cuando fuimos al IKEA, tablones de madera y comprar algunas herramientas que me hacían falta para lo que quería hacer tanto en casa como en el despacho. Claro que para tocar cualquier cosa del despacho tuve que preguntarle la semana pasada a Kaya si tenía su permiso, ya que el edificio le pertenecía a ella. Intentó colarme un « préstamo » pero me negué en rotundo de la forma más educada que podía. Nunca le debas nada a un lobo, porque cuando menos te lo esperes te lo cobrará con intereses; lo sé bien. Fue un choque de ideas bastante frío si sabías leer el ambiente, aunque por fuera todo fueran buenas palabras y gestos muy bien practicados.

𝕽 o w e n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora