Conduzco por la carretera mientras mascullo cientos de maldiciones sobre Theo. Ese maldito viejo lobo cabrón siempre juega con mis sentimientos; me lo hizo de niño, lo ha vuelto a repetir en mi adultez. Aun así, aunque mi odio hacia él sólo sea efervescente, supongo que es mejor que también vea el lado positivo de las cosas: En primer lugar... me engañó con la moto, sabiendo que yo las adoro, pero en su lugar me compró con sus propios ahorros un hermoso Dacia Duster Prestige Go deslumbrándome con un tono negro tan perfecto que, cuando Dante le envió la foto a Ewan, éste le lanzó un grito por vía audio en el móvil. Se puso histérico, y antes de irse al trabajo se sacó una foto para crear envidias entre sus compañeros.
En segundo lugar, tuvimos un pequeño conflicto yo y el lobo que envió Theo para que me diera mi nuevo coche en el punto de encuentro; no me salía de los huevos que supiera dónde estaba la guarida. No se fiaba de Dante y me ordenó que le diera una señal de que el lobo fuera conmigo: No sólo el pelinegro le dejó ver todas las marcas de su cuerpo aquel lunes, sino que yo mismo le dejé una nueva en el pecho para observar la cara de asco del lobo. Me importó una mierda, tomamos las llaves y di una vuelta corta con Dante para que probáramos todas las preciosidades que tenía.
En tercer lugar, mi abuelo no tardó ni media hora en gritarme por mi nuevo teléfono ( Xiaomi Mi 11i 5G ) que desde cuándo su nieto se había vuelto un libertino y un depravado hipersexual. Que qué diría mi difunto padre si dijera que le estaba dando por el culo a otro lobo y que, además, ya había marcado a un humano. Simplemente dejé que despotricara por el manos libres, observando que la cara de Dante dudaba entre ponerse roja de vergüenza o de verdadero enfado conforme vomitaba una perorara de casa veinte minutos. No más, porque le corté diciendo:
—Abuelo, no es culpa mía que la abuela te pegara en los huevos cada vez que te pillaba con una chica diez años menos que tú en la cama —resoplé en ese momento—. Da gracias de que mi conejito sea comprensivo, el mejor del mundo y tenga la suficiente confianza de que permita que mi compañero no sea un clínex lobuno. Sólo es puntual.
Y colgué, dejándole muriéndose de rabia y asco. Todo eso es lo que pasó el lunes, pero hoy estábamos a martes por la noche y teníamos que; tanto yo como Dante; ir a uno de nuestros trabajos. Uno grande y bien pagado, pero tendríamos que solucionar mucha mierda.
No aparto mis ojos de la carretera mientras Dante está en el asiento del copiloto escribiéndose con Ewan, ya que tenemos prohibido traernos al conejito —aunque por diferencia horaria poco importa en realidad—. Tiene el codo apoyado en el borde de la ventana bajada y el puño en la sien, mientras permitimos que el frío aire de casi finales de enero ingrese al coche. No estoy de humor para charlar y tampoco para poner música, pero le he dicho al pelinegro que si quiere ponerla que no le diré nada. No lo ha hecho para no comprobar hasta qué nivel de enfado estoy yendo por mí mismo.
El ambiente que nos rodea es montañoso, con demasiados cúmulos de pinos rodeando la carretera conforme nos dirigimos a algún punto de Crowell (Texas). Esperamos que el GPS nos lo diga. No hay casi vida a estas hora de la noche, a duras penas los animales hacen acto de presencia, y por supuesto los objetos creados por el hombre no siempre están a la vista. Pese a las señales de tráfico, los semáforos y las altas farolas no se hallan por esta zona tan rocosa.
—No te enfades con tu abuelo, Row. Es cierto que es una pena lo de la moto pero, al fin de cuentas, este coche es una pasada —suelta el humo del cigarro que recién se ha encendido, sacando la mano afuera para no apestar el coche. Ahora entiendo a Jackson cuando me decía que no se fumara dentro, ya que tarde o temprano quieres que el vehículo sea perfecto—. ¿No crees qué es bueno? Te vi emocionado cuando lo viste.
No respondo, al menos no al principio porque estoy intentando maniatar mi lengua y no responderle mal. No es su culpa que en mi familia seamos todos tan cabrones. Sin embargo, al cabo de un raro le digo:
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𝕽 o w e n [También en Inkitt]
Werewolf[Libro 1] Ser la mano izquierda de tu Alfa es un honor que no todo lobo puede llevar sobre sus hombros, pero es aquello a lo que muchos aspiran alcanzar en algún momento de su vida. Dicen que ese rango especial es lo más cercano a la perfección, al...