45. 𝙲𝚊𝚖𝚋𝚒𝚘 𝚍𝚎 𝚙𝚕𝚊𝚗𝚎𝚜: 𝙳𝚊𝚕𝚕𝚊𝚜

232 44 5
                                    

—¡CORRE, CORRE, JODER! —le grito a Dante, quien no para de resoplar mientras el coche sale escopeteado por toda la calle E. Washington. Tenemos una jodida marca de bala en el retrovisor, bailoteando como un borracho dentro de una pelota gigante de plástico; el ruido es infernal y estresante.

—¡Rowen, deja de ponerte insoportable, me cago en la puta! —grita él más alto—. ¡Corro todo lo que puedo sin que nos estrellemos!

—¡¿Quiere que la próxima bala te dé en la cara!?

—¡Callaos! —chilla Ewan tan alto que nos da un capón a cada uno—. Tú, Dante, conduce y aléjanos de esos idiotas; y tú, Rowen, cálmate y no lo estreses.

Todos estamos irritados, porque justo antes pienso que las cosas no pueden empeorar y... terminan ocurriendo. En un principio pensé que nos lanzarían alguna cosa que explotara para terminar rápido, pero antes de que me estuviera apunto de quedar dormido capté el diminuto laser rojo. A nada estuvimos de quedarnos sin chófer y tendríamos que dar una mala noticia a Amis. 

Agradezco que al menos hubiera aceptado mi idea de dejar las llaves puestas en el caso de tener que arrancar al instante; si no fuera por ello, sería más que probable que nos hubieran atacado en esos segundos. Al menos sé que Numero Uno todavía no se presencia.

Salimos pitando por toda la calle recta, pasando prácticamente de todo: tiendas de comida, talleres de automóviles, una escuela pegada a un cementerio —algo bastante preocupante—, le sigue la guardería, y rápidamente giramos por la calle Rust en dirección al puente para meternos en la ruta 66. 

Miro por el retrovisor de mi lado un coche negro que no tiene matrícula. Número Nueve está arriba intentando acertar con algo en su mano, así que le ordeno a Dante que evite conducir todo recto y comience a jugar entre los carriles en lo le aviso cuándo tiene que apretar el acelerador a tope. Si caemos al lago estamos jodido, porque prácticamente perderemos todo y estamos a nada de entrar en Dalrock si vamos a este ritmo.

Los coches nos pitan como locos, Ewan hace maniobras para guardarse cosas en el caso de que todo se vaya a la mierda y yo le grito que me pase una lata de cerveza.

—¡No tenemos tiempo pasa eso! —grita el rubio.

Le insisto, a lo que él me la da y abro la ventana mientras él me observa lo que hago, así aprenderá algo nuevo. Todos los objetos puede servir para muchas cosas si tienes un poco de ingenio: Sacudo la lata durante unos segundos y después la aporreo con el asiento para que la presión aumente; me giro un poco, viendo que sólo son dos y el que conduce no lo conozco. ¿Será de la manada de Dalton? Ni idea. Espero el momento adecuado, en lo que aprovecharé el movimiento del coche, y una vez lo hallo lanzo la cerveza contra el parabrisas para que todo el cristal se llene de espuma y el coche rival comience hacer ese. 

—¡APRIETA YA! —suelto a modo de alarido al ver que han soltado lo que sea, a lo que Dante ruge furioso y aprieta tanto el acelerador que embestimos un buzón que sale por los aires—. Baja la velocidad, pero no en exceso —acoto mientras pasamos el segundo puente que nos mete en Rowlett. 

Entramos por la autopista President George Bush en dirección sur y me mantengo atento por si veo al coche de antes. Siento que en cualquier momento voy a vomitar el corazón, porque los latidos hacen que me duelan por segundos a modo de punzadas. Aun así intento controlar la respiración, sonando al mismo tiempo que la ventilación hiperventilada de Dante. En su mente, las imágenes de haberle cogido del pelo mientras dormía para que no le metieran una bala, estará moviéndose en bucle. Yo me he alterado porque me ha venido a la cabeza lo que pasó con Mimi, pero intercambiando su cuerpo por el de Ewan y eso provocó el desazón y los nervios desmedidos que compartí con el rubio. Tras pasar otra parte del lago, nos internamos en Rose Hill e intentamos hallar alguna señal que nos ayude a orientarnos en dirección Dallas.

𝕽 o w e n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora