47. El tiempo se ata a las decisiones

272 38 8
                                    

Cuando volví de hablar con Pyro, entrando en el loft, tanto Ewan como Dante vieron que mi cara decía tantas cosas que prefirieron no preguntarme. Observaron que dejé la bolsa de la comida sobre la barra americana sin pronunciar ni una palabra, arranqué el plástico de la nueva cajetilla de tabaco —caro— y, directamente, me marché por la misma puerta en la que entré para subir a la azotea. En las tres horas que estuve me dediqué a meditar la situación en la que nos encontrábamos, que a decir verdad parecía mejor de la esperada: Una semana sin visitas, ni explosiones, venenos o balas en la puerta; Dante volvía sin ningún rasguño salvo cuando se metió en una pelea al golpear a unos lobatos que intentaron robarle; Ewan salía un poco para que la casa no se le cayera encima, y cuando iba con el otro lobo me contaba alguna de sus anécdotas que traía consigo al volver. 

Después llegó la parte de la vivienda: No era especialmente grande, pero podríamos estudiar la posibilidad de tirar un muro que conectara a la casa de al lado para duplicar su tamaño. Eso también generaría preguntas, dinero que invertir y problemas que habría que solucionar si se llevara a cabo. Mas no pensé en ese detalle, era sólo una idea. Necesitábamos un trabajo los tres para no ir muy ahogados, pero evitando al mismo tiempo no hacerlo para la manada de esta zona; ya que al parecer era hermanada con la de Dalton. No quería volver a caer en ese problema, ya que aún tenía que solucionar este.

Y finalmente las dos opciones que me dio Pyro: Volver o quedarme. Las dos tenían cosas buenas y cosas malas, pero también necesitaba tiempo y era muy temprano. Necesitaría tiempo y una reunión con los demás para llegar a un punto, uno que tendría que ser de no retorno una vez lo tomáramos. 

Pese a la situación, todavía tenía dudas cuando el pelirrojo dijo que sólo halló a dos de los diez Números. Tres de ellos ya estaban muertos, dos de ellos parecían no moverse de Tennessee y quedaban cinco en el peor de los casos. Recapacité en la idea cuando huimos del coche, observando a un lobo que no reconocí de la manada de Dalton y yo conocía absolutamente todas las caras; además, Los Números nunca trabajan con nadie más que ellos mismos. 

Esto era muy raro...

Aquel miércoles ambos se encargaron de no tirarme mucho de la lengua y no molestarme cuando fui el primero en irme a la cama, necesitaba pensar un poco. 

Para cuando el jueves llegó con el ritual de siempre, aunque estando yo menos molesto: sexo en el suelo, narcotizar a Ewan, Dante odiándonos entre gruñidos y desayunar juntos. Tomé la decisión de explicarles más o menos los detalles que tenían que saber; aunque me centré más en lo último: Volver, transformándome en un saco de boxeo para muchos durante años; o quedarnos y aparentar que había muerto o desaparecido.

—Yo digo que nos quedemos, es lo más lógico —dijo Ewan, llevándose el sándwich a la boca y masticarlo hasta tragar—. Dalton no te pagaba y te iba a deber dos meses, te hizo elegir entre la manada o yo, se aprovechó de la víspera de tu Celo para manipularte, te puso morros cuando aceptaste mi idea de crearte una guarida en lugar de una madriguera asquerosa, no hizo una mierda cuando los mierdilobatos me jodieron varios trabajos, y después de ello te dio un golpe bajo que te hizo volver a casa con ataque de pánico —suelta de carrerilla, terminándose lo suyo y quitándome un cigarro de la quejita que está en la barra—. Es un imbécil, un orgulloso de mierda, y aunque yo sea considerado una mala influencia para ti, al fin de cuenta has sido tú quien ha decidido tomar muchas decisiones —lo prende con calma. La calada que le da es lo bastante suave para que a duras penas le de tiempo a proseguir—: Además, Dallas está bien, al menos por nuestra zona. Si necesitas los bosques de Arkansas están a cinco horas en coche si ya no nos joden; y si queremos bañarnos en una playa, debemos de bajar unas cuatro horas y media hasta aparcar en Galveston y tocar el Golfo de México.

𝕽 o w e n [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora