Gemelos III

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James y Harry Potter siguen
descubriendo Hogwarts, y
tienen su primera clase
de pociones.

Probablemente la última
parte que publique aquí
de este AU.

No quiero spoilearles todo
el fic. Asfgjk.

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Ellos eran una copia perfecta, o eso es lo que todos decían. 

Los gemelos Potter estaban acostumbrados a ser confundidos, como probablemente cualquier par de hermanos con apariencia similar, algunos ni siquiera necesitando ser gemelos para saber lo que se sentía.

En realidad, generalmente solo llamaban la atención por eso, por ser un par de gemelos. De lo contrario, siempre estaban por debajo del radar de los demás. En parte por culpa de su primo, en parte porque ellos mismos intentaban no llamar la atención de otras personas.

Ahora, eso había cambiado. 

La primera semana de clases fue, de forma resumida, tratar de descubrir un nuevo mundo que se abría ante ellos. 

Uno no tardaba nada en darse cuenta que hacer magia era más que decir palabras graciosas y agitar una varita, pues tenía teoría y «trucos» tras ello... Pero aún así, era increíble. 

Pero quizá lo que los gemelos más notaban era que... Ahora todos los miraban. 

Harry no había tardado nada en darse cuenta de que llamaban mucho la atención de la gente, algo no tan raro considerando que eran famosos, pero aún así, luego de que todos decidieran ignorarlos por años, era extraño.

James bromeaba mucho al respecto, pero era solo para cubrir que se sentía igual de incómodo que Harry con tanta atención. Le molestaba que todos los miraran como si tuvieran un tercer ojo o fueran de otra especie. Honestamente, ¿no tenían nada mejor que hacer?

Era molesto para los hermanos, porque era difícil no distraerse al notar que eran el centro de atención. Era molesto, especialmente porque aún estaban tratando de recordar el camino a todas sus clases.

En Hogwarts había 142 escaleras, algunas amplias y despejadas, otras estrechas y destartaladas. Algunas llevaban a un lugar diferente los viernes. Otras tenían un escalón que desaparecía a mitad de camino y había que recordarlo para saltar. Después, había puertas que no se abrían, a menos que uno lo pidiera con amabilidad o les hiciera cosquillas en el lugar exacto, y puertas que, en realidad, no eran sino sólidas paredes que fingían ser puertas. También era muy difícil recordar dónde estaba todo, ya que parecía que las cosas cambiaban de lugar continuamente. Las personas de los retratos seguían visitándose unos a otros, y tanto Harry como James estaban seguros de que las armaduras podían caminar. 

Los fantasmas tampoco ayudaban. Siempre era una desagradable sorpresa que alguno se deslizara súbitamente a través de la puerta que se intentaba abrir. Nick Casi Decapitado siempre se sentía contento de señalar el camino indicado a los nuevos Gryffindors, pero Peeves el duende se encargaba de poner puertas cerradas y escaleras con trampas en el camino de los que llegaban tarde a clase. También les tiraba papeleras a la cabeza, corría las alfombras debajo de los pies del que pasaba, les tiraba tizas o, invisible, se deslizaba por detrás, tomaba la nariz de alguno y gritaba: ¡TENGO TU NARIZ! 

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