Exhausto

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Harry está cansado.

Cansado de que crean entenderlo.
Cansado de que la gente lo juzgue.
Cansado de que todos piensen que
sus sentimientos son exageraciones.

Está exhausto. 

Incluso de lidiar con sus mejores amigos.

Ron y Hermione tendrán
que aprender una lección.


Advertencia: Uso repetido de mayúsculas.

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Todo parece normal, para los demás, seguramente lo era. 

Los estudiantes seguían con su vida escolar como siempre. Iban, venían, buscaban sus libros, perdían sus plumas, confundían sus corbatas con las de sus compañeros. Se estresaban, se reían, algunos se enojaban solo porque alguien respiraba demasiado fuerte para su gusto. 

Cosas completamente normales en adolescentes. 

—Harry... Tienes que comer... 

Algunas cosas no eran alegres... Pero, igual, para algunos eran normales.

—No, gracias, Hermione... No tengo hambre. 

Harry siguió escribiendo su ensayo. De vez en cuando, un rayón de tinta cruzaba la hoja, a causa de un tic extraño en su mano. Suspiraba, tiraba el pergamino, y volvía a iniciar.

—Eso dijiste ayer...

—Y anteayer —siguió Ron, mirando también a su amigo, frunciendo el ceño ante la nueva mancha que apareció en su pergamino. 

—Bueno, hoy tampoco hambre —murmuró Harry, cerrando los ojos para tratar de calmarse. 

—Harry, no es bueno que...

—¿Sabes qué no será bueno, Mione? Si mañana no entrego este ensayo. Así que, lo siento, pero necesito concentrarme.

Tomando aire, Harry se levantó de su silla, saliendo de la sala común para dirigirse a la biblioteca.

Madame Pince lo miró entrecerrando los ojos. No es que fuera muy normal verlo allí, al menos no sin Ron y Hermione, y ellos, la mayoría de las veces, no eran precisamente silenciosos cuando estaban juntos. 

Sin embargo, Harry solo se sentó en la mesa más alejada que pudo encontrar, y, teniendo algo de paz, comenzó de nuevo, y de nuevo..., y una tercera vez, hasta que dejó de importarle las manchas de tintas que caían en el pergamino cuando su mano se sacudía a causa de un tic involuntario. 

La bibliotecaria pareció realmente sorprendida cuando, incluso al cabo de tres horas, Harry siguió trabajando en completo silencio. Nunca hizo ruido, ni siquiera cuando se levantó para buscar algunos libros. Incluso al retirarse, no habló, sino que solo dio un asentimiento con la cabeza.

Podría haber gritado cuando un par de manos lo arrastraron a una sala. Una en su boca para mantenerlo en silencio, la otra alrededor de sus hombros para atraerlo al interior. Harry sacó su varita, y hubiera atacado a quien sea que lo tenía sujeto, de no ser por la voz que lo interrumpió.

—¡Soy yo, compañero!

Aún reconociendo la voz, Harry no se relajó, y no fue hasta que Ron los soltó y alzó las manos, que dejó de apretar con tanta fuerza su varita. 

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