Arma perfecta

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Dumbledore realmente lo intentó.

Quiso salvar a un niño...

Pero cometió el mismo error que los

padres de dicho infante.

Confió en los amigos que realmente

no eran amigos.

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Dumbledore es un buen hombre.

Cometió muchos errores, pero trabajó arduamente para arreglarlos, sacrificó más de lo que las personas parecen notar, y él nunca pidió retribución por nada de lo que hizo.

Sin embargo, es humano, y los humanos son de todo, menos perfectos. 

Cuando Minerva McGonagall le dijo que no dejara a Harry Potter, desde ese momento conocido ahora como «El-niño-que-vivió», él le hizo caso. 

Observó a Petunia Evans, ahora Dursley, juzgó, algo poco común en él, y determinó que era imposible que esa mujer sintiera amor por el hijo de su hermana menor. Ella no perdonaría al niño, tuviera la culpa o no (y no la tenía), de ser quién era. 

Por ello, buscó una nueva familia para el bebé inocente que esa noche del treinta y uno de octubre había perdido a sus padres.

Molly Weasley se ofreció a cuidarlo, ella podía tener seis hijos, una niña en camino, pero estaba más que dispuesta a criar al pequeño como uno de los suyos. 

Dumbledore no se negó porque pensara que fuera mala idea; lo hizo por el simple hecho de que aún era peligroso; la guerra no terminaba con la caída de un líder, y los Weasley apenas estaban recuperándose de un fuerte golpe también; ellos aún tenían que cuidarse los unos a los otros.

Por ello, Dumbledore decidió confiarle la seguridad del pequeño Harry Potter a una pareja de aurores, pareja que había sido una amistad cercana a los Potter, quizá no tanto como Black, Pettigrew, o Lupin, a quien le hubiera encantado poder dejar a cargo del niño, pero que por motivos propios no podía cuidarlo; pero aquella pareja era confiable, y o podían tener hijos, pero antes de la guerra habían expresado su deseo de adoptar a un infante cuando la batalla acabara. 

Así, Dumbledore consultó a Minerva su opinión, y ella, como docente que conocía bien a sus antiguos alumnos, declaró que aquello era un plan adecuado, para alegría del viejo director; que esa misma noche informó a la pareja de su idea, preguntándoles si estaban dispuestos a aceptar; y claro, la afirmación llegó tan solo un segundo después. 

No se suponía que debía interrumpir mucho en la vida del niño, pero eso no evitó que los primeros años de vida, fuera de vez en cuando para ver a Harry, no de forma muy directa, por supuesto; pero siempre vigilándolo.

La pareja de aurores siempre decía que era un niño extremadamente inteligente, habilidoso, poderoso y muy educado, algo que le alegraba bastante, por supuesto. 

Ellos no lo llevaron de inmediato a la fama, sino que lo educaron en casa, raras veces salieron para no abrumar al niño, pero tampoco que creciera a apartado del mundo. 

Siempre decían que le estaban enseñando todo lo necesario.

Sin embargo... Nunca le dijeron, y él nunca tuvo forma de saber, que «todo», era una palabra ambigua, peligrosa.

Crucio.

Un grito mudo, silenciado ante la incapacidad de hablar debido a un hechizo maliciosamente puesto. 

—Muy mal, Harry. ¡Debes ser capaz de soportar el dolor!

Tenía... ¿seis años, tal vez?

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