Capítulo 11.

460 60 11
                                    

Brigitte.

La hija de Venus trataba de respirar de manera regular para encontrar algo de tranquilidad. Si se alteraba cosas malas pasaban, lo sabía muy bien y no estaba Jason quien era el único que poseía las fuerzas suficientes para contener la maldición de Brigitte.

Sentir y ver a Hazel tan mal tampoco la ayudaban en su cometido. Se sentía impotente al verla así y no poder hacer nada. No podía cuando no le decía que era lo que le angustiaba, porque parecía tan reservada...

Sintió un ardor en los dedos y apretó los puños. No podía usar el ungüento ahora, aún quedaba mucho viaje y no podía gastarlo cuando no tendría con qué reponerlo después.

Recordaba aquel poder, el formar nubes y transformarlas en lo que necesitara, era cuando tenía pleno control en sus habilidades. Luego de lo de su padre, esas nubes se habían tornado en rayos rosas, rayos destructivos que al no saber usarlos dañaban sus manos. Según su madre era el mismo don que representaba las dos caras del amor: el que creaba cosas maravillosas y el que generaba caos a su paso.  Brigitte deseaba no haber nacido con aquello, no ser la portadora elegida para el Vis Amoris, pero eso la hacía sentir egoísta, porque si no era ella, sería otro quien lo tuviera.

Tan pronto como abandonaron el muelle, el rostro de Hazel se puso verde. La miró preocupada, pero su amiga de ojos dorados negó, tratando de sonreírle para restarle importancia, cosa que no logró.

Pasaron cerca de un grupo de leones marinos que holgazaneaban en los muelles, y juraría que vio a un vagabundo sentado  junto a ellos. A través del agua, el anciano señaló con un huesudo dedo a Percy y dijo algo así como: Ni lo pienses.

—¿Han visto eso? —preguntó Hazel.

La cara de Percy estaba teñida de rojo gracias a la luz del atardecer.

—Sí. He estado aquí antes. No... no lo sé. Creo que estaba buscando a mi novia.

Brigitte sintió algo. ¿Decepción tal vez? No se iba a negar que comenzaba a sentirse algo atraída por Percy, pero al saber que tenía novia... en cierto modo no eliminó su interés, pero iba a procurar que estos no crecieran y sufrir  luego. Iba a ser lo mejor.

De pronto los ojos verde mar se enfocaron en ella como si buscaran leer algo. Brigitte le devolvió la mirada con calma, sin dejar traslucir nada o al menos eso deseaba.

—Annabeth —dijo Frank y ambos adolescentes desviaron sus vistas del otro—. Te refieres... ¿de camino al Campamento Júpiter?

Percy frunció el ceño.

—No, antes de eso.

Escaneó la ciudad como si siguiera buscando a Annabeth hasta que pasaron por debajo del Puente Golden Gate y fueron al norte.

Brigitte trató de pensar en otra cosa. No podía ser que su lado Venus estuviera pensando en chicos cuando estaba en camino a una misión que podía terminar en su muerte.

Esa palabra retumbó dentro de su cabeza.

Morir sin volver a ver a sus hermanastros, quienes la despidieron dos semanas después de pasar tiempo con ella, ignorantes de lo que pasaba con ella, su padre y su madrastra, felices y esperanzados de la promesa que ella hizo e iba a romper:

«—Volveré pronto ¿vale? —estaba agachada frente a sus hermanos de siete, seis y tres  años—. Tengo que ir con mi madre, pero en cuanto pueda los visitaré y les traeré regalos.»

Moriría sin ver otra vez a su padre, siendo la pelea su última charla,      un adiós que le destrozó el alma. Sin explicaciones, sin disculpas, sin cartas... quizá sentía pena de haber tenido una hija semidiosa y no una niña normal como sus hermanitas menores. Claro que su madrastra soltaría lágrimas al saber la noticias, lágrimas falsas y luego tacharía el nombre de Brigitte como una molestia menos en su glamorosa vida.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora