Capítulo 24.

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Brigitte

Después de caer al Tártaro, saltar casi cien metros hasta la Mansión de la Noche debería haber sido rápido. En cambio, el corazón de Brigitte parecía ralentizado. Entre un latido y otro, tuvo tiempo de sobra para escribir su propio obituario.

«Brigitte Roxanne Leclair, fallecida a los quince años».

POM, POM.

«Fallecida a causa de múltiples heridas sufridas al saltar como una idiota al abismo del Caos y despachurrarse en el suelo del vestíbulo de la mansión de Nox».

POM, POM.

«Deja a su padre y tres hermanastros que esperaban su regreso».

POM, POM.

«Se solicita que en vez de dejar flores, se dejen donativos a la XII Legión, suponiendo que Gaia no lo haya destruido ya».

Sus pies tocaron suelo firme. El dolor le recorrió las piernas, pero avanzó dando traspiés y echó a correr, arrastrando a Percy detrás de ella. Encima de ellos, en la oscuridad, Nox y sus hijos se peleaban y gritaban:

—¡Ya los tengo! ¡Mi pie! ¡Basta ya!

Brigitte siguió corriendo. No podía ver de todas formas, así que cerró los ojos. Empleó sus otros sentidos: permaneciendo atenta por si oía el eco de algún espacio abierto, tanteando para percibir corrientes, oliendo en busca del más mínimo aroma de peligro (humo, veneno o hedor de demonio).

No era la primera vez que se arrojaba a la oscuridad. Se imaginó que estaba en esos entrenamientos extremos del señor Stone con los ojos vendados o aquella vez que lucharon en medio de la noche,  cuando escalaban   en el Monte Otris, donde se ubicaba el cuartel general de Saturno. Esa vez no había estrellas, tampoco estaba la luna y hacía frío.

Los sonidos de los hijos de Nox se alejaron. Era una buena señal. Percy seguía corriendo a su lado, cogiéndole la mano. Eso también era bueno. Lo peor que podían hacer era soltarse en ese lugar, pues si lo hacían, ella estaba casi segura que ya no podrían encontrarse.

Delante de ellos, a lo lejos, Brigitte empezó a oír un sonido palpitante, como si los latidos de su corazón resonaran amplificados hasta tal punto que el suelo vibraba bajo sus pies. El sonido le infundió terror, de modo que dedujo que debía de ser el camino a seguir. Corrió hacia él.

A medida que los latidos aumentaban de volumen, empezó a percibir olor a humo y oyó un crepitar de antorchas a derecha e izquierda. Supuso que habría luz, pero una sensación reptante alrededor de su cuello le advirtió que cometería un error abriendo los ojos.

—Por lo que más quieras, no abras los ojos —le dijo a Percy.

—No tenía pensado hacerlo —contestó él—. Lo notas, ¿verdad? Seguimos en la Mansión de la Noche. No quiero verlo.

«Chico listo», pensó Brigitte. Percy actuaba un poco bruto a veces, pero en realidad sus instintos eran envidiables.

Fueran cuales fuesen los horrores que aguardaban en la Mansión de la Noche, no estaban concebidos para los ojos de los mortales. Verlos sería    catastrófico. Era preferible correr a oscuras.

Los latidos aumentaron, y las vibraciones recorrieron la espalda de Brigitte. Era como si alguien estuviera dando golpes en el fondo del mundo, exigiendo que le dejaran pasar. Notó que las paredes se abrían a cada lado. El aire tenía un olor más fresco... o, como mínimo, no tan sulfuroso. Se oía otro sonido, más próximo que las profundas palpitaciones... un sonido de agua corriente.

A Brigitte se le aceleró el corazón. Sabía que la salida estaba cerca. Si conseguían salir de la Mansión de la Noche, tal vez pudieran dejar atrás al grupo de demonios.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora