BRIGITTE.
Desde el puerto hasta la Acrópolis, no vio nada de Atenas salvo túneles oscuros y hediondos. Los hombres serpiente les hicieron pasar por una rejilla de desagüe que conectaba directamente con su guarida subterránea, que olía a pescado podrido, moho y piel de serpiente. Era claro que Brigitte odió el lugar casi al segundo de poner un pie en los túneles.
Piper y Brigitte se turnaban en cantar. Mientras una descansaba la otra hipnotizaba, aunque el ambiente hacía difícil cantar sobre el verano, el algodón y la vida regalada, pero ambas hicieron su mejor esfuerzo. Si las dos se detenían de cantar por más de un minuto o dos, Cécrope y sus escoltas empezaban a sisear y ponían cara de enfado.
—No me gusta este sitio —murmuró Annabeth—. Me recuerda cuando estuve debajo de Roma.
Cécrope se rio siseando.
—Nuestro territorio es mucho más antiguo. Muchísimo más.
Annabeth deslizó su mano en la de Percy, cosa que despertó la incomodidad y los celos de Brigitte, más cuando él no pareció importarle. Empujó esos sentimientos, no era el momento para aquello.
La voz de Piper resonaba por los túneles. A medida que se adentraban en la guarida, más hombres serpiente se reunían para escucharla. Pronto había una procesión detrás de ellos: docenas de gemini que los seguían balanceándose y deslizándose.
En un momento la voz de Piper comenzó a vacilar. Brigitte le agarró la mano y tarareó la melodía hasta que Piper le devolvió el apretón y cantó con fuerza la letra.
Pasaron por toscas estancias de piedra sembradas de huesos. Subieron por pendientes tan empinadas y resbaladizas que era casi imposible mantener el equilibrio. En un momento determinado pasaron por una cálida cueva, del tamaño de un gimnasio, llena de huevos de serpiente cuya parte superior estaba cubierta de una capa de filamentos plateados como guirnaldas de Navidad viscosas.
Más y más hombres serpiente se unían a su procesión. Deslizándose detrás de ellos, sonaban como un ejército de jugadores de fútbol americano arrastrando los pies con papel de lija en la suela de sus botas.
Brigitte se preguntaba cuántos gemini vivían allí abajo. Cientos, tal vez miles. Le pareció oír los latidos de su propio corazón resonando por los pasadizos, aumentando de volumen conforme más se adentraban en la guarida. Entonces cayó en la cuenta de que el persistente «bum, ba, bum» se oía por todas partes, retumbando a través de la piedra y el aire. Hacía que horribles recuerdos plagaran su mente: luz roja y parpadeante, el montón de monstruos, las venas en el piso...
Estoy despertando. Una voz de mujer, clara como el canto de Piper.
Brigitte se detuvo un instante.
—Oh, esto no pinta bien.
—Es como Tártaro —dijo Percy, con tono crispado—. ¿Te acuerdas... de sus latidos? Cuando apareció...
—No —dijo Brigitte con voz débil—. No te acuerdes de eso.
Ella misma intentaba mantener a raya esos recuerdos.
—Lo siento.
A la luz de su espada, la cara de Percy parecía una gran luciérnaga: una mancha flotante y momentánea de resplandor en la oscuridad.
La voz de Gaia volvió a hablar, esa vez más alto:
Por fin.
A Piper le tembló la voz.
El miedo invadió a Brigitte, como le había sucedido en el templo espartano. Pero los dioses Fobos y Deimos se habían convertido en viejos amigos suyos. Dejó que el miedo ardiera en su interior como combustible, dándole la fuerza para continuar.
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The heroes of Prophecy.
Fanfiction💐🕊 Brigitte Leclair Es una semidiosa Hija de Venus, que nunca Espero ser parte de la gran profecía / Brigitte nunca pensó que un hijo de Neptuno cambiaría su vida para siempre. Los personajes pertenecen a Rick Riordan, es mía Brigitte y su histo...