The heroes of Prophecy.

Capítulo 24.

PERCY

¿AVIONES O CANÍBALES? NI PUNTO DE COMPARACIÓN.

Percy habría preferido conducir el Cadillac de la abuela Zhang hasta Alaska con ogros lanzando bolas de fuego persiguiéndoles antes que estar sentado en un Gulfstream.

Había volado antes. Los detalles eran confusos, pero recordaba un pegaso llamado Blackjack. Había estado en un avión una o dos veces. Pero un hijo de Neptuno (o Poseidón, lo que fuera) no pertenecía al aire. Cada vez que un avión golpeaba una turbulencia, el corazón de Percy se aceleraba, y estaba seguro de que Júpiter les estaría mirando. Agradecía a Brigitte que había agarrado su mano, pese a que se sentía muy infantil al hacerlo. Se sentía mal por estrujarla cada vez que había una turbulencia y Brigitte no se quejaba, solo hacía una mueca.

Intentó concentrarse en la conversación de Frank y Hazel. Hazel le aseguraba a Frank que había hecho todo lo posible por su abuela. Frank les había salvado de los lestrigones y les había sacado de Vancouver. Había sido increíblemente valiente.

Frank mantuvo su cabeza baja como si estuviera avergonzado de llorar, pero Percy no le culpaba. El pobre chico acababa de perder a su abuela y había visto su casa reducida a cenizas. Según Percy, derramar unas pocas lágrimas no era algo que te hiciera menos hombre, especialmente cuando acabas de enfrentarte a un ejército de ogros que querían comerte de desayuno.

Percy seguía sin creer que Frank era un pariente distante. Frank podría ser su... ¿qué? ¿Tátara mil veces sobrino? Demasiado raro como para decirlo.

Frank evitó decir cuál era exactamente su don familiar, pero mientras volaban hacia el norte, Frank les habló de su conversación con Marte la noche anterior. Les explicó la profecía que Juno le había dicho cuando era niño, sobre su vida siento atada a un pedazo de leño y cómo le había pedido a Hazel que se lo guardara.

Parte de eso, se lo había supuesto Percy. Hazel y Frank habían obviamente compartido algunas experiencias alocadas cuando se desmayaron juntos, y habían hecho algún tipo de acercamiento como él y Brigitte, quien le confió su maldición. También explicaba por qué Frank seguía comprobando su bolsillo y por qué se ponía tan nervioso con el fuego.

Aun así, Percy no se podía imaginar el motivo de porqué Frank se había embarcado en aquella misión, sabiendo que una pequeña llama podría matarle.

—Frank —dijo—, me enorgullece estar emparentado contigo.

Las orejas de Frank se volvieron rojas. Con su cabeza bajada y su corte militar le hacía parecer una flecha negra señalando hacia abajo.

Brigitte le lanzó una sonrisa a Percy que lo puso nervioso. En parte se alegró que luego le sonriera a Frank y le mirara diciendo: «¿quién no estaría orgulloso de él?», pero también le molestaba, aunque no pensaba en explorar la razón en estos momentos.

—Juno tiene algún tipo de plan para nosotros, sobre la Profecía de los Ocho.

—Sí —gruñó Percy—. No me gustaba como Hera, mucho menos como Juno.

Hazel puso sus pies debajo de ella. Estudió a Percy con unos dorados ojos brillantes, y él se preguntó cómo podría estar tan tranquila. Era la más joven de la misión, pero ella siempre estaba manteniéndoles unidos y tranquilizándoles. Ahora volaban hacia Alaska, allí donde ella había muerto. Entonces intentarían liberar a Tánatos, que quizá intentaría llevársela al Inframundo. Aun así no mostraba miedo. Le hacía sentir a Percy tonto por estar asustado de una turbulencia.

—Eres hijo de Poseidón, ¿verdad? —Preguntó Hazel—. Eres un semidiós griego.

Percy agarró su colgante de cuero.