Capítulo 13.

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Percy

Percy subió a cubierta y exclamó:

—Guau.

Habían aterrizado cerca de la cima de una colina boscosa. Un complejo de edificios blancos, como un museo o una universidad, se acurrucaban entre un bosquecillo de pinos a su izquierda. Debajo de ellos se extendía la ciudad de Atlanta, un grupo de rascacielos céntricos marrones y plateados se alzaban a tres kilómetros de lo que parecía una infinita expansión de autopistas, vías de ferrocarriles, casas y pedazos verdes de bosque.

—Es hermoso —susurró Brigitte.

—Sí, un lugar precioso —estuvo de acuerdo el entrenador Hedge que había decidido seguir a Percy y vigilarlo lo más posible, respiró el fresco aire de la mañana—. Una buena elección, Valdez.

Leo se encogió de hombros.

—Yo sólo he cogido una colina alta. Eso es una biblioteca presidencial o algo por el estilo. Al menos es lo que me ha dicho Festus.

—¡No hablo de eso! —Gruñó Hedge—. ¿Pero te das cuenta de lo que es esta colina? Frank Zhang, ¡tú deberías saberlo!

Frank se estremeció.

—¿Yo?

—¡Un hijo de Ares estuvo aquí! —Hedge gritó, indignado.

—Soy romano... por lo que de hecho soy hijo de Marte.

—¡Lo que sea! ¡Un lugar famoso de la guerra civil americana!

—Soy canadiense, de hecho.

—¡Lo que sea! El general Sherman, líder de la Unión. Estuvo en esta colina observando la ciudad de Atlanta ardiendo. Sembró la destrucción desde aquí hasta el mar. Quemando, saqueando, robando... ¡eso sí que era un semidiós!

Frank se apartó del sátiro.

—Ah, vale.

A Percy no le importaba demasiado la historia, pero se preguntó si el aterrizaje había sido un mal augurio. Había oído que la mayoría de las guerras civiles habían comenzado por luchas entre semidioses griegos y romanos. Ahora estaban de pie en el sitio de tal batalla. La ciudad entera, debajo de ellos había sido quemada por las órdenes de un hijo de Ares. Percy se imaginó que algunos chicos del Campamento Mestizo también habrían podido dar esa orden. Clarisse La Rue, por ejemplo, no habría vacilado. Pero no se podía imaginar a Frank siendo tan duro.

—De todas formas —dijo Percy—, intentemos no quemar esta ciudad esta vez.

El entrenador parecía decepcionado.

—De acuerdo. Márchense y recuerda aprender algo de Brigitte, don problemas Jackson.

Brigitte sonrió con diversión y luego miró a su alrededor.

—¿Hacia dónde?

Percy señaló hacia el centro de la ciudad:

—En caso de duda, comencemos por el centro.

Encontrar alguien que los llevara fue más fácil de lo que creían. Fueron a la biblioteca presidencial, que resultó ser el centro Carter, y preguntaron al personal si podían llamar a un taxi o darles indicaciones para la parada de autobús más cercana. Percy podría haber llamado a Blackjack, pero se resistía a pedirles ayuda a los pegasos después de su encuentro reciente. Frank no quería convertirse en nada. Y además, Percy tenía la esperanza de viajar en algo mortal para variar.

Una de las bibliotecarias, que se llamaba Esther, insistió en llevarles ella misma. Fue tan simpática que Percy creyó que podría haber sido un monstruo disfrazado, pero decidieron correr el riesgo, después de todo si resultaba ser simplemente la destruirían y se quedarían con su carro.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora