Especial Venus y Poseidón.

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Venus se encontraba en su palacio en el Olimpo, específicamente en su habitación.

La habitación de la diosa era tal como ella, hermosa y elegante. Una cama King con sábanas y edredón de varios tonos de rojo, frente a ella un gran balcón que dejaba ver un precioso jardín y a los costados de la cama dos mesillas de noche hechos de madera de fresno. En la pared de la izquierda estaba el tocador de la diosa con sus productos y junto a él un espejo que al empujarlo podías acceder al vestidor. En la pared de la derecha la salida y otra puerta que conducía a su baño.

Actualmente estaba de pie frente a su espejo de cuerpo completo mientras cepillaba su pelo rojo ondulado que enmarcaban sus bellos rasgos, mientras sus ojos multicolor se establecían en un avellana cambiante. Un vestido verde esmeralda, escote V hasta las rodillas abrazaba su cuerpo, destacando sus envidiables curvas.

Pensaba en su hija romana, Brigitte Roxanne Leclair y por esa razón había adoptado rasgos similares a su hija, exactamente la apariencia que había adoptado en la época donde estuvo con Henry.

Suspiró delicadamente al recordar a su antiguo amante. Venus amaba a cada uno de los mortales con los que había establecido una relación e incluso acabada ésta se preocupaba por ellos. Pese a todo lo que pasó entre su niña y él no podía odiarlo, no  cuando ella había sido responsable de que él tuviera que dejarla marchar. Y ella no era mucho mejor, no fue mejor madre para Brigitte.

Se sonrió amargamente. Su espejo le reflejó la mirada, que fue mil veces más dolorosa al tener los rasgos de su hija.

Ella no era definitivamente mejor si no quiso siquiera ir a verla.

Tal vez fue ese sentimiento tan insoportable que le había dejado su rechazo el que la impulsó a cumplir el deseo de Brigitte, también por supuesto su propia ira al ver la injusticia de aquel chico que se había atrevido a lastimar a una de sus hijas predilectas. Él tendría muchas relaciones, pero ninguna funcionaría, pues nunca podría sentirse amado por nadie, ninguna chica sería suficiente para él. Quizá con esto su querida Brigitte supiese que pese a todo, siempre estaría de su lado.

Venus podría ser considerada entre los olímpicos como una diosa superficial, cruel, vanidosa e incluso en ocasiones tonta, pero ella era mucho más que eso. Después de todo ella representaba el amor y el amor era todo menos simple, poseía capas como la misma diosa y gracias a eso ella podía sentir cada sentimiento en el mundo, hasta el más pequeño. Percatarse que uno de sus hijos estaba enfadado con ella o de plano la odiaba... era lo más doloroso que podía vivir.

Sintió como alguien pedía permiso para entrar a su palacio. Cuando se concentró para saber quién sintió un aura sumergirla como si fuera rodeada de litros y litros de agua. Accedió que el dios ingresara a sus dominios, después de todo esperaba que tarde o temprano llegase a incriminarla.

Venus se dirigió a la sala de su palacio donde se sentó en uno de los sofás. Pronto frente a ella centelleó una luz verde fosforescente y de ella apareció un hombre alto, de pelo negro y una barba bien recortada, ojos profundos y de un verde mar encantador. Usaba sandalias de cuero, bermudas color caqui y una camiseta azul con dibujos de cocos y palmeras.

Venus arrugó su nariz. El dios del mar estaba en su forma griega, aunque podía ver que se estaba esforzando mucho en mantenerla, lo que significaba que estaba de un humor irritable, y estaba segura que el tema que venía a discutir no ayudaba a su estado anímico. Además usaba esa ropa que tanto Venus detestaba, diciéndole a la diosa que no venía exactamente a tomar el té o para asuntos mucho más físicos.

—Bienvenido Poseidón —dijo con un tono suave la diosa, pero el dios del mar no estaba para formalidades.

—Deja a Perseus en paz, te lo advierto Afrodita —su voz era profunda, sus ojos tormentosos y su postura rígida.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora