Capítulo 22.

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Brigitte se mantuvo junto a Leo, de vez en cuando ayudándole con algunos pequeños trabajos como memorizar cosas o mirar algo. Tuvieron una plática ligera, nada que le indicara a Brigitte el verdadero motivo de proceder de Leo Valdez. Sin embargo cuando bajaron a la sala de motores y luego de ayudarlo acercándole las herramientas la conversación cambió abruptamente de rumbo.

—Entonces, poderes rosas destructivos ¿eh? —Dijo Leo arrodillado junto a una de las máquinas, se veía totalmente relajado mientras manipulaba ésta, pero sus manos algo tensas le indicaron todo lo contrario a la pelirroja.

—Sí —dijo, supuso la hija de Venus que pudo ver cierta familiaridad con su propio don del fuego—. ¿Qué  con eso?

—Es algo común ¿no? Me refiero en las hijas de Afrodita —continuó, la chica se sentó a su lado al fin.

—No, no es un don que muchos tienen —respondió con cuidado—. Es un poder incluso más raro que el encantahabla. Es un don que se convierte en maldición...

—... Si no logras manejarlo —completó con la voz ronca.

Brigitte estaba impresionada. Pese a la tensa conversación, Leo no perdía la concentración en reparar lo que sea que fuera esta máquina. Sus dedos se movían ágiles y casi parecía instintivo el como tomaba una herramienta u otra, sin equivocarse una sola vez o eso pensaba Brigitte, los hijos de Vulcano-Hefesto eran realmente sorprendentes.

—Sí, eso.

—Y supongo que sentiste lo mismo que yo cuando me viste con los dedos envueltos en fuego.

—Sí, algo así —admitió.

Se mantuvieron un largo rato en silencio, solo los ruidos metálicos escuchándose en el lugar. Leo levantó la mirada y la fijó en la hija de Venus.  Su largo cabello rojo caía como cascadas ardientes por su espalda y hombros. Su piel pálida dejaba ver pequeñas pecas salpicadas en su nariz y mejillas. Era muy guapa, no había dudas.

Recordaba como había explicado su don, con cierto toque de amargura y supo que ella odiaba ese poder, pero estaba resignada a tenerlo.

—Creo que no me equivoco al decir que no lo ves como un regalo exactamente —Brigitte cepilló algunos mechones rojos fuera de su cara.

—Hasta ahora no me ha dado más que problemas —confesó sin vacilar—. ¿A ti te ha traído algo bueno?

Leo resopló. Si ella supiera.

Cuando la vio a los ojos, aquellos avellanas cambiantes se dio cuenta que quizá no lo sabía, pero podía sospechar mucho de aquello. También notó sentimientos similares a los propios. Leo no se llamaría un genio en lo social, vaya, era todo lo contrario, pero se dio cuenta lo que Brigitte de seguro sintió al ver su poder de fuego manifestarse: familiaridad.

—Somos un desastre, ¿no lo crees, diva? —dijo Leo con una media sonrisa volviendo a su trabajo—. ¿Puedes darme ese destornillador, por favor? ¿el de mango negro?

Recibió como respuesta la cantarina risa de la pelirroja y pronto obtuvo lo solicitado. Se sintió menos solo, después de todo había encontrado a una chica que llevaba una carga similar. Bueno, una sólida amistad duradera debía empezar por algo.

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A la mañana siguiente Brigitte se despertó con un cuerno de un barco diferente, un sonido tan fuerte que literalmente la sacó de la cama. Por supuesto no ayudó a su humor. Entonces el cuerno resonó de nuevo. Parecía que venía de varios cientos de metros de distancia, desde otro buque. Brigitte se apresuró en arreglarse lo más rápido posible.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora