Capítulo 33.

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Brigitte.

Fueron segundos tensos donde ni el ejército fantasmagórico atacó ni Percy y Brigitte lo hicieron.

El amor no es distinto de la guerra. Tal vez por eso al descender de Belona, su espíritu de lucha incrementaba. No era de tomar liderazgo, pero cuando estaba en ello podía crear estrategias en batalla, podía usar armas con una facilidad sorprendente.

—¡¿Qué esperan, guerreros?! —Les gritó Percy—. ¡¿Acaso no se atreven en dar el primer paso?!

Y fue la señal que los enemigos necesitaron para levantar sus armas y vociferar, corriendo a ellos.

Brigitte sintió una electricidad recorrerle de la cabeza a los pies. Se arrojó a un lado cortando un fantasma de un movimiento fluido. Dio una voltereta esquivando una lanza y golpeó a otro fantasma que intentaba agarrarle del pelo.

Su raciocinio se desconectó para dar paso al instinto, aquella fuerza que buscaba su supervivencia.

Percy luchaba como un huracán. De hecho... era un huracán. Un huracán de agua en miniatura y vapor de hielo giraba a su alrededor mientras atacaba al enemigo, golpeando fantasmas romanos, esquivando flechas y lanzas.

Ambos semidioses se movieron entre las filas enemigas, pero siempre manteniendo a los fantasmas lejos de Frank.

pero entonces Brigitte vio uno de los fantasmas de vapor oscuro, vestía una capa de piel de león y sujetaba un poste con un águila dorada con carámbanos congelados en sus alas. El estandarte de la legión.

Cruzó una mirada con Percy quien también había visto el águila. Se asintieron y fueron a la carga.

Los legionarios muertos percatándose de su objetivo intentaron frenarlos, dejando incluso a Frank solo, pero nadie evitaría que aquellos semidioses consiguieran el premio mayor.

Brigitte y Percy barrieron una columna de legionarios, resquebrajando sus escudos con destellos rosas y su ciclón personal respectivamente. Percy dejó fuera de conocimiento al de la capa de león y agarró el águila.

—¿La quieren de vuelta? —Les gritó a los fantasmas—. ¡Vengan a por ella!

Era una buena estrategia. No importaba que debiesen impedir que Tánatos fuese liberado, no importaba su segunda oportunidad. Eran romanos y siempre lo serían, así era como les educaban desde la manada de Lupa hasta pertenecer a la legión propiamente dicha. Las tradiciones, el combate y el honor. Y algo que era casi escrito en el ADN, era proteger el águila a cualquier costo, cualquier precio era menor para mantener aquel símbolo a salvo.

Pero lamentablemente a medida que pasaba el tiempo las fuerzas de ambos semidioses se iba agotando y no ayudaba el hecho de que los fantasmas se volviesen a materializar de inmediato. Cortaban, apuñalaban, aplastaban y destruían todo a su paso. Percy empujó una ola de agua que mandó contra una pared del Principia, destrozándola y aplastando a gran parte del ejército fantasmal. Pero no era suficiente. Brigitte logró usar su Vis Amoris en contra de los guerreros zombis romanos, pero regresaban a ponerse en pie.

Los habían alejado lo máximo que pudieron. Detrás de ellos estaba la puerta lateral del campamento, y a unos veinte metros detrás el borde del glaciar que a medida que pasaban los segundos se acortaba más.

Y en cuanto a Hazel, ella y Alcioneo se las arreglaban para destruir la mayor parte de los barracones con su batalla. Ahora estaban luchando en los escombros de la puerta principal. Arión estaba haciendo una danza peligrosa, esquivando el bastón, golpeando las paredes del campamento y creando unos gigantescos agujeros en el hielo. Solo la velocidad de Arión les mantenía con vida.

—¡Libre! —Escuchó gritar Brigitte a Tánatos, satisfecho.

Pero Brigitte no se sentía muy satisfecha, sus fuerzas menguaban y las de Percy también. El huracán a su alrededor ya casi desaparecía por completo.

—¡Percy! ¡Brig! —Gritó Frank—. ¡Ahora pueden morir!

Percy asintió, entendiendo, pero de seguro llegando a la misma conclusión de Brigitte.

Brigitte mandó a volar a unos de los antiguos romanos cuando intentaron agarrar a Percy quien mientras luchaba mantenía a salvo el águila.

Frank iba a acercarse, pero un grito agudo congeló la sangre de Brigitte. El gigante Alcioneo había logrado darle un golpe con su bastón a Hazel, haciendo que caballo y jinete se estrellaran a una pared. Frank miró a los dos lados, desgarrado.

—¡Ve y ayúdala! —Gritó Brigitte.

—Sí —asintió Percy, sujetando el poste del águila dorada—. ¡Lo tenemos controlado!

No era cierto, pero al menos ellos se tenían el uno al otro, Hazel no tenía a nadie.

Pronto fueron rodeados y Brigitte sintió una extraña calma.

Estaban al borde del abismo, Brigitte estaba demasiado cansada para seguir luchando con su espada y Percy igual. Quizá Brigitte se había vuelto loca, pero no tenía miedo.

—¿Estás listo para nadar, ma douce? —Preguntó y Percy la miró como si estuviera loca.

—¿Qué?

—Me escuchaste bien —lo miró a los ojos—. ¿Estás listo para nadar, ma douce?

Percy parpadeó y asintió, confundido.

Brigitte sabía lo que tenía que hacer. Si quería a sus amigos a salvos y derrotar a las sombras... debía destruir el lugar. Dejar de controlarlo, frenarlo y permitir que fluyera libre.

«—Apreciarás los dos lados del amor, tanto lo oscuro como lo luminoso...¯, lo que alguna vez le dijo su madre.

Siempre tuvo miedo de usar el Vis Amoris, cuando no pudo controlar el lado negativo y luego el positivo. Incluso mientras luchaba con los fantasmas tenía reparos y solo soltaba chispas, temerosa de usar todo su potencial. Ahora parecía que era lo único que podía hacer.

—¡Percy! ¡Brig! —Gritó Frank.

Ambos se giraron hacia ellos. Vio al gigante caído atado con una cuerda y a Hazel y Frank junto a Arión. Al instante supieron el plan y lamentablemente, no había manera de que ellos llegasen a tiempo donde Frank y Hazel.

—¡Váyanse! —Gritó Brigitte y miró a Percy—. Si no sobrevivo a esto... golpea a Jase por mí ¿vale? Dile que no tiene permitido encontrarse conmigo en la muerte hasta varios años más... solo cuando haya tenido una vida plena... nos volveremos a encontrar. Buena suerte Percy, espero que recuperes por completo tu memoria y puedas reencontrarte con tu novia, eres un gran tipo.

—Pero ¿qué di...?

No lo dejó terminar.

Extendió las manos y sintió el mismo tirón cuando iban bajo tierra, pero mucho más poderoso. La luz rosada era más brillante que nunca y se estrelló en el glaciar. Hubo sonido de resquebrajamiento. Los fantasmas cayeron de rodillas cuando el hielo bajo sus pies comenzó a temblar. Brigitte agotada dio un paso atrás, pero hubo vacío.

Sintió ser rodeada por el agua helada y su vida escapar.

Ese era su destino. Consumirse por su propio poder. No la mató el amor, no... pero fue la consecuencia de este que cayó sobre ella como bien dijo Ella. Al menos Gaia no tendría el Vis Amoris en su poder a corto plazo, pero confiaba que la derrotarían antes que naciera el siguiente.

Y eso era lo único que lamentaba: en algún lugar... nacería un nuevo portador del Vis Amoris...

Cerró los ojos y se dejó caer en la inconsciencia mientras la desesperación por aire se atenuaba.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora