Capítulo 12.

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Brigitte.

Brigitte observó horrorizada cómo el rey de los gigantes se levantaba cuan largo era: casi tan alto como las columnas del templo. Su cara era tal como Brigitte la había soñado: verde como la bilis, con una sonrisa torcida de desprecio y el pelo de color alga trenzado con espadas y hachas robadas a semidioses muertos. Se alzó amenazante por encima de los cautivos, observando cómo se retorcían.

—¡Han llegado tal como predijiste, Encélado! ¡Bien hecho!

El mencionado agachó la cabeza, y los huesos trenzados en sus rastas hicieron ruido.

—Ha sido fácil, mi rey.

Los grabados de llamas de su armadura relucían. En su lanza ardía un fuego morado. Solo necesitaba una mano para sujetar a su cautivo. A pesar del poder de Percy Jackson, a pesar de todas las cosas a las que había sobrevivido, al final no podía hacer nada frente a la fuerza bruta del gigante... y la inevitabilidad de la profecía.

—Sabía que estos dos dirigirían el ataque —continuó Encélado—. Sé cómo piensan. ¡Atenea y Poseidón eran iguales que estos críos! Los dos han venido creyendo que iban a reclamar esta ciudad. ¡Su arrogancia ha acabado con ellos!

Por encima del rugido del gentío, Brigitte apenas podía oír sus pensamientos, pero repitió mentalmente las palabras de Encélado: «Estos dos dirigirían el ataque». El corazón se le aceleró.

Los gigantes habían esperado a Percy y a Annabeth. No la esperaban a ella tan pronto ni a Piper.

Annabeth trató de decir algo, pero la giganta la sacudió por el cuello.

Aquella giganta hacía que el interior de Brigitte se sintiera vacío. Era como si absorbiera toda su fuerza, su calor corporal hasta dejarla como un cascarón. Algo en su interior se sentía atraído, no de buena manera, a ella, el Vis Amoris se removía inquieto en su interior, quemando bajo su piel.

—¡Cállate! ¡No quiero que me engatuses con tu pico de oro!

La princesa desenvainó un cuchillo de caza, largo como la espada de Brigitte.

—¡Déjame hacer los honores, padre!

—Espera, hija —el rey dio un paso atrás—. El sacrificio debe hacerse bien. ¡Toante, destructor de las Moiras, preséntate!

El gigante gris y arrugado apareció arrastrando los pies y sosteniendo un enorme cuchillo de carnicero. Clavó sus ojos lechosos en Annabeth.

Percy gritó. En el otro extremo de la Acrópolis, a cien metros de distancia, un géiser de agua salió disparado. El rey Porfirio se rio.

—Tendrás que hacerlo mejor, hijo de Poseidón. La tierra es demasiado poderosa aquí. Incluso tu padre solo pudo hacer brotar una fuente salada. Pero

descuida. ¡El único líquido que necesitamos de ti es tu sangre!

Brigitte escudriñó desesperadamente su alrededor y luego levantó su vista al cielo. ¿Dónde estaba Piper? ¿Dónde estaba el Argo II?

Toante se arrodilló y tocó reverentemente la tierra con la hoja de su cuchillo de carnicero.

—Madre Gaia... —su voz era tan increíblemente grave que sacudió las ruinas e hizo que los andamios metálicos resonaran bajo los pies de Brigitte—. En la Antigüedad, la sangre se mezcló con tu suelo para crear vida. Deja que ahora estos semidioses te devuelvan el favor. Te despertamos del todo. ¡Te saludamos como nuestra señora eterna!

Brigitte saltó de los andamios sin pensar, de un modo tan poco romano que haría tartamudear del asombro e ira al señor Stone, quien no le fascinaba cuando Brigitte tenía planes arriesgados, pero los apoyaba cuando al menos estaban con un razonamiento lógico, no como ahora. Voló por encima de las cabezas de los cíclopes y ogros, cayó en el centro del patio y se abrió paso a empujones hasta el corro de gigantes. Cuando Toante se levantó para usar su cuchillo, Brigitte blandió su espada y la empujó hacia arriba, escuchando un clic metálico. Piper quien había saltado como ella, había tenido la misma idea y a la vez había movido su propia espada hasta que chocaran entre sí, de modo que las hojas de sus armas parecieran ser una tijera gigante.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora