Percy
Percy se sintió aliviado cuando las abuelas diabólicas entraron a matar.
Sí, estaba aterrado. No le gustaban las probabilidades de éxito que arrojaba un enfrentamiento entre ellos tres y varias docenas de enemigas. Pero por lo menos entendía de lucha. Había estado volviéndose loco vagando por el Tártaro y esperando a que le atacasen. Además, él y Brigitte habían luchado codo con codo antes y no lo hacían mal juntos. Y ahora tenían a un titán de su parte.
—Atrás.
Percy trató de acuchillar a la bruja arrugada más cercana con Contracorriente, pero ella se limitó a reírse burlonamente.
Somos las arai, dijo la extraña voz en off, como si el bosque entero estuviera hablando. No pueden destruirnos.
Brigitte se pegó al hombro de Percy.
—No las toques —advirtió—. Son los espíritus de las maldiciones.
—A Bob no le gustan las maldiciones —concluyó Bob.
Bob el Pequeño, el gatito esqueleto, desapareció dentro del mono de conserje.
Un gato listo.
El titán describió un amplio arco con su escoba y obligó a los espíritus a retroceder, pero volvieron a acercarse como la tormenta.
Servimos a los resentidos y a los vencidos, dijeron las arai. Servimos a los caídos que suplicaron venganza con su último aliento. Tenemos muchas maldiciones que compartir con ustedes.
El agua de fuego que Percy tenía en el estómago empezó a subir le por la garganta. Deseó que en el Tártaro hubiera mejores opciones en materia de bebida o un árbol que expendiera sal de frutas.
—Agradezco la oferta —dijo—. Pero mi madre me dijo que no aceptara maldiciones de extraños.
La diabla más cercana se abalanzó sobre él. Sus garras se extendieron como huesudas navajas automáticas. Percy la partió en dos, pero en cuanto se hubo volatilizado, los lados del pecho le ardieron de dolor. Retrocedió tambaleándose y llevándose la mano a la caja torácica. Cuando apartó los dedos los tenía húmedos y rojos.
—¡Estás sangrando, Percy! —Gritó Brigitte, horrorizada, algo bastante evidente para esas alturas—. Oh, dioses, por los dos lados.
Era cierto. Los bordes izquierdo y derecho de su andrajosa camiseta estaban pegajosos de la sangre, como si una jabalina lo hubiera atravesado. O una flecha...
Las náuseas estuvieron a punto de derribarlo. «Venganza». «Una maldición de los caídos».
Se remontó a un enfrentamiento que había tenido lugar en Texas hacía dos años: una pelea con un ganadero monstruoso al que solo se podía matar si cada uno de sus tres cuerpos era atravesado al mismo tiempo.
—Gerión —dijo Percy—. Así es como lo maté...
Los espíritus enseñaron sus colmillos. Otras arai saltaron de los árboles negros, agitando sus alas curtidas.
Sí, convinieron ellas. Experimenta el dolor que infligiste a Gerión. Eres el blanco de muchas maldiciones, Percy Jackson. ¿Cuál de ellas te matará? ¡Elige o te haremos trizas!
Logró mantenerse en pie. La sangre dejó de extenderse, pero todavía se sentía como si tuviera una barra metálica al rojo vivo clavada en las costillas. El brazo con el que sostenía la espada le pesaba y no tenía fuerza.
—No lo entiendo —murmuró.
La voz de Bob pareció resonar desde el final de un largo túnel.
—Si matan a una, les caerá una maldición.
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The heroes of Prophecy.
Fanfiction💐🕊 Brigitte Leclair Es una semidiosa Hija de Venus, que nunca Espero ser parte de la gran profecía / Brigitte nunca pensó que un hijo de Neptuno cambiaría su vida para siempre. Los personajes pertenecen a Rick Riordan, es mía Brigitte y su histo...