Capítulo 34.

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Brigitte.

Brigitte sintió como se encontraba siendo abrazada por alguien lo cual... era perturbador, por supuesto. Ahora mismo iría a abrir los ojos y un muerto la tendría y no sería un inicio agradable para su muerte. Además que luego tendría que ver como cruzar sin una moneda. ¡Qué pesadilla! Esperaba que para su juicio tuviera al menos cinco minutos para poder peinarse y arreglarse.

—Brigie —escuchó decir, pero no prestó atención.

¿Habría hecho los méritos suficientes para ir a los Elíseos o iría a los Campos de Asfódelo?

—Brigie —llamaron otra vez.

¿Acaso una chica no podía pensar en su muerte en paz?

Pero fue cuando más de sus sentidos despertaron.

Tenía mucho frío en su lado izquierdo, y eso era decir poco. Apenas llegara a su juicio les diría a los encargados que no estaría mal un sistema de calefacción. Pero nada de eso le molestó lo suficiente como el que un muerto acariciase su pelo que caía por su hombro izquierdo. Su pelo era sagrado, bueno, más sagrado que todo lo demás porque la piel también era importante, sus ojos...

—¡Brigie! —llamaron otra vez y la voz era familiar para la pelirroja.

Le costó abrir los ojos, pero luego de unos intentos lo consiguió.

Se topó con los ojos verde mar de Percy Jackson. Estaba él sentado en un bloque de hielo afirmando el águila con una mano y con su otro brazo la mantenía abrazada, estando ella sentada en su regazo y con la cabeza apoyada en su hombro. ¿Cómo no se dio cuenta que estaba tan pegada alguien? Sí, tal vez el frío que le calaba los huesos y la tenía mayormente entumecida tenía que ver.

—Uhm, ¿tú también moriste? —preguntó repentinamente nerviosa por la cercanía—. Porque quiero que sepas que la primera que va al juicio soy yo... yo llegué primero.

Percy alzó una ceja, impasible a diferencia de Brigitte por la cercanía.

—Brigie —le dijo y ella se preguntó desde cuando le tenía ese dichoso apodo—, no estás muerta.

—¿En serio? —Se maldijo mentalmente, estaba sonando como una estúpida—. Quiero decir... se supone que el Vis Amoris destruyó todo y yo no puedo respirar bajo el agua y...

—¿De verdad creíste que iba a dejarte morir así sin más? —Le preguntó—. Créeme, no es tu hora de irte, primero tienes que tú misma golpear a Jason Grace y tener una vida larga y plena, solo después podrás morir.

Brigitte miró el paisaje que había formado al destruir el anterior. Varios cientos de litros de agua nueva con icebergs flotando y los restos flotantes del campamento en ruinas. Los únicos restos del glaciar eran las puertas principales, que estaban a los lados, con un estandarte azul andrajoso descansando en un montón de nieve.

Ambos parecían locos sentados en un bloque y con el águila a su lado.

—Gracias... Percy —dijo en un murmullo.

Había aceptado su muerte, pero eso no significaba que deseaba partir. Solo hizo lo que cualquier guerrero romano habría hecho en su lugar: dar la vida por la misión y por sus amigos, muerte honorable en batalla. Pero no había nada mejor que continuar estando viva.

Fue cuando escucharon gritos: eran Frank, Hazel y Arión y como no estaba el gigante, suponía que estaba muerto.

—Ey. —Saludó Percy como si solo hubieran quedado a pasar una tarde de amigos.

—¡Están vivos! —Se maravilló Frank.

Percy frunció el ceño.

—¿La caída? No ha sido nada. Me he caído de dos veces más lejos en el arco de St Louis y como el agua es mi elemento pude cuidar a Brigitte mientras lo hacía todo estallar.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora