Capítulo 3.

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Brigitte.

Brigitte descubrió que había tenido casi el mismo sueño que Piper, salvo que ella no pareció sentir aquel peligro con aquella gigante como la pelirroja.

Cuando la hija de Afrodita relataba el sueño, con pequeñas intervenciones de Brigitte, los lavabos del barco empezaron a explotar, cosa que hizo sobresaltar a la pelirroja.

—De ninguna manera van a bajar ahí las dos —dijo Percy mirando a Annabeth y a Brigitte.

Leo corrió por el pasillo agitando una llave inglesa.

—¿Tenías que cargarte las tuberías, hombre?

Percy no le hizo caso. El agua corrió por la pasarela. El casco retumbó mientras estallaban más tuberías y se desbordaban más lavabos. Brigitte supuso que Percy no tenía intención de causar tantos desperfectos, pero su expresión ceñuda le hizo comprender a la chica que no le importaba de cualquier modo que hubiera pasado.

—No nos pasará nada —le dijo Annabeth—. Piper ha predicho que las dos bajaremos, así que es lo que tiene que pasar. Además Brigitte tuvo el mismo sueño, lo que significa que es lo correcto.

Percy lanzó una mirada furiosa a Piper, como si fuera culpa suya. Brigitte no pudo evitar recordar aquellos ojos verdes tornarse de un color oscuro y tormentoso, el mismo color oscuro ligeramente verdoso del veneno. El cómo ahogaba a la diosa del sufrimiento y parecía tan complacido por aquello.

—¿Y ese tal Mimas? Supongo que es un gigante —su voz la sacó de su recuerdo de golpe, ella se concentró en mantener a raya sus sentimientos.

—Es probable —contestó Brigitte, solo cuando estuvo segura que su voz no traicionaría su estado—. Porfirio lo llamó «nuestro hermano».

—Y una estatua de bronce rodeada de fuego —dijo Percy—. Y esas... otras cosas que han dicho. ¿Maquis?

—Makhai —dijo Piper—. Creo que significa «batallas» en griego, pero no sé exactamente cómo aplicarlo a este contexto.

—¡A eso me refiero! —Dijo Percy—. No sabemos lo que hay allí abajo. Iré con ustedes.

—No —Brigitte lo miró con firmeza—. Si los gigantes quieren nuestra sangre, lo último que necesitan es que un chico y una chica bajen juntos. ¿Te acuerdas? Quieren a uno de cada para su gran sacrificio.

—Entonces iré a por Jason y los dos... —dijo Percy.

—¿Estás insinuando que dos chicos pueden hacerlo mejor que dos chicas, Jackson?

—No. O sea..., no. Pero...

—Perfecto. Annabeth y yo podemos encargarnos —sonrió dulcemente Brigitte—. Ah, y por favor, trata de no inundar el lugar.

Brigitte se dirigió a la salida, escuchando la voz de Annabeth a sus espaldas.

—Volveremos antes de que te des cuenta.

Una hora más tarde las dos estaban en una colina con vistas a las ruinas de la antigua Esparta. Ya habían registrado la ciudad moderna, que curiosamente a Brigitte le recordaba a Albuquerque: un montón de edificios bajos, cuadrados y encalados repartidos a través de una llanura al pie de unas montañas purpurinas.

Annabeth había insistido en inspeccionar el Museo de Arqueología, luego la gigantesca estatua metálica del guerrero espartano que había en la plaza pública y más tarde el Museo Nacional de las Olivas y el Aceite de Oliva (sí, existía de verdad). Brigitte había aprendido más sobre el aceite de oliva de lo que jamás había querido saber, pero ningún gigante las atacó. Tampoco encontraron estatuas de dioses encadenados.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora