Percy.
Se adentraron en la fría lluvia, Llevando chaquetas polares ligeras con sus provisiones y caminaron delante de unos pocos bloques a través de unas calles casi desérticas. Aquella vez Percy fue listo y se había llevado la mayoría de las provisiones del barco. Incluso llevaba la cecina macrobiótica en el bolsillo de su abrigo, en caso de que necesitara tratar con alguna que otra orca más.
Vieron algún que otro ciclista y unos cuantos vagabundos apostados en los portales, pero la mayoría de los habitantes de aquella ciudad parecían estar en el interior de sus casas.
Mientras bajaban por Glisan Street, Percy miró con nostalgia a los tipos de un café disfrutando de una bebida caliente y unas pastas. Estaba a punto de sugerir que se pararan para desayunar cuando oyó una voz calle abajo gritando:
—¡Ja! ¡Tomen eso, estúpidos pollos! —seguido del ruido de un látigo y muchos graznidos.
Percy miró a sus amigos:
—¿Creen que...?
—Probablemente. —coincidió Frank.
Corrieron hacia el ruido. En el siguiente bloque, encontraron un aparcamiento abierto con tres aceras y filas de camiones restaurante llenando las calles por los cuatro costados. Percy había visto camiones restaurante antes, pero nunca había visto tantos en el mismo lugar. Algunos eran simples cajas blancas metálicas sobre ruedas, con toldos y cajas registradoras. Otros estaban pintados de azul o de morado o a lunares, con grandes carteles y coloridos menús y mesas como si fueran unos restaurantes self-service. Uno anunciaba tacos coreanos y brasileños, lo que sonaba algo como una cocina altamente secreta y radioactiva. Otro ofrecía sushi en un palo.
Un tercero vendía bocadillos de helado frito. El olor era increíble, docenas de cocinas distintas cocinando al mismo tiempo.
El estómago de Percy rugió. La mayoría de los camiones estaban abiertos al público, pero no había casi nadie por allí. ¡Podrían coger lo que quisieran! ¿Bocadillos de helado frito? Oh, hombre, eso sonaba mejor que la ternera macrobiótica.
Por desgracia, había más cosas que cocinas abiertas. En el centro del aparcamiento, detrás de todos los camiones restaurante, un anciano en un albornoz corría con un látigo de algas, gritándole a un grupo de mujeres pájaro que intentaban robar comida de una mesa de picnic.
—Arpías —dijo Hazel—. Eso significa...
—Ese es Fineo —supuso Frank.
Corrieron por la calle y se escondieron entre el camión coreano-brasileño y otro que vendía burritos de huevo chino.
La parte trasera de los camiones no era tan apetecible como la parte frontal. Estaba poblada con envoltorios de plástico, contenedores de basura de los que sobresalía la basura, y un tendedero de ropa casero en el que colgaban delantales y toallas húmedas. Brigitte ciertamente no estaba feliz de esconderse allí y no hacía nada para disimular sus muecas.
El tipo del albornoz era viejo y gordo, estaba casi del todo calvo y tenía cicatrices por su frente y una mata de un grasiento pelo blanco. Su albornoz estaba manchado de kétchup y estaba correteando por ahí con unas suaves zapatillas de conejitos rosas, agitando su látigo de algas a la media docena de arpías que estaban planeando por encima de su mesa de picnic. Era del todo ciego. Sus ojos eran del color de la leche, y fallaba la mitad de las veces dándoles a las arpías, pero aun así lo hacía bastante bien.
—¡Atrás, pollos sucios! —gritó.
Percy no estuvo seguro del porqué, pero tenía una vaga sensación de que las arpías deberían estar regordetas. Estas parecían hambrientas. Sus caras humanas tenían ojos hundidos y tenían huecos en las mejillas. Sus cuerpos estaban mudando las plumas, porque tenían partes sin ellas y sus alas eran dotadas de unas pequeñas y secas manos. Se envolvían sacos de estopa por vestidos. Mientras atacaban por comida, parecían más desesperadas que furiosas. Percy lo lamentó por ellas.
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The heroes of Prophecy.
Fiksi Penggemar💐🕊 Brigitte Leclair Es una semidiosa Hija de Venus, que nunca Espero ser parte de la gran profecía / Brigitte nunca pensó que un hijo de Neptuno cambiaría su vida para siempre. Los personajes pertenecen a Rick Riordan, es mía Brigitte y su histo...