Capítulo 20.

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Brigitte

Brigitte se despertó mirando las sombras que danzaban a través del techo de la choza. No había tenido ni un solo sueño. Era algo tan insólito que no estaba segura de haberse despertado realmente.

Mientras estaba allí tumbada, con Percy roncando a su lado y Bob el Pequeño ronroneando sobre su barriga, oyó a Bob y Damasén enfrascados en una conversación.

—No se lo has dicho —dijo Damasén.

—No —reconoció Bob—. Está asustada.

El gigante refunfuñó.

—Debe estarlo. ¿Y si no puedes llevarlos más allá de la Noche?

Damasén dijo la palabra «noche» como si fuera un nombre verdadero: un nombre maléfico.

—Tengo que conseguirlo —dijo Bob.

—¿Por qué? —Preguntó Damasén—. ¿Qué te han dado los semidioses? Te han borrado tu antiguo yo, todo lo que eras. Los titanes y los gigantes... están destinados a ser los enemigos de los dioses y sus hijos. ¿O no?

—Entonces ¿por qué has curado al chico?

Damasén espiró.

—Yo también me lo pregunto. Tal vez porque la chica me incitó o tal vez... Esos dos semidioses me resultan intrigantes. Deben de ser duros para haber llegado hasta aquí. Eso es admirable. Aun así, ¿cómo podemos ayudarles más? No es nuestro destino.

—Quizá —dijo Bob, con incomodidad—. Pero... ¿te gusta nuestro destino?

—Vaya pregunta. ¿Le gusta a alguien su destino?

—A mí me gustaba ser Bob —murmuró Bob—. Antes de que empezara a recordar...

—Ah.

Se oyó un runrún, como si Damasén estuviera llenando un bolso de piel.

—Damasén, ¿te acuerdas del sol? —Preguntó el titán.

El runrún se interrumpió. Brigitte oyó que el gigante espiraba por los orificios nasales.

—Sí. Era amarillo. Cuando tocaba el horizonte, pintaba el cielo de unos colores preciosos.

—Yo echo de menos el sol —dijo Bob—. Y también las estrellas. Me gustaría volver a saludar a las estrellas.

—Las estrellas... —Damasén pronunció la palabra como si se hubiera olvidado de su significado—. Sí. Hacían dibujos plateados en el cielo nocturno —lanzó algo al suelo de un golpe—. Bah. Esto es hablar por hablar. No podemos...

El drakon meonio rugió a lo lejos.

Percy se incorporó de golpe.

—¿Qué? ¿Qué... dónde... qué?

—Tranquilo.

Brigitte le cogió el brazo. Cuando vio que estaban juntos en una cama gigantesca con un gato esqueleto, se quedó más confundido que nunca. Ella cuando cayó en cuenta soltó su brazo como si quemara. Esto no estaba bien.

—Ese ruido... ¿Dónde estamos?

—¿Qué es lo último que recuerdas? —Preguntó ella, tratando de que su corazón latiera menos de prisa.

Percy frunció el entrecejo. Sus ojos parecían despiertos. Todas sus heridas habían desaparecido. Exceptuando su ropa andrajosa y las capas de suciedad y mugre, parecía que no hubiera caído al Tártaro.

—Yo... las abuelas diabólicas... y luego... No mucho.

Damasén se acercó a la cama.

—No hay tiempo, pequeños mortales. El drakon regresa. Temo que su rugido atraiga a los demás: mis hermanos, los que los persiguen. Estarán aquí dentro de unos minutos.

A Brigitte se le aceleró el pulso  más de lo que ya estaba.

—¿Qué les dirás cuando lleguen?

La boca de Damasén se movió nerviosamente.

—¿Qué voy a decirles? Nada importante, mientras ya no estén.

Les lanzó dos macutos de piel de drakon.

—Ropa, comida y bebida.

Bob llevaba una mochila parecida pero más grande. Estaba apoyado en su escoba, mirando a Brigitte como si todavía estuviera meditando sobre las palabras de Damasén: «¿Qué te han dado los semidioses? Somos sus enemigos, sus enemigos inmortales».

De repente, a Brigitte le asaltó una idea tan aguda y tan clara como la lanza de la mismísima Belona.

—La Profecía de los Ocho —dijo.

Percy ya había salido de la cama y estaba colocándose su mochila en los hombros. La miró con gesto ceñudo.

—¿Qué pasa?

Brigitte agarró la mano de Damasén, cosa que sorprendió al gigante. La criatura frunció el entrecejo. Su piel era áspera como la arenisca.

—Tienes que venir con nosotros —suplicó—. La profecía dice: «Los enemigos en armas ante las Puertas de la Muerte». Yo pensaba que se refería a los romanos y los griegos, pero no es así. El verso se refiere a nosotros: unos semidioses, un titán y un gigante. ¡Te necesitamos para cerrar las puertas!

El drakon rugió en el exterior, esa vez más cerca. Damasén apartó suavemente su mano.

—No, muchacha —murmuró—. Mi maldición está aquí. No puedo escapar de ella.

—Sí que puedes —repuso Brigitte—. No luches contra el drakon. ¡Piensa una forma de romper el ciclo! Busca otro destino. ¡Sé que puedes! Hay siempre una esperanza...

Damasén negó con la cabeza.

—Aunque pudiera, no puedo abandonar este pantano. Es el único destino que puedo imaginar.

Los pensamientos se agolpaban en la mente de Brigitte. Su garganta se cerraba producto a sus emociones.

—Hay otro destino. ¡Mírame! Recuerda mi cara. Cuando estés listo, ven a buscarme. Te llevaremos al mundo de los mortales con nosotros. Podrás ver la luz del sol y las estrellas.

El suelo se sacudió. El drakon estaba cerca, atravesando el pantano con grandes pisotones, lanzando su chorro venenoso a los árboles y el musgo. Más lejos, Brigitte oyó la voz del gigante Polibotes, apremiando a sus seguidores a avanzar.

—¡EL HIJO DEL DIOS DEL MAR! ¡ESTÁ CERCA!

—Brigitte —dijo Percy con tono urgente—, tenemos que marcharnos.

Damasén sacó algo de su cinturón. En su enorme mano, la pequeña flor rosa pálido brillaba de manera etérea—. Un último regalo para la hija de Venus y descendiente de la guerra —dijo el gigante con voz cavernosa—. Un agradecimiento por tu historia, cuando llegues... plántala ¿quieres? ¡Ahora márchense!

Brigitte apenas podía retener las lágrimas. Agarró la pequeña flor y la guardó cuidadosamente en su bolsillo, pero fue incapaz de darle las gracias. Sabía que el gigante estaba destinado a luchar a su lado. Esa era la respuesta, pero Damasén se apartó.

—Debemos irnos —la apremió Bob mientras el gatito trepaba a su hombro.

—Tiene razón, Brigitte —dijo Percy.

Corrieron hacia la entrada. Brigitte no miró atrás y siguió a Percy y a Bob hasta el pantano, pero oyó a Damasén detrás de ellos lanzando su grito de guerra contra el drakon que se acercaba, con la voz quebrada por la desesperación al enfrentarse una vez más a su viejo enemigo.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora