Capítulo 1.

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Brigitte.

Brigitte terminó de acomodar su cama y se echó un vistazo en el espejo. Sus compañeras de dormitorio no se encontraban, así que podía tardarse todo lo que quisiera en él sin ser molestada. Adoraba verse a sí misma y arreglarse, no le veía nada de malo, el cuidar su aspecto no la hacía más débil que los demás.

Pasó sus dedos sobre su largo pelo. Brigitte era una preciosidad y ella lo sabía perfectamente, no por nada era la hija de la diosa Venus, una de las diosas más importantes en Roma y no era para menos, alguien que controlaba el amor, el poder más grande del mundo solo podía ser magnífica.

Lastimosamente mientras su madre era admirada, los hijos no tanto y más juzgado y subestimado eras según la cohorte donde pertenecías. Por ejemplo, Michael Kahale era un hijo de Venus de la primera cohorte,  nadie dudaba de su fuerza, en cambio Brigitte era una chica bonita y encantadora, mejor amiga del hijo de Júpiter y eso era todo para ella.

Jason siempre le decía que era una de las semidiosas más valientes y fuertes, si los demás no podían verlo era su pérdida.

Sintió un hormigueo en los dedos y los miró. Había un tenue resplandor rosa y la chica se obligó a calmarse y poco a poco, aquellos destellos rosados desaparecieron.

Desde que Jason había desaparecido sus poderes habían vuelto más caóticos de lo que ya eran antes y realmente a Brigitte no le sorprendía, éstos estaban muy entrelazados con sus emociones y eso era un problema como ahora.

No tuvo tiempo para pensar en eso. Escuchó gritos y arrastres así que se apresuró en salir y ver como todos corrían de un lado a otro.

—¿Qué pasa? —detuvo a uno de los chicos.

—Ataque Brigitte, han podido pasar a los vigilantes en turno  —dijo y siguió su camino, la chica tardó unos segundos antes de asimilarlo.

«Hazel, Frank —pensó.»

Se dirigió a toda velocidad a la entrada del campamento, sacando su iluminador, lista para proteger a sus nuevos amigos.

Empujó a cuanto centinela estuvo en frente. La chica hizo una nota mental para quejarse con Reina, no era posible que los centinelas estuvieran amontonados dentro de la fortaleza sin ayudar.

Abrió la puerta y fue la primera en salir.

Brigitte esperaba... bueno, esperaba cualquier cosa menos lo que vio. Su mejor amiga cruzaba por el riachuelo, el Pequeño Tíber  y detrás de ella un completo desconocido cargando a una anciana risueña.

Frank lanzó unas lechas a unas mujeres con cabello de serpientes, gorgonas, y luego se arrojó al río para cruzarlo.

Ella y Hazel ahogaron un grito  cuando las gorgonas lo atraparon a mitad del cruce. Se lanzaron en picado desde el cielo y lo agarraron por cada brazo. El chico gritó de dolor cuando sus garras se clavaron en su piel.

Brigitte se sintió impotente, estaba demasiado alto para usar su espada y si la arrojaba, pese a su buena puntería podía ser peligroso para Frank, después de todo estaba en manos del enemigo, podrían soltarlo y esa altura era muy peligrosa, o peor esquivarlo y desquitarse con su amigo.

El chico desconocido extendió las manos. El Tíber  obedeció su voluntad. El río se agitó. A cada lado de Frank se formó un remolino. Unas gigantescas manos de agua brotaron de la corriente, imitando sus movimientos. Las manos agarraron a las gorgonas, quienes soltaron a Frank, sorprendidas. A continuación, las manos levantaron a los estridentes monstruos ejerciendo una presión férrea y líquida.

Parecía ignorar todo su alrededor, manteniéndose concentrado en el control del agua.

Sus compañeros retrocedieron chillando horrorizados, todos entendían lo que significaba que un semidiós controlase el agua. Brigitte se quedó de pie, congelada en su sitio sin lograr asimilar por completo lo que veía.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora