Lunes, 22 de mayo del 2023
Había tenido que venir al instituto otra vez en bicicleta. Mis padres habían salido muy temprano de casa y no podían llevarnos. Mi hermano estaba contentísimo, le encanta eso de ir en bicicleta esquivando coches y a mí, normalmente, también me hubiese hecho mucha ilusión, si no fuese porque ninguno de los dos sabía cómo comportarse de manera civilizada y siempre acabábamos haciendo de todo una competición, por lo que había llegado a clase sin aliento y toda sudada.
Para colmo de males, mi hermano había llegado antes que yo. Lo único positivo era que al no utilizar maquillaje ni tampoco cepillo para peinarme por las mañanas, solo bastaban dos minutos en el baño para estar como nueva, es decir, seguía pareciendo que me acababa de levantar.
En realidad, tenía muchas ganas de llegar al instituto, a pesar de que hoy comenzaban oficialmente los exámenes de la tercera evaluación, porque mis amigos y yo llevábamos una semana preparando una de nuestras bromas.
Parecía muy infantil, sin embargo, los chicos y yo llevamos gastando bromas cada vez que podíamos, desde hacía unos años. Todo empezó cuando Yjo, Sam, Tom y yo conocimos al nuevo de la clase, Marco. Un chico con pinta de pijo que, por alguna razón que por aquel entonces desconocíamos, había llegado nuevo a nuestra ciudad. Tuvo algún problema, por lo que estaba repitiendo curso y nos miraba como si nos fuese a asesinar en cuanto tuviese ocasión.
Después de una semana, los chicos y yo le gastamos una bromita sin importancia, aunque la libreta de Matemáticas se le quedó pegada a su mesa y no hubo manera de despegarla. Los profesores supusieron que había sido el mismo para llamar la atención, pero él, por supuesto, sabía que no era verdad.
Nunca supimos cómo lo averiguó, pero él se vengó, aunque años después, Marco seguía insistiendo, que se nos notaba en la cara. Al día siguiente, nos puso unos globos llenos de tinta azul en las mochilas. En la de Yjo no puso nada, ya que, como nos dijo luego, con él no estaba seguro si estaba involucrado o no. A partir de ahí, nació una bonita amistad y nos dejaron de llamar el "cuarteto de los rubios", ahora nos llaman "los cinco rubios".
El nombre no era nada original, éramos cinco amigos inseparables y los cinco éramos rubios, pero no podíamos obligar a los demás a que nos llamasen de cierta manera y ya nos habíamos acostumbrado, incluso teníamos un grupo para enviar mensajes que se llamaba así y solo estábamos nosotros cinco.
Faltaban diez minutos para que empezaran las clases y todos habíamos enviado un mensaje a nuestro grupo creado para esta broma, indicando que en cinco minutos estaríamos en nuestras posiciones. El único que andaba un poco atrasado era Marco. Nos habíamos repartido por todo el instituto y pedido ayuda a otros dos amigos, Alex y Hugo, que a veces se dejaban convencer para gastar las bromas con nosotros.
No estaba nerviosa y no lo decía para calmarme a mí misma o tranquilizar a mi conciencia que estaba sospechosamente callada en lo que llevábamos de día. Habíamos hecho tantas bromas en los últimos años y llegado a tal perfeccionamiento para que no nos pillasen, que ya era todo cuestión de acostumbrarse e intentar seguir siempre el plan.
Algunos adolescentes necesitan salir y emborracharse todos los fines de semana, nosotros necesitábamos gastar bromas, sin perjudicar a nadie en concreto, solo queríamos sacar a todos de la rutina, incluidos a nosotros mismos.
Todo comenzó en cuanto Yjo envió un mensaje que decía "¿Qué haremos después de las clases?". Yo, al igual que mis amigos, prendí la mecha que daba a una caja donde se escondían los petardos con las latas de metal y comenzaron a sonar siete estruendos por todo el instituto a la vez, lo que hizo que todos salieran corriendo del edificio.
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SOMOS CINCO RUBIOS - COMPLETA
Teen FictionEste año es mi último curso en el instituto. Después tendré que saber que voy a hacer con mi vida. He tenido una vida muy fácil, como todos los adolescentes que conozco. Mi mayor problema ha sido elegir mis asignaturas a principio de año, e incluso...