CAPÍTULO SIETE - SAN JUAN

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        Viernes, 23 de junio del 2023

Iba de camino al restaurante. Era mi primer día de trabajo después de que empezase a vivir yo sola en mi pequeño piso o, como lo llaman los chicos, la cueva. No entendí la razón de ponerle ese nombre. El piso tenía mucha iluminación natural y muchas ventanas, pero como los chicos le pusiesen un nombre a algo, no había forma de cambiarles de idea. Eran unos pesados.

No te quejes tanto, solo quieren que estés bien.

La primera noche se quedó Marco en la cama conmigo, por supuesto, sin que sucediera absolutamente nada. Marco era como mi hermano. También se quedaron Tom y Sam en el sofá del salón, que cuando se abría se transformaba en una cama doble, y Yjo en el sillón.

Al día siguiente abrí mi buzón y estaba vació. Bien, un día sin necesidad de hacer nada. Antes de que se despertasen los chicos, le escribí un email a mi nuevo jefe con las últimas novedades, es decir, ninguna, le dije que ya estaba instalada y le agradecí esta oportunidad.

Envié un mensaje a mi madre para que supiese que estaba bien y que los chicos, los cuatro, se habían quedado en mi nuevo piso. Y luego llamé a mi hermano. No había hablado con él desde que me fui y, posiblemente, no entendiese qué estaba sucediendo.

Edu era el mejor, me entendió casi sin que le dijese nada. Además, me prometió que obligaría a papá a traerlo ese día para verme, promesa que cumplió. Al final mis padres y mi hermano vinieron de visita al día siguiente de mi mudanza.

¡Todo muy normal!

El primer día, como los chicos seguían durmiendo a las nueve y media de la mañana, salí para darle una vuelta al edificio, por si veía algo que estuviese roto o la empresa de limpieza no hubiese hecho bien su trabajo. Me encontré varios vecinos y aproveché para saludarlos y presentarme. Me sentía bien. Tenía un nuevo trabajo y lo haría lo mejor posible.

Al final tuve que despertar a los chicos, desayunaron y los eché. Quería habituarme a estar en mi nuevo piso a solas, por lo que les advertí de que ni se les ocurriera venir durante ese día y aproveché para organizar mi nueva agenda, hacer un calendario con mis turnos en el restaurante y ponerlo en la nevera y comprar las cosas que aún me faltaban.

También tenía un mensaje en el buzón, era de una señora del cuarto A, que decía que se había enterado de que me había presentado a algunos propietarios y que ella no podía salir de casa sola, tan solo cuando venía su hija a visitarla, por lo que me agradecía que fuese a visitarla. Hice una tarta de manzana y fue en esa visita cuando hice mi primera amiga en el edificio. Hice, porque Claudia era mi amiga, pero ya la conocía antes de que me mudase.

Martha, la señora que vivía en el cuarto A, era una señora con carácter, pero a la vez muy agradecida y educada. En cuanto ayer la dejé sola en su piso y con la tarta de manzana recién hecha, me miró tan agradecida que hoy por la mañana no pude evitar llevarle pan recién hecho antes de desayunar. Estuvimos hablando un buen rato y al final bajé a mi piso, me subí mi desayuno y la otra mitad del pan y desayunamos juntas.

Parece que Martha te gusta.

Martha es la típica abuela que odiarías a no ser que tuvieses un buen sentido del humor. Es raro encontrarte a alguien tan sarcástica con esa edad, porque Martha debería tener unos setenta años.

Me apunté mentalmente el revisar las notas sobre ella en el libro que me dieron el primer día y apuntar que le gusta más la tarta de peras que de manzanas, aunque, según me ha dicho, le gustan toda clase de tartas y bizcochos.

***

Empezaba a trabajar a las doce y me tocaba un turno de doce horas.

Una locura y nunca entenderé el porqué lo haces.

SOMOS CINCO RUBIOS - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora