CAPITULO CUARENTA Y CINCO - CENA AL COMPLETO

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     Sábado, 2 de marzo del 2024

Estuvimos más de una hora recorriendo la finca y Matt me enseñó orgulloso la casa. A su madre le gustaba pintar, por lo que su marido le construyó un Atelier al lado de la habitación principal, donde entraba mucha luz.

- Mi madre diría que es el lugar perfecto para un cuarto de costura – le dije, cuando me enseñó el Atelier.

- No lo sé, pero lo que sí sé es de una habitación con unas vistas preciosas que te va a encantar – dijo mientras tiraba de mi mano.

Y tenía razón, la biblioteca era impresionante y tenía diez veces más libros que la de mi madre.

- A mi abuelo le encantaba tener primeras ediciones, por lo que, ahora mismo, la mitad de estos libros tienen un gran valor económico. A pesar de eso, mi padre siempre quiso dejar los libros aquí. Decía que cuando tenía unos días libres y venía a esta casa, le gustaba disfrutar de este ambiente que le recordaba a su padre.

- ¿Y para qué querían una casa tan grande? – le dije mientras me sentaba en un sofá y admiraba las vistas a las montañas.

- La casa original tenía doscientos metros cuadrados, aunque cuando mis padres se casaron y se mudaron aquí, mi padre hizo que la ampliaran y ahora tiene más del doble.

- ¿Por qué? – pregunté, ya que no entendía la necesidad de tener tanto espacio una pareja con un hijo.

- Mi padre quería una familia numerosa, ya sabes, ser padre de cinco o seis hijos. Sin embargo, no pudo ser. Mi madre era más joven que mi padre, pero no era una niña cuando se casó y al final solo pudieron tener un hijo, yo.

- Estarían muy orgullosos de ti, si pudiesen verte ahora.

- Sí, yo también lo creo – dijo sonriendo y sentándose a mi lado.

- ¿Por qué no siguieron viviendo aquí?

- Por motivos logísticos trasladaron la central de la compañía cuando yo tenía dos años, pero veníamos varias veces al año a pasar unos días.

- Seguro que eras un niño muy guapo, pero a la vez muy travieso.

- Ellie, ¿te acuerdas el día que nos conocimos? – me dijo poniéndose un poco serio.

- Claro, me regalaste los Adidas que tengo puestos – le dije sin entender hacia dónde quería llegar.

- ¿Qué pensaste cuando me viste por primera vez? – me preguntó tomando mi mano.

- No te voy a contestar a eso – le dije avergonzada mientras él tiraba de mí y hacía que apoyase mi espalda en su pecho.

- ¿Por qué? – me susurró al oído, lo que hizo que se me erizaran los vellos del cuello y de los brazos.

- Porque sabes que me gusta ser sincera y no estoy preparada para hablar sobre ello – le contesté evadiendo su pregunta.

- ¿Tan malo fue? – dijo mientras me besaba la oreja y apartaba mi pelo para besarme el cuello.

- No, pero yo no soy como tú, ni he llevado una vida de desenfreno – le dije un poco avergonzada mientras sus besos hacían que quisiera besarlo, pero él no me permitía que pudiese moverme para hacerlo.

- Entonces, ¿no te fui indiferente? – me dijo sin parar de besarme, lo que hacía que sintiese cada vez más calor.

- Mathew, basta – le dije en un suspiro.

SOMOS CINCO RUBIOS - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora