CAPITULO SESENTA Y SEIS - HAMBRE

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        Martes, 25 de marzo del 2025

Tenía hambre, pero por lo menos no estaba muy cansada a pesar de no haber dormido nada la noche anterior. Esta mañana, cuando oí abrirse el garaje, pensé que podrían ser los obreros que estaban reformando el edificio, pero desde mi escondite pude ver que eran los dos idiotas que me secuestraron ayer. Toda esperanza de pedir ayuda se esfumó en dos segundos.

¿Crees que te traerían a este edificio si no supieran que podían esconderte en él sin que nadie te encuentre?

Sí, sería lo más sensato, al fin y al cabo, la empresa siempre estaba comprando edificios y saneándolos, sobre todo en lo que fue Alemania del Este.

El director ejecutivo de la empresa y su media naranja, el idiota que me secuestró a punta de pistola, pusieron comida y bebida encima de una mesa improvisada, me llamaron dos o tres veces, estuvieron un rato dando vueltas y se volvieron a ir, dejando la luz encendida.

Para no estar tentada en comer o beber, tiré todo lo que trajeron contra la puerta del garaje, así sabrían que no iba a comerme nada de lo que me trajesen. Además, apague la luz, para poder volver a acostumbrarme a caminar entre las penumbras.

A pesar de ser de día, casi no se filtraba luz a través de las ventanas selladas del edificio. Lo peor era que estaban tapiadas con ladrillos. Si fuese otra la situación intentaría romperlas con algún martillo, pero no quería hacer demasiado ruido, porque realmente no sabía dónde estaban mis secuestradores y que estaban haciendo en ese momento.

El tiempo pasaba muy lento y me dediqué a quedarme escondida, sin prácticamente moverme, recordando momentos de mi vida para no aburrirme.

Las primeras horas intenté recordar todas y cada una de las bromas que gastamos mis amigos y yo estos últimos años. Por lo menos me alegraba un poco, aunque la preocupación de estar encerrada y que nadie me encontrase nunca estaba latente en mi mente, sin embargo, no dejaba que me controlase mis pensamientos.

Después intenté acordarme de todos los partidos de fútbol en los que había jugado, en mi antiguo gimnasio, en el actual, en temas de clase, en mi familia, sobre todo en idioteces que había hecho con mi hermano, en la última vez que fui al cine. Pensé en todo lo que se me pasó por la cabeza.

En todo menos en Matt. Me ponía triste la idea de que si me pasase algo se quedase solo. Ya había perdido a sus padres, no sería justo que perdiese además a su esposa.

También pensé en la posibilidad de que estuviese embarazada y que también perdiese a su hijo que aún no había nacido. Eso lo terminaría de destrozar. Aún recuerdo el fin de semana que lo conocí, me dijo que deberíamos tener mucha descendencia porque ser el único superviviente de una familia era mucha presión. ¡Qué irónica era la vida!

Si no cambias tus pensamientos te vas a deprimir.

Eso era cierto, debía tener pensamientos positivos. Los necesitaba para poder salir de allí.

Unas horas más tardes, cuando ya me estaba quedando casi dormida por el cansancio, el hambre y el aburrimiento, se abrió la puerta del garaje otra vez. Volvieron a traer comida y bebida y la colocaron en el mismo sitio de la última vez.

Los dos idiotas subieron a la primera planta, le echaron un vistazo y volvieron a bajar. La próxima vez que hiciesen eso, tendría que intentar hacer algo. No podía estar toda la vida escondida, al fin y al cabo, en algún momento necesitaba comer.

Tenía que trazar un plan, el quedarse a esperar no era una solución. Cuantas más horas pasaban, más cansada y hambrienta estaba y más me costaba pensar con claridad.

SOMOS CINCO RUBIOS - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora