Capítulo 54

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P.O.V. Rocío.

Mi bebito sigue dormido. En verdad que no sé qué fue lo que le pasó, me dijo "Mami" por primera vez, quiso que lo cargue y ahora se durmió en mis brazos sin problemas.

- Amor, no entiendo. William está raro, por primera vez me demostró amor. – Ahora más que estar feliz, estoy sorprendida, y preocupada.

- Ya te dije nena, te extrañó, tú te fuiste y él te extrañó. – Me dice tranquilo. ¿Por qué está tan tranquilo? Pero él puede tener razón.

- No lo voy a volver a dejar solito. – Miro a mi bebito y sonrío. – Mami no te va a volver a dejar solito mi amor, perdóname por ser tan mala contigo.

Le doy un beso en su tierna mejillita regordeta y él sonríe aún dormido. Lo observo, es tan hermoso, tanto que siempre me ha costado aceptar que yo misma lo di a luz. Me acerco más a Ryder y reposo mi cabeza en su pecho, él me abraza y juntos miramos como duerme nuestro bebé.

Después de un rato todo está tranquilo. Platicamos a gusto, justo recuerdo que aún no les ofrezco nada a los chicos, así que dejo a William dormido con Ryder y me levanto.

- ¿Chicos, quieren algo de tomar? – Pregunto levantando un poco la voz para que me escuchen.

- Café. – Responden al mismo tiempo.

- Ok, ya vuelvo. – Entro a la casa, voy hasta la cocina encontrándome con la Nana. - ¿Qué haces Nana? – La abrazo.

- Preparando las cosas para la cena. – Voltea su cabeza y me mira. – ¿Estás bien?

- No sé.

- ¿Por qué? – Pregunta preocupa.

- William me dijo mami... ¡Por primera vez!Luego quiso que yo lo cargara y se durmió en mis brazos sin trabajo alguno... – Pienso y la verdad es que mi hipótesis me da miedo. – ¿Crees qué tuvo miedo de algo? – Pregunto un poquito alterada.

- No creo, tal vez pensó que te fuiste, te extrañó y su reacción fue esa contigo.

- ¡Tal vez! Porque cuando lo cargué se aferró a mi blusa. – Ahora estoy convencida.

- ¿Ya ves? No es nada malo, tranquila.

Yo asiento y le doy un beso en la mejilla, ella me sonríe y yo a ella, la amo tanto.

- Gracias por ayudarme, estaba preocupada. – Le digo dándole un abrazo por la espalda. En tan poco tiempo la considero más mi madre que a mi madre. De la cual gracias a Ryder supe hace poco que se fue hace meses con mi padre de Honduras, se mudaron a una isla de América insular.

Me separo de ella ya que está ocupada y voy a lavarme las manos. Preparo los cafés y sirvo una taza extra para la Nana.

- Ten, Nana. – Le doy la taza. – Debes estar con frio. – Ella me sonríe y comienza a dar sorbos. – Y no estés tanto tiempo de pie, pide ayuda o déjalo así y ve a descansar. – Ella niega aun tomando, es tan necia.

- Gracias, mi niña, pero yo puedo. – Yo niego, pero le sonrío, tampoco me dejará ayudarle y aunque es una señora tiene mucha fuerza, lo sé porque otras veces ya me ha sacado de la cocina con facilidad. Le doy un beso.

- Está bien. Ya me voy, debo dejarle esto a los chicos. – Ella asiente, tomo la bandeja con las otras seis tazas y las llevo a la salita.

 – Ella asiente, tomo la bandeja con las otras seis tazas y las llevo a la salita

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Mía Para Siempre, Mi Luna. (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora