Capítulo 46

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P.O.V. Rocío.

Después de pensar un rato Ariana vuelve a hablar. – ¿Y si lo ignoras? Sólo lo cuidas sin hablarle y verlo.

- No parece tan malo como las opciones anteriores, tal vez lo intentaré.

- Deberías empezar ahora porque si no, no dormirá nada en la noche.

- Ok, tienes razón... ¿Quieren algo?

- No estoy bien, gracias.

- De acuerdo y tú Daniel.

Medita un poco viendo a la nada. – Cuidar un bebé siendo padre soltero cansa mucho y quiero algo que consienta mi paladar... – Ariana y yo nos miramos mientras nos reímos. Las ocurrencias de nuestro osito siempre nos hacen reír. – Helado, si, eso quiero.

- Daniel, estás viendo y no ves, estamos en Alaska. – Dice Ariana apuntando al aire.

- ¿Y qué? Estaría en la Antártida y comería helado siempre.

- Sabes que Roce, cambié de opinión, quiero helado. Este ya me convenció.

- Sabes que querías desde un principio amiguita de mi vida. – Le dice burlón y sonrío.

- Está bien, ya vuelvo. – Dejo a William a un lado con cojines y comienza a llorar más fuerte de lo que ya lo hacía. Lo ignoro y voy a la cocina, preparo los helados y regreso a la sala con los recipientes. – Tomen chicos – Les digo dándoles a cada uno su helado.

- Gracias. – Agradecen en coro.

- De nada. – Me siento cerca de mi bebito y comienzo a comer mi helado. La verdad es que Daniel tiene razón, el helado está delicioso y eso que está haciendo mucho frio.

- ¿Daniel, por qué no le cuentas a Roce lo que quieres? – Sugiere Ariana de repente.

- ¿Qué pasa? – Pregunto preocupada.

- No es nada malo. Es sólo que Lia no quiere que trabaje. No me molesta que ella trabaje, gane dinero y me mantenga, no soy machista, pero extraño mi profesión, dar clases, cuidar a los niños. – Dice triste.

- Te entiendo, yo estoy en las mismas y mi gruñón nunca me dejará hacerlo. Es por nuestro bien, tienen muchos enemigos y no quieren que nos lastimen.

- Si, eso mismo dijo Tyler y no le volví a insistir.

- Es lo mejor. Tal vez con el tiempo volveremos a hacer las mismas cosas de antes. – Ellos asienten y comen sus helados cabizbajos.

- No hay que entristecerse, por ahora tenemos a los niños que siempre quisimos cuidar... – Ellos me ven. – Nuestros bebés.

Sonríen y toman a sus hijos para mimarlos. Quiero hacer lo mismo pero el plan debe funcionar y para eso debo contenerme, aunque es muy difícil mi bebito es hermoso y lo amo mucho, solo me dan ganas de consentirlo todo el tiempo.

Después de un tiempo se remueve inquieto, ya tiene hambre. Lo tomo y pongo la mantita en mi pecho para cubrirlo a él también. Bajo mi blusa y le ofrezco mi pecho, él lo toma y comienza a comer. Después de un tiempo succiona mientras se queja, está acostumbrado a que yo le haga caricias en su cabecita y espalda mientras come y no lo estoy haciendo. Me parte el corazón, pero debo seguir si quiero que duerma.

Después de un tiempo, mis amigos duermen con sus bebés, están muy cansados, y mi bebito solo se queja, está muy mimoso, a esta hora él ya está tomando su siesta. Me alejo de mis amigos para no despertarlos, mi bebé suelta mi pezón y me mira con pucheros.

Suspiro, estoy a punto de rendirme. – Ya bebito, duerme.

Lo tomo y lo pongo en mi pecho con su carita en mi cuello, le doy palmaditas en su colita y espalda. Después de mucho tiempo comienza a cerrar sus ojos, le pongo un chupete y en movimientos suaves lo balanceo mientras lo arrullo... Por primera vez lo dormí, estoy muy feliz. ¡Lo dormí! Lo iba a dejar en su corralito, pero recuerdo que duerme en el pecho de Ryder, así que lo dejaré en el mío. Me siento en un mueble y lo dejo allí.

Mía Para Siempre, Mi Luna. (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora