♡ Capítulo 1

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    A sus 26 años, Christopher Adrian Keller había sido un hombre atractivo, adinerado y exitoso. Trabajaba como abogado en una de las firmas más respetadas de la ciudad de San Francisco, y gozaba de una buena reputación, y del respeto de sus colegas; quienes le consideraban un hombre íntegro, responsable, e implacable cuando se trataba de defender los derechos de sus clientes. Sin embargo, su vida personal no era tan ordenada como la laboral. Chris tenía muchas conquistas, pero no sentaba cabeza, porque no se sentía listo para un matrimonio ni mucho menos para la atadura de una paternidad. Le gustaba su libertad, el ir de cama en cama, divirtiéndose, sin establecer un apego emocional, y cada vez que su madre, cuando se reunían los domingos para almorzar en la vieja casa familiar, le echaba aquel sermón sobre que su promiscuidad no hacía feliz a Jesucristo, y que debería constituir un hogar al lado de una buena mujer, él siempre tenía la misma respuesta: Soy joven aún, Ma. Ya habrá tiempo para todo eso.

Nunca estuvo consciente de su insignificancia, de lo frágil que podía llegar a ser su cuerpo. Siempre concibió al tiempo como algo infinito que no se le agotaría, al menos no antes de alcanzar los setenta años, hasta que llegó el día en que su vida cambió por completo. Inició con una fiebre incesante, acompañada de temblores, y un dolor agudo en su espalda baja. Cassidy, su chica del momento, fue quién le llevó al hospital donde le hicieron los exámenes que confirmaron que sus riñones no estaban funcionando como deberían. No volvió a saber de ella tras recibir el diagnóstico, y poco a poco, sus amigos fueron desapareciendo porque, ¿quién querría estar alrededor de un enfermo? Él no era más aquel tipo despreocupado y divertido, quien era el alma de todas las fiestas.

Su madre y Maggie, su hermana, estuvieron a su lado durante cada tratamiento y cirugía a la que se había sometido en los últimos cuatro años.

A su padre lo había visto contadas veces. Ellos no habían tenido una buena relación desde la muerte de James, su hermano mayor...

—Dame las llaves —me reclamó James, pero yo era un borracho testarudo y no cedí por las buenas—. ¡Que me des las malditas llaves he dicho! —insistió mi hermano.

Forcejeamos, y al final él acabó conduciendo porque yo había mezclado el alcohol con drogas duras. Estaba intoxicado, al punto de que apenas lograba sostenerme en pie, y me vine en vómito sobre la acera.

—¡Eres un idiota, Christopher! —me reprochó durante el trayecto a casa—. Y estoy harto de ser tu jodido niñero.

—¡Nunca te he pedido que lo seas! —contesté con testarudez, me dolía la cabeza, así que cerré mis ojos mientras seguía hablando—. Que te entrometas en mis asuntos, y que te aparezcas en cada fiesta para sacarme a rastras como si fuera un chiquillo. Sé valerme por mí mismo, James, y no te necesito en mi... —No logré terminar la frase, porque entonces pude percatarme de aquel ruido agudo. Me espabilé, y vi al camión que, al haber perdido el control, impactó contra nosotros, haciendo pedazos el metal del vehículo e impulsándonos hacia el vidrio delantero. Lo atravesé y caí sobre el asfalto, sentí dolor por todas partes, luego, perdí la consciencia.

Desperté, días después, en el hospital. Estaba enyesado e intubado, y las personas se comportaban de un modo extraño conmigo, yo notaba que me estaban ocultando algo importante, y deduje lo que había pasado mucho antes de que mi madre me lo dijera. James había muerto en el accidente, mientras que yo sobreviví a pesar de tener heridas muy graves. Los doctores lo catalogaban de milagro, pero para mí fue la más absurda ironía. Yo había sido un vago drogadicto, ¡una escoria blanca sin futuro!, mientras que mi hermano fue un hijo ejemplar, y un estudiante aplicado. Se suponía que iría a la universidad al acabar ese verano y que se dedicaría a la política. Eso era de lo único de lo que hablaba, de sus deseos de instaurar un cambio dentro de aquella sociedad de mierda. James era un buen chico, tan compasivo y altruista. No merecía lo que le pasó.

Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora