♡ Capítulo 29

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   Al despertar dentro de aquella habitación, recordó muy poco respecto de las últimas 24 horas. Se sentía somnolienta; con pesadez en la lengua y en el resto de su cuerpo. Dados sus conocimientos en enfermería, supo de inmediato que le habían suministrado alguna sustancia para mantenerla sedada.

Levantó su cabeza con dificultad, percatándose de la intravenosa que había sido colocada en su brazo derecho, así como del monitor cardíaco al que estaba conectada.

«¿Qué me ha sucedido?», se cuestionó.

Memorias del choque la abatieron. El cómo recibió aquel impacto desde la parte trasera de su vehículo, que la impulsó hacia adelante, ocasionando que su cráneo impactase contra el espejo retrovisor. Aunque gracias a que la bolsa de aire se activó a tiempo, no atravesó el vidrio parabrisas.

Evocó las voces de los paramédicos que la rescataron, y recordó el ser tomada en brazos por un hombre, también ir en una ambulancia que la trasladaba al hospital. ¿Era allí dónde se encontraba?, ¿tan grave había sido su diagnóstico para que la mantuvieran de aquel modo? Necesitaba hablar con el médico tratante, o con alguna enfermera, pero siquiera lograba mover sus manos; estaba muy adormecida. Sudaba, y su corazón se estaba acelerando tanto, que la máquina comenzó a pitar con fuerza.

Segundos después, la puerta que daba acceso al cuarto se abrió.

«¡Dave!»

Era bueno el ver a una cara conocida, o al menos eso pensó, hasta que él comenzó a comportarse de aquel modo siniestro.

Juliette trató de hablarle, pero su lengua no se movió.

—Descansa, Jules —le dijo, acariciándole la barbilla y acercándosele mucho, de una forma que transgredía su espacio personal—, yo cuidaré de ti.

«¿Cuidar de mí?, pero ¿qué es lo que tengo?»

No podía estar tranquila, con todas esas dudas rondando en su cabeza. Se sacudió, valiéndose de la poca fuerza que le quedaba en el cuerpo, y fue cuando él tomó aquel frasco. Le inyectó una nueva dosis; para mantenerla inconsciente y a su completa merced por algunas horas más.

El midazolam tardó tres minutos en hacerle efecto. Juliette cerró sus ojos, y volvió a quedarse dormida.

Dave se mantuvo a su lado. Mirándola con morbo. ¿Cuántas veces había fantaseado con tenerla así?, su deseo estaba cumpliéndose y no estaba dispuesto a dejarla ir. Tenía influencias en el hospital, su familia anualmente desembolsillaba millones de dólares en beneficio de la institución, y valiéndose de estas, había logrado que su víctima fuese trasladada a un área aislada del resto, donde muy pocas personas podrían acceder. También sobornó al joven médico que la había atendido en el área de emergencias, y que no deseaba perder su trabajo, por lo que se prestó para alterar su diagnóstico, transformando lo que era una contusión cerebral (que podría haber sido tratada en casa, y curaría en un par de días), por una enfermedad compleja, para mantener a la paciente bajo estricta supervisión.

Se inclinó sobre su bella durmiente, olisqueándole y atreviéndose a poner sus manos sobre los montículos de sus senos; esos que le resultaron tan suaves, que se excitó. Pudo subírsele encima, para satisfacerse allí mismo. Sopesó la idea, relamiéndose sus labios, pero antes de que pudiese cometer tal ultraje, lo interrumpieron.

—¿Qué carajos haces aquí, Amber? Acaso no te dije que no entraras al cuarto cuando estoy con ella... Te contraté para vigilar que nadie metiera sus narices por acá, más no para fastidiarme.

—Por eso es que he venido... Hay un hombre haciendo escándalo en la recepción, dice que quiere ver a Juliette, y que no se irá, hasta que se lo permitan —contestó su cómplice.

Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora