♡ Capítulo 28

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   Los paramédicos no tardaron en llegar a la escena del accidente, también los bomberos, porque uno de los vehículos involucrados en la colisión había acabado volcado en una posición que dificultaba el poder extraer al conductor. Por suerte, ese no fue el caso de Juliette, quien fue una de las primeras víctimas en ser auxiliadas. Uno de los hombres la tomó entre sus brazos y luego, la tendió sobre una camilla. Le dijo que se quedará quieta y que no hiciera ningún movimiento brusco con su cuello, también le revisó el resto del cuerpo para verificar que no tuviese más cortaduras. Parecía estar sana, salvo por esa magulladura que se había hecho en la frente, pero sufría de pensamiento confuso y dolor de cabeza, por lo que los rescatistas decidieron trasladarla al hospital, para así descartar que no tuviera alguna lesión interna.

En el área de emergencia del centro médico, fue sometida a un examen neurológico completo, consistente en una serie de pruebas cognoscitivas, una Tomografía Axial Computarizada (TAC), además de una Resonancia Magnética, y el doctor consideró necesario que le hospitalicen durante todo ese día para su observación.

La noticia se corrió por todo el hospital, y varios de sus compañeros de trabajo pasaron a saludarla, y a conocer su estado, aunque no podían permanecer por mucho tiempo, ya que la orden que había dado el médico tratante era que la paciente debía guardar un estricto reposo.

Su dolor de cabeza era penetrante y persistente, por lo que le dieron a tomar una sustancia para aplacar el malestar, y permitirle dormir.

Juliette estaba inconsciente cuando Dave entró a su habitación, y aprovechándose de su estado indefenso, el hombre se le acercó mucho.

Aquel accidente de tráfico le había sido beneficioso. La joven no tenía parientes en la ciudad de San Francisco, y Sophia no estaba cerca para fastidiar, porque esa mañana había subido a un avión, con destino a Hawái, donde tendría unas vacaciones junto a su marido, en un intento desesperado de reparar su ya fracasado matrimonio. Ahora solo le estorbaba el idiota del abogado, pero él se encargaría de mantenerlo lejos de esa habitación, de modo que al despertar y durante toda su recuperación, Juliette únicamente lo tuviera cerca. "Al fiel y buen, Dave", quien la trataba con adoración y la amaba de verdad, no como el otro, el bastardo infiel de Christopher Keller, que embarazó a otra y siquiera se había acercado a verla en un momento tan difícil...

Dave se carcajeó malévolamente, regodeándose de su plan.

Ella iba a ser suya.

*

   Chris había llamado al teléfono local del departamento de Juliette, también al número de Sophia, con quien sabía su novia pasaba la mayor parte de su tiempo, pero siquiera ella le había contestado.

«¿Qué carajos estaba ocurriendo?», pensó con angustia, pasándose las manos por el pelo.

Necesitaba salir de allí, y buscarla.

—¿Qué te sucede? ¿A dónde vas? — Katlyn lo aferró por un brazo.

—A buscar a Juliette —dijo, con la respiración agitada. No sabía explicarlo, pero tenía una sensación extraña; un escalofrío que le recorría por la columna, generándole ansiedad. Presentía que su amada corría peligro, y que lo necesitaba.

—¡Cálmate!... Ella ha de estar trabajando o capaz, solo quiere estar a solas. Dale su espacio, que a nadie le gustan los hombres empalagosos —le persuadió, sobándole por sus hombros.

—Sí, tienes razón... Esperaré hasta mañana —contestó, cayendo en las manipulaciones de aquella arpía tan astuta. Katlyn se sonrió, victoriosa. Luego, le dijo que le prepararía la cena. Elaboró una pasta para ambos, quejándose por los pocos productos que tenía a su disposición.

—Es por mi trasplante —le explicó con paciencia, aunque ella ya lo estaba exasperando—. Solo puedo ingerir lácteos desnatados, y no puedo abusar de la sal ni de las especias, tampoco de las salsas procesadas. Así que procuro comer orgánico. Claro que, de vez en cuando, me tomó un café o alguna golosina. No soy perfecto.

—Eso es debatible —refutó, inclinándose sobre el mesón de mármol que los separaba para exhibirle su escote. Tenía senos turgentes y simétricos; hechos por uno de los mejores cirujanos plásticos de Los Ángeles, y sabía sacar buen provecho de ellos—. Porque yo creo que eres un completo encanto.

Se incomodó ante su desfachatado coqueteo, su Jefa estaba cruzando esa línea que habían establecido; la que separaba lo profesional de lo personal, y Christopher no sabía cómo rechazarla, sin ser cruel.

—Katlyn...

—Lo digo de un modo platónico —manifestó, al notar su mirada contrariada—. Así como de seguro tú lo has de haber pensado sobre mí, o acaso, ¿no crees que soy hermosa?

—Sí, yo creo que eres bonita...

—¿Pero?

—Estoy enamorado de Juliette, y solo ella me hace sentir... de ese modo.

—¡Eso no me lo creo! No puede ser que nada más te excites con ella... Te apuesto a que, si ahora mismo te doy un beso, te provocaré una erección —insistió, y le pasó las manos por el torso de una forma que constituía acoso. Por eso, él la aparto, y decidió dejarse de sutilezas.

—Yo no quiero que me beses, ni que me toques —expresó, y notó el cambio en las facciones de su Jefa, que pasaron de seductoras, a rabiosas.

—¿Cómo puedes rechazarme?, ¿no te das cuenta de la clase de mujer que yo soy?, cualquier otro hombre en tu posición vendería su alma al diablo, por lograr hacer el amor conmigo.

—Tal vez... ¡Pero yo no soy así! Perdona si te di alguna impresión equivocada. Únicamente pretendí ayudarte, porque me das mucha lástima... —Ella no lo dejó acabar, porque le arrojó un plato, que Chris supo esquivar, y dio a parar contra una de las paredes de la cocina.

—Quiero que por la mañana saques tus mierdas de este departamento, y no te molestes en aparecerte al bufete el lunes, ¡estás despedido!

—¿Olvidas que sé lo de tu bebé? También de tus infidelidades —rebatió, en un intento de chantajearla; no porque le importase aquel trabajo, sino porque le disgustó su actitud, de atacar cuando no lograba hacer su voluntad.

—¡Anda!, ve y díselo a Conrad... No serías el primero ni el último en irle a hablar pestes sobre mí, pero el idiota nunca les cree, porque lo tengo comiendo de mi mano. Esos cardenales que te mostré no me los hizo él, sino Nathan... ¿Qué te puedo decir? Me gusta que me follen duro, y recibir uno que otro golpe mientras llegó al orgasmo —expresó, sorprendiéndolo; porque era la primera vez que él advertía su locura—. No me quieres como tu enemiga, Christopher... Y si aspiras seguir ejerciendo la abogacía en esta ciudad, será mejor que mantengas tu boca cerrada.


Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora