La "No" cita con Dave O'brien había marchado bien, él era un hombre muy caballeroso y un fantástico conversador; le transmitía la suficiente confianza como para hablar de cualquier cosa, desde lo difícil que podía resultar el trabajo en el hospital hasta de series de televisión. Juliette había disfrutado de la cena, pero de un modo amistoso, porque era así como veía a Dave, como a un colega simpático. Claro que el hombre tenía otros intereses, y se los hizo saber al salir del restaurante, y llevarla hasta su domicilio.
Al aparcar frente al edificio en que ella vivía, Dave le dio dos besos, uno en su mejilla derecha, y otro más cerca de su boca. La proximidad física le puso nerviosa, y le paralizó, porque Juliette no estaba segura de que hacer. No dejaba de pensar en las palabras de Sophia, sobre disfrutar de la vida antes de que la juventud se le acabase, y ya fuera demasiado tarde. Dave era agradable, era bastante atractivo, le llevaba unos pocos años, y estaba perfectamente sano, él fácilmente podría concederle una buena noche de sexo, de esas calientes que Juliette jamás había tenido porque su único y primer amante había sido un mediocre que no la había sabido tocar en los lugares correctos; y hasta pudiese que ella acabase amándolo con el tiempo, así como en esas historias de Hollywood, donde de tanto follar los amigos se enamoran... ¡A quién carajos trataba de engañar!, no podría enamorarse de Dave, ni de ningún otro, porque su corazón ya había sido reclamado, por un hombre tierno, que tenía un par de ojos azules preciosos y una risa escandalosa y ridícula, un hombre que hacía muchas estupideces, que la desquiciaba con sus payasadas, pero que también le conmovía y le emocionaba con cada uno de sus gestos, con cada caricia y cada palabra. ¡Era Chris!, solo Chris y tal vez, por siempre fuese Chris. Porque aquel amor no solo lo sentía en el corazón, sino en los huesos y en el alma. Era un amor que no había deseado, ¡no así! Tan doloroso y trágico, pero del que ya no podía desligarse.
Se despidió de Dave, y notó su decepción, cuando salió del auto y entró al edificio, sin ofrecerle que subiese con ella.
Ya adentro del departamento, se deshizo de aquella ropa provocativa y de los incómodos zapatos. Se dio un baño largo en la ducha, pasándose jabón por todo su cuerpo, y al cerrar los ojos, recordó esa conversación que había tenido con Chris en el hospital, cuando él le confesó que estaba celoso.
Sintió un revoloteo en su estómago, y decidió que por la mañana se sinceraría con él, sobre que se estaba enamorando y que quería estar a su lado; no como su enfermera, sino como su mujer. Ella deseaba que estableciesen una relación.
*
Sucedió de improvisto.
Chris sintió un dolor agudo en la parte posterior de su tórax y a los minutos, comenzó a sangrar por la boca. Pronto, sus signos vitales se debilitaron. Estaba sufriendo una hemorragia interna.
«¡No!
Por favor, Dios, no estoy listo para morir todavía.
Concédeme un poco más de tiempo.
Solo un poco más...
Junto a ella.»
Perdió la consciencia, y su corazón dejo de latir.
El doctor Johnson tomó el desfibrilador y lo colocó sobre su pecho. Su cuerpo se sacudió tras recibir la primera descarga, pero él no despertó.
El médico ordenó aumentar la potencia de la descarga, luego, repitió el proceso, y, Chris inhaló profundamente, al regresar a la vida.
—Su ritmo cardíaco es estable —oyó decir a uno de los enfermeros.
—¡Bien! Hay que llevarlo al quirófano, debemos controlar la hemorragia —dijo el doctor Johnson.
Le cargaron y colocaron sobre una camilla, para, después, desplazarle a través del pasillo. Chris no distinguía las figuras a su alrededor, solo la luz intensa de los bombillos, y cuando le aplicaron la anestesia, él fue absorbido por la oscuridad.
*
Esa misma noche había ocurrido una explosión en las cercanías del hospital y el área de emergencias estaba atiborrada. Doctores y enfermeras corrían de un lado al otro, atendiendo a pacientes que se encontraban en estado crítico. Juliette solo pudo acercarse al área de cuidados paliativos por la tarde del día siguiente, y al entrar a la habitación 24, le encontró vacía.
—¡No! No, ¡No! —gritó ella, porque sabía perfectamente el cómo funcionaba el protocolo del hospital, y, corrió por los pasillos hasta dar con Sophia.
—Jules, ¿qué sucede? —dijo la mujer afroamericana al notar cuán afectada estaba.
—El paciente de la habitación 24, Christopher Keller... ¿Por qué no está en su cuarto? ¿Le sucedió algo anoche? ¿Está acaso...? —No pudo terminar la frase, es que no podía respirar bien, siquiera moverse, y el pecho le dolía, al considerar que él estuviese muerto.
—Pensé que lo sabías, por eso no te dije nada esta mañana... Sufrió un paro cardíaco anoche. Lo intervinieron de emergencia, y, ¡sobrevivió! Se encuentra en cuidados intensivos —le comunicó Sophia.
Juliette sintió que el alma le regresaba al cuerpo.
—¡Necesito verlo! Sé que es un área restringida, pero ¿podrías ayudarme?
Sophia no respondió de inmediato, se mantuvo pensativa y le observaba con preocupación.
—Por favor, Sophie. Te lo suplico.
—De acuerdo —accedió la morena.
Las dos enfermeras caminaron hasta cuidados intensivos. Sophia tenía más años de experiencia y un cargo más alto, por eso tenía acceso a dicha área.
—Entra, pero que sea rápido —le indicó—. Me quedaré en el pasillo, por si alguien aparece.
Juliette ingresó al cuarto.
Allí Chris yacía recostado, con sus párpados cerrados.
Se le acercó y tocó su brazo. A penas percibir su caricia, él reaccionó.
—Debo estar en el cielo, porque tú eres un verdadero ángel —le dijo sonriente, la anestesia aún corría por sus venas y eso le hacía hablar sin filtro—. ¿Por qué lloras, ángel mío?
—Porque estaba preocupada por ti.
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Todo lo que quiero, eres tú
RomanceChristopher Keller es un hombre enfermo de gravedad, que guarda profundos arrepentimientos. A pesar de necesitar un trasplante de riñón para salvar su vida, las probabilidades de encontrar un donante compatible parecen cada vez más escasas, y él se...