♡ Capítulo 20

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    Acordaron verse en el hotel donde se llevaría a cabo el evento benéfico, Chris llegó primero, y aguardó por algunos minutos en la recepción hasta que Juliette cruzó las portezuelas giratorias de la entrada.

Él se quedó sin aliento, es que siquiera lograba parpadear. ¡Estaba bellísima!, con su vestido brillante de tiras finas y de escote pronunciado, la falda le llegaba hasta los pies, pero se le ajustaba divinamente, exhibiendo esa figura curvilínea que ella tenía; sus cabellos castaños estaban recogidos en un moño elegante que exhibía su cuello, y, su rostro se veía muy pulcro, porque se había maquillado, destacando sus ojos verdes con aquella sombra satinada, así como sus labios, que le parecieron tan carnosos y besables con ese lápiz de color rojo que ella les había colocado encima.

—¿Impresionado? —expresó Juliette al tenerlo al frente y notar su cara de menso. Es que Chris seguía con la boca abierta.

—Mucho —logró decir, esforzándose por recuperar la calma y por hacer que la sangre dejase de acumularse en cierto punto sensible de su cuerpo—. Jules... Eres lo más lindo que he visto en mi vida.

—¡Zalamero!

—Es verdad —replicó Chris, agarrándola por la cintura—. Ya hasta me entraron ganas de rentar un cuarto y...

—¡Nada de eso! No pasé todas esas horas en el salón de belleza para que me desvistas en cinco minutos —refutó ella, y él se echó a reír—. Vamos, entremos al salón.

Se tomaron de las manos, y caminando al lado del otro, recorrieron aquel pasillo que les separaba del área del hotel donde se estaba desarrollando la subasta. Todos los objetos a ser ofertados estaban expuestos a lo largo del amplio espacio. La mayoría eran obras de arte, y algunas otras, eran antigüedades u objetos que pertenecieron a celebridades de la talla de Jackie Onassis o Marilyn Monroe, donadas por la familia O'Brien y por los patrocinadores de la fundación asociada al hospital.

Había camareros en todas partes, ofreciendo bebidas y aperitivos, a la vez que un grupo de músicos interpretaba una versión instrumental de My Heart Will Go On (Celine Dion).

Reconocieron a varias caras conocidas, como Sophia, que estaba discutiendo con su marido -razón por la cual no se detuvieron a saludarla- así como, a algunas de las enfermeras y practicantes que trabajaban con Juliette, quienes habían cuidado de Chris durante su enfermedad; pero el saludo más efusivo vino de parte del doctor Johnson.

—Sr. Keller... Señorita Rhys, me da gusto verlos—manifestó, sonriéndose con jocosidad. Puesto que estaba atando los cabos sueltos, y ahora estaba seguro de que la enfermera era la novia de la que su paciente le había estado hablando desde hacía meses, y la causante de sus constantes preguntas sobre sexualidad. El señor Keller tenía las hormonas alborotadas, ¡cómo adolescente en plena pubertad!, aunque era comprensible, dada su delicada condición médica y a todos los cambios por los que su cuerpo había atravesado desde que recibiese su trasplante de riñón. Además, pensó el hombre maduro, ¿quién no andaría caliente al tener una novia así de hermosa? La señorita Rhys era una absoluta beldad, y eso hasta Johnson lo notaba, aunque con sumo respeto, y de una forma meramente platónica.

—Lo mismo digo, Doc. —respondió en un tono desfachatado, y Juliette se puso roja de vergüenza. Es que, ¿cómo se le ocurría llamar así a su jefe? Sin embargo, pronto se dio cuenta de que los hombres se tenían bastante confianza, al punto de que Johnson ni se inmutó al escuchar el apodo, y hasta se enfrascó en una conversación de varios minutos con Christopher, en la que les reveló que el cuadro que tenían al frente había sido pintado por el mismo.

—Estuve en la Escuela de Artes Visuales de Nueva York por seis semestres, antes de decidirme a estudiar medicina... Siempre estuve indeciso sobre cuál de las dos profesiones ejercer.

Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora