♡ Capítulo 44

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    Miami era cálido y ruidoso, muy diferente a San Francisco.

Decidió quedarse allí por un tiempo. Hizo varios trabajos, como vendedora en una tienda de ropa, así como en un puesto de comida rápida; hasta que Clara Paz, una chica española que había conocido durante una clase de yoga, le habló sobre una vacante como niñera.

—La paga es buena y la mayoría de los hogares te asignan un anexo dentro de la casa, con baño y todas las comodidades, además costean la comida y servicios. Eso sí, algunos de los chiquillos son infernales. Sobre todo, los del este de la ciudad; hijos de ejecutivos y empresarios, caprichosos y malcriados. Requiere de mucha paciencia... Pero ¿qué me dices?, ¿irás a la entrevista?

—Sí, creo que lo haré —afirmó Juliette.

—¡Genial! Los Becket viven justo al frente de mis clientes, así que, si te dan el puesto, nos volveremos inseparables —dijo la mujer española, sonriendo.

Obtuvo el trabajo, y pronto se volvió la niñera de la familia Becket. La madre era una mujer frívola y desconsiderada; el padre siempre estaba ausente; y los chicos, Daryl y Devin, eran la reencarnación del diablo.

Tenía muy poco tiempo libre, pero agradecía por ello, porque acababa tan cansada que le era imposible el ponerse a recordar. Así transcurrieron las semanas, y durante el invierno recibió una inesperada visita.

—¡Maggie! —exclamó al reconocer a la hermana de Chris.

—Hola, Juliette. Perdona si me he presentado de este modo... No deseo incomodarte.

—No lo haces. Ven, entra a la casa. —Le invitó a sentarse, y le ofreció una bebida.

—Pero ¿qué haces aquí? —indagó.

—He venido a desearte feliz navidad y a entregarte esto. —Maggie sacó de su bolso una cajita de color rojo, y adornada con un bonito lazo dorado—. Chris dejó un regalo para cada uno de nosotros, y este es el tuyo.

Juliette la tomó y la estrechó contra su pecho.

No se sintió con fuerzas suficientes para abrirlo en ese momento, así que decidió guardarlo para más tarde.

—Sé que fui una arpía contigo.

—No...

—¡Sí! Lo fui, porque era muy sobre protectora con él. A pesar de que era mayor que yo, sentía que debía cuidarlo y evitar su sufrimiento... Pero me equivoqué respecto a ti. ¡Mi hermano te amaba!, y tú le hacías tanto bien. Era feliz cuando tú estabas cerca, y por eso, me siento en deuda contigo. —Le tomó de las manos—. Gracias —dijo antes de marcharse.

Días después, Juliette desenvolvió el obsequió.

Adentro, se hallaba una cadena de oro con un bonito dije con forma de sol, también un pendrive. Tomó el dispositivo y lo colocó en su portátil; allí descubrió el vídeo que este contenía.

Se tomó su tiempo, ansiosa, antes de reproducirlo y, cuando a través de la pantalla, volvió a ver el rostro de Christopher, su corazón dio un salto.

—Hola, bonita —le saludó, sonriendo coqueto, y ella apoyó sus dedos sobre el ordenador—. Sé lo que estás pensando y te pido, ¡no te enojes, conmigo! Hay tantas cosas que quiero decirte, y no tengo el coraje para hacerlo en persona... Has de estar por llegar, así que debo ser rápido. Te compré un collar, ¡lo sé! Es cliché, pero cuando lo vi en un aparador, me pareció que era perfecto para ti. ¿Por qué un sol? ¡Prepárate, nena! Que se viene mi momento más cursi... "Porque es una estrella que brilla con luz propia", y para mí, eso eres tú... Eres tan maravillosa, Jules; y no pareces estar consciente de ello. Lo notó cada vez que te halago o piropeo, como sonríes melancólica e insegura. Necesito que eso cambie, que comiences a creértelo y salgas a devorarte el mundo. No quiero que te dejes consumir por la tristeza. Debes seguir adelante, y si conoces a alguien más, ¡estoy seguro de que lo harás!, no te aferres a las promesas que me hiciste. Deseo que seas feliz, y que vuelvas a amar.

Aunque Chris trataba de mostrarse tranquilo, Juliette notaba las lágrimas en sus ojos, y eso le desgarraba el alma.

—Te adoro, te amo... Estoy tan perdidamente enamorado de ti, y eso me llena, me hace creer que todo esto tuvo un propósito... Porque tú eras mi destino.

Se escuchó la puerta abrir, él se tensó, y luego, de forma abrupta, la grabación se cortó.

—No, no, ¡no!

Reprodujo el vídeo un par de veces más, hasta quedarse dormida.

Se sentía agradecida por el regalo, por haberle visto y escuchado una vez más, pero al mismo tiempo, al hacerlo el dolor se había agudizado, y ni el llanto o los guturales sollozos que emergían de su garganta, le brindaban alivio.

Chris se había ido, ¡estaba muerto!

La comprensión de ese hecho, le era absolutamente insoportable.

Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora