♡ Capítulo 36

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   Se desplazaron hasta la vivienda de la familia Keller. Allí, Emilia dispuso una habitación para Juliette. La muchacha estaba muy débil, por lo que tras comer se volvió a quedar dormida. El doctor Johnson les indicó una serie de cuidados, que debían tomar para ayudarla a recuperarse.

—Hay que desintoxicarla, lo que implica que sufrirá de fiebres y temblores, pero no se alarmen si eso ocurre, transcurridos los días su salud mejorará. No creo que el golpe que sufrió en el accidente automovilístico hubiese sido de la gravedad que Dave manifestó, lo más probable es que se tratase de una contusión leve; aunque para descartar cualquier enfermedad, la voy a remitir con un amigo mío, que es neurólogo.

—Gracias, doc... No me alcanzará la vida para retribuirle lo que ha hecho hoy, por nosotros.

—No me debes nada, muchacho —dijo Erik—. Te ayudé porque era lo correcto, y me doy por satisfecho al saber que Juliette está a salvo. En cuanto a Dave O'Brien, no es el único con influencias en esta ciudad, ¡yo también tengo amigos con poder!...Me encargaré de que sea desprestigiado.

*

   Chris se mantuvo junto a ella esa noche, y durante todo el día que prosiguió, vigilando sus sueños, y observándola con adoración. Cuando despertó, muchas horas después, Juliette pareció confundida, mostrándose aún dudosa de sí aquello era una alucinación más, y él le ratificó que en verdad, estaba allí.

—Soy real, Jules. Estoy aquí, contigo... No te dejaré —expresó, dándole un beso en los labios, que a ella le hizo sollozar, porque le colmó de alegría.

La abrazó, y sobó, por su espalda, con ternura, a la vez que continuaba besándola por sus mejillas.

—No tengas miedo, mi amor. Estás a salvo.

***

   El hombre maduro se encontraba en su escritorio, sentado frente al ordenador; y reflexionó sobre las consecuencias de lo que planeaba hacer. Sabía que la familia O'Brien era muy influyente, eran realeza americana, y que de dar clic y enviar el correo que había redactado, a Caroline Palmer, quien era la editora en Jefe del prestigioso diario New York Times, probablemente tomarían represalias graves en contra de él y tratarían de hacer de su vida un infierno.

Pensó en su esposa y en sus hijos; en lo mucho que le apasionaba el ejercer su profesión. No quería perder nada de eso, ni hacer algo que pudiese destruir a sus seres amados. Pero tampoco podía quedarse con las manos cruzadas, mientras el cerdo de Dave seguía agrediendo a mujeres vulnerables, como lo fuesen Juliette y Amber. Aquel depredador sexual debía recibir un castigo. Era aquella una cuestión que comprometía su ética, su humanidad, y todo lo que hacía a Erik Johnson, ser... él mismo.

Así que esa noche, envió el correo, y días después, cuando recibió la llamada de la periodista, supo que había dado resultado. Un reportaje sería publicado, en donde las fechorías del pediatra quedarían expuestas a la luz; siendo que varias de sus víctimas accedieron a rendir sus testimonios para el periódico.

Tal vez, los villanos como Dave O'brien no acabasen tras las rejas, pero ni todo el dinero del mundo podría reparar el daño causado en su reputación. Siquiera su papi el senador pudo salvarle aquella vez.

—No voy a huir, papá —se resistió—. Cuando no he hecho nada malo... Yo soy inocen...

El senador no le dejó terminar, y le dio una bofetada, que le torció la cara.

—Déjate de majaderías conmigo, Dave —gritó a su hijo—. Que es tu madre quien se traga todos tus cuentos. Yo sé bien la clase de escoria que eres. ¡Una vergüenza para mi estirpe!, un zángano bueno para nada, y un degenerado... desde hace años he tenido que desembolsar dinero para sacarte de los problemas en que constantemente te hayas metido. ¡Pero ya me cansé! No voy a ayudarte esta vez, así que tú decides... o te subes a ese avión que te llevará a Suiza, y desapareces de la luz pública; o tendrás que lidiar con todas esas posibles demandas que habrá contra ti, tras la publicación de ese artículo, y puede que incluso termines en la cárcel.

Tomó ese avión, cómo su padre quería.

Aunque en Suiza pudo seguir derrochando el dinero de la familia, no dejaba de sentirse como una derrota, porque cada vez que alguien lo reconocía en las calles debía lidiar con la mancha de su infamia. No era más aquel doctor respetado e indestructible.


Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora