♡ Capítulo 41

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    Trató de llevar una vida normal, acudía a sus citas médicas en secreto; y aunque el tratamiento que le indicó el doctor Johnson le concedió más tiempo, eventualmente su salud decayó, y no pudo seguir ocultando la verdad.

—Tienes fiebre —dijo alarmada.

Él presentaba síntomas seudogripales, así como escalofríos, y dolores musculares.

—¡Debemos ir al hospital!

—No. Quedémonos aquí —se rehusó, tomándole de la mano—. ¿Ves? Estoy bien, solo te necesito cerca de mí.

Cerró los ojos y se quedó dormido.

Juliette permaneció alerta el resto de la noche, y al amanecer, al ver que su estado de salud no mejoraba, insistió en que acudieran al hospital.

Chris accedió, y un taxi les llevó hasta el establecimiento.

El doctor Johnson estaba de guardia y apenas ver a su paciente, ordenó que lo trasladaran a un cubículo para examinarlo y realizarle varios estudios.

—Se detectó un importante engrosamiento de la pared de tu pelvis y de la totalidad de tu uréter... Ya no podrás marcharte a casa, Christopher. Es necesario que te mantengas bajo cuidados, que solamente aquí podremos ofrecerte —este declaró, y el mundo de ambos colapsó.

—¿Desde hace cuánto lo sabías? —le reprochó ella, al estar a solas.

—Dos meses —admitió—. Lo siento, Jules... Yo no...

Lo abofeteó, desahogándose de ese modo; para después, obrar como una lunática, y besarlo.

—No debiste ocultármelo...Hemos hecho cosas que no debías en tu condición, y hemos perdido tiempo en el que pudiste...

—¿Someterme a tratamientos químicos?, en los que iba a acabar tan agotado que apenas iba a poder levantarme de la cama cada día, ¡y que al final no me iban a sanar!... No me arrepiento de la decisión que tomé, porque estos meses viviendo juntos han sido perfectos, y es algo que me llevaré conmigo cuando todo acabe... el recuerdo de tu rostro cuando te quedas dormida a mi lado, de tus besos al despertarnos, de tu voz al cantar en la ducha mientras yo te preparo el desayuno... Eso es la felicidad para mí —afirmó, abrazándola. Ella se aferró a la tela de su blusa, e inhaló su olor, esa esencia que lo caracterizaba, que era la mezcla entre jabón, perfume y algo más, que tal vez era intrínseco a su piel.

—No hables como si te estuvieras despidiendo de mí. Aún podría aparecer otro donante y...

—Mi amor... si antes mis posibilidades de obtener un riñón eran del 15%, ahora que he sufrido un rechazo, son prácticamente inexistentes. No van a desperdiciar otro riñón sano en mí. ¡Voy a morir!

—¡No! No lo harás, tú no vas... ¡No puedes dejarme! —gritó, quebrándose.

Chris la tomó de la cadera y le estrechó contra su pecho; deseaba sentirla lo más cerca posible.

—No quiero hacerlo, no quiero dejarte; pero, tal vez, yo no tenga opción —expresó—. Voy a deteriorarme y no aspiro a que tú tengas que presenciar todo eso. Ya te he hecho suficiente daño...

—¿Qué cosas dices? No me has dañado de ninguna manera —aseguró Juliette—. Conocerte fue lo mejor que jamás me ha pasado.

*

   Se fue debilitando de forma progresiva.

Tenía días buenos, en los que se mostraba muy positivo, aunque también había días en los que estaba de mal humor, sin ánimos de comer o siquiera abrir las cortinas de la habitación. Pero Juliette siempre encontraba la manera de hacerle reír. Ella nunca se apartó de su lado.

—Hay algo que no te he contado, sobre James (mi hermano mayor) —le confesó—. La noche en que murió, yo me encontraba con él. Fue a buscarme a una fiesta, armó una gran escena y a rastras me subió a su vehículo. Discutimos, nos dijimos cosas crueles de las que me arrepiento, hasta que ese otro vehículo apareció y nos impactó por el lado izquierdo. Mi hermano murió al instante, pero yo sobreviví; y por mucho tiempo, me sentí culpable de lo ocurrido, también me cuestioné el porqué Dios se lo llevó a él, quien era un buen cristiano, y me salvó a mí. No me sentía merecedor de la vida, y me concebía tan perdido; como si me estuviese ahogando en un pozo profundo y oscuro... —Juliette lo atrajo hacia sí, y Chris se mantuvo quieto, acurrucado sobre sus senos, mientras ella le pasaba las manos por el pelo—. Ya no me siento de ese modo, ¡y se debe a ti! Eso es lo más grande que me has concedido, Jules; esta paz que encuentro cuando estoy entre tus brazos.   

Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora