♡ Capítulo 19

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   La familia de Dave era muy rica, asquerosamente rica, y cada año, para limpiar su consciencia (y obtener una rebaja en sus impuestos), celebraban una subasta de obras de arte a beneficio de una fundación, asociada al hospital. Todos los empleados estaban invitados a la gala, y podían llevar a un acompañante. Juliette recibió su invitación esa tarde, que decía en una letra curva muy refinada y de color dorada: "Señorita Rhys + acompañante". La guardó en su abrigo, doblada por la mitad, antes de salir del establecimiento, y encontrarse con Chris a las afueras.

Iba guapo, con su traje de ejecutivo, y esa barba espesa que se había dejado crecer y que le hacía ver más maduro. Ella se echó a sus brazos, y le dio un beso largo, que finalizó cuando los labios de ambos se curvaron para sonreír.

—Uhm... —murmuró Chris relamiéndose la boca, ella se había aplicado lápiz labial, y aunque la sustancia era algo pegajosa, tenía un rico sabor a fresa—. Si sigues besándome así, voy a descartar esa cena que te prometí y me iré directo al sexo.

—¡Chris!

—¿Qué?, si aquí no hay nadie más —rebatió juguetón, sujetándola por la cintura y alzándola un poco para poder deslizar la nariz por su cuello. Juliette suspiró, pasándole las manos por el cabello, despeinándoselo un poco, y se dejó acariciar un ratito más, bajo aquella luz tan tenue, aunque en el medio de una vía principal. ¡Estaba loca!, pero era que Chris le hacía perder la cabeza y portarse como una calenturienta.

Oyeron la sirena de una patrulla de policía, y aunque esta estaba de paso por aquella avenida, de igual manera, el sonido bastó para hacerles recuperar la sensatez. Se apartaron, y presurosos se dirigieron a donde estaba el vehículo de Juliette. Subieron a este, y ella condujo el resto del trayecto hasta el restaurante. Se decantaron por uno que ofrecía comida venezolana, que se estaba volviendo muy popular en el Estado de California, y degustaron aquellas ricas arepas mientras bromeaban, y se contaban algunas anécdotas de su día. Eran felices, porque al tomarse de manos y sentir la proximidad del otro, el mundo dejaba de dar vueltas muy rápido y se detenía; todo les parecía más simple.

Tras saciarse se dirigieron al departamento de Chris, donde él tenía todo un escenario preparado.

—¿Y Buddy? —preguntó Juliette al notar la ausencia del perro.

—Le pedí a mamá que lo cuidara hoy, para que pudiéramos estar a solas.

—No me digas que tu madre sabe sobre esto...

—¿Qué tiene de malo?, ella sabe que te amo.

—Sí, pero... es la esposa de un párroco cristiano, y supongo que no debe ver con buenos ojos el que tú y yo estemos fornicando sin habernos desposado, y yo no quiero darle una mala impresión, que crea que soy una perdida.

—Ella no cree eso, por el contrario, dice que eres maravillosa... Es que, ¿cómo alguien podría no adorarte, Jules? Si eres tan dulce y linda... —le dijo al oído, para después dar inicio a las caricias.

La desvistió, a la vez que ella también lo desnudaba. Las prendas de ambos quedaron sobre el piso del cuarto, dejando un camino que daba hasta el cuartito de baño; que Chris había decorado con velas y pétalos de rosa. Todo era en exceso romántico, y a Juliette le encantó, porque ningún otro hombre había tenido tantas atenciones para con ella. Él le hacía sentir especial, y al pasar sus manos por su cuerpo, al besarla y hasta al poseerle, lo hacía con tanta delicadeza, de un modo que expresaba la inmensidad de su amor. Se sentía intoxicada, de placer y de dicha. Era algo tan sublime, que casi parecía un sueño, pero no lo era. Ellos estaban juntos dentro de aquella bañera, rodeados de agua y entrelazados, siendo uno en cuerpo, como ya lo eran en sus sentimientos.

Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora