♡ Capítulo 25

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  Dave era astuto. Sabía cómo hacerse el buenecillo, y aparentar que no pretendía generar un daño al decir algo verdaderamente perverso. ¡Y claro!, poseía una cara bonita que le ayudaba a tales propósitos; su apariencia generaba confianza en las otras personas, así como su tono de voz, que era suave, muy templado.

Era de la más peligrosa clase de villano, porque lograba meterse en tu vida, ganarse tu total confianza y envolverte en su red de manipulaciones.

Juliette no había sido su única obsesión, solo era la más reciente. Un nuevo antojo que tenía, porque se le había hecho difícil el conquistarla. Constituía un desafío, y el doctor no aceptaba que algo se le negara. Por culpa de su crianza privilegiada, era un narcisista caprichoso, con grandes ínfulas de superioridad, que creía merecérselo todo.

Hubiera preferido que Sophia hiciera el trabajo sucio por él, pero la muy... ¡Estúpida!, se negó a hablar con Juliette, así que debió hacerlo el mismo. Lo hizo con sutileza, al apartarla del resto de enfermeras.

—Dave, ¿qué sucede? —le había preguntado, puesto que le había resultado muy raro, el que este la llevase a esa área apartada del hospital.

—Tengo algo que decirte, y créeme que no es algo fácil para mí, te aprecio mucho y no quiero herirte, pero, por eso mismo, decidí decírtelo Juliette, porque es mi deber como amigo el protegerte, y no puedo tolerar que te estén viendo la cara de tonta —expresó con dramatismo, antes de mostrarle la foto que Sophia le había facilitado, así como los mensajes que ella había intercambiado con la enfermera que trabajaba en la clínica de fertilidad—. ¿Conoces a esa mujer?

—Sí, es la jefa de Chris... Tiene que haber una explicación para esto —rebatió, de un modo muy calmado, y eso no agradó a Dave, quien esperaba una reacción más violenta de parte de ella. Sin embargo, él se esforzó por no manifestar su decepción. «Su momento ya llegaría», se dijo a sí mismo.

Tras hablar con Dave, Juliette se dirigió a Sophia. Quien le confirmó la veracidad de las imágenes que el pediatra le había mostrado, aunque a diferencia de este, no se apresuró a condenar a Christopher.

—Lo lamento, yo debí ser quien te lo dijera... Es que no tuve el valor, porque ya la cagué una vez y no quiero volver a separarlos. Además, creo que puede tratarse de un malentendido. En estas fotos Chris solo está dando un abrazo.

—Un abrazo muy efusivo —rebatió Juliette, desahogándose con ella—. ¡Estoy enfadada!, pero tienes razón, debo calmarme y escuchar su versión de los hechos porque... ¡Las emociones no mienten, Sophia!, y cuando Chris y yo estamos juntos, yo me siento amada. ¿Sabes lo que es eso? El encontrar un amor que no se expresa únicamente con sexo, sino que se manifiesta con sus palabras, con sus acciones, con su forma de mirarme... No, ¡no pudo tratarse de una mentira!

No logró hablar con él ese viernes, puesto que tenía guardia en el hospital. Le envió varios mensajes de texto por la noche, pidiéndole verse el sábado, mensajes que él, extrañamente, no contestó, pero la mañana siguiente, tras salir del establecimiento, subió a su vehículo, y condujo al domicilio de su novio.

El chico de la recepción ya la conocía, y le dejó ingresar sin necesidad de firmar el registro de visitantes. Juliette aguardó para subir al ascensor un par de minutos, compartiendo el espacio con otras dos personas, y cuando las portezuelas del ascensor se separaron en el piso que ella había marcado, su corazón se aceleró, como una anticipación de lo que se avecinaba, puesto que de algún modo su cuerpo lo supo antes de que la puerta del departamento se abriese.

—Oh... —expresó Katlyn, tratando de ajustarse la prenda que cargaba puesta y que solo le cubría hasta los muslos. Ella tenía encima una de las camisas de Chris, de las de cuadros que tenían botones al frente, iba descalza y además tenía el cabello recogido en un moño descuidado, de esa forma en que la propia Juliette se lo amarraba tras tener una noche muy agitada—. No sabía que vendrías... Pasa adelante —le dijo, comportándose como si la intrusa fuese ella.

Buddy ladró, emocionado, al advertir su esencia, pero el canino estaba amarrado, y no pudo acercársele.

—¿Dónde está Christopher? —manifestó, con altivez, no dejándose amedrentar.

—Salió por comida, es que no había nada decente que desayunar en la nevera —explicó Katlyn, y después le habló con un tono condescendiente—. Me siento tan avergonzada contigo, no quería que te enterarás de este modo.

—¿Enterarme de qué precisamente? —refutó Juliette, y la mujer rubia se sonrió de un modo que era malicioso.

—De que estamos saliendo.

—Eso no es posible... Christopher jamás me haría eso, ¡él me ama!

—Yo me casé amando a mi esposo, pero eso no me impidió enamorarme de Christopher. Es parte de la vida, linda... La gente cambia y sus afectos también. Tú y él ya no están en la misma sintonía, mientras que él y yo... Funcionamos perfectamente, en la cama y fuera de esta. Así que te sugiero que lo aceptes y te ahorres una humillación, porque ambas sabemos que una mujer como tú... —La miró como si fuese un insecto—... No puede competir conmigo.

Juliette no controló el modo en que se movió su mano, la abofeteó, porque se lo merecía la muy infeliz, por atreverse a hablarle de una manera así de irrespetuosa. Luego, se fue de allí; más no se dio por vencida. No iba a creerse nada, hasta tanto no escuchase una confesión de los propios labios de Chris. 


Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora