Chris - El Adiós

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   Él estuvo allí, en ese cementerio, y le fue liberador, saber que Juliette finalmente se sentía lista para continuar con su vida, y que no lo necesitaba, porque ahora existía otro hombre. Que estaba a su lado y, en adelante, la iba a proteger.

No concibió celos hacia Jake Hadaway, porque en su estado, siendo un alma, ya libre de las ataduras de la carne, no era capaz de albergar sentimientos oscuros, como la envidia o el enojo. Más sí, seguía sintiendo amor; dulce y abrumador, hacia ella, y por sus otros seres queridos, que lo colmaba por entero, otorgándole gran alegría.

Se sentía afortunado de las experiencias que se le habían concedido. De poder pasar de la infancia a la adultez, para equivocarse, y también aprender de esos errores.

Juliette...

Anheló poder tocarla una última vez.

Solo esa vez...

Se aproximó a donde ella estaba sentada, y extendió sus dedos para alcanzar las hebras rojizas de su cabello.

¡Logró sentirlo!, y los ojos se le colmaron de lágrimas.

¿Cómo es posible que un muerto pueda llorar?

Entonces, escuchó aquella voz, tan familiar.

—¿James? —Tuvo recelos, y por eso, se mantuvo quieto, sin girar su cabeza.

—Sí...

—¿Por qué tardaste tanto? —le reprochó, siendo que llevaba 5 años, vagando por la tierra, sin ser parte de los vivos. Aunque pudiendo verlos, y escucharlos.

—Porque no estabas preparado.

—¿Y ahora lo estoy?

—Bueno, eso solo puedes saberlo tú, Chris —bromeó él—. ¿Deseas cruzar al otro lado?

Le costaba desprenderse; porque sabía que entonces ya no podría estar al tanto de lo que sucedía con sus seres queridos.

Le gustaba visitarlos, y manifestarse, a través de animales.

Había estado allí para presenciar la boda de su hermana, así como el nacimiento de su sobrino.

—No quiero abandonarles, a mamá, y a Maggie...

—Seguirás con ellas de cierto modo, ¡así cómo aún lo estoy yo!... Verás, dejamos estas marcas. Invisibles, pero permanentes en las almas de las otras personas, a través de cada momento que con ellos compartimos, en esas risas y besos, en las largas charlas, también en los disgustos... ¡De eso se trata este viaje! Esa es la única misión.

Chris se giró, sorprendiéndose al ver la figura de James.

Este lucía muy joven, y apuesto, como lo fuera a sus 18 años, y tenía las mismas zapatillas converse, y aquella playera de color amarillo, que había usado la noche del accidente.

Quiso pedirle perdón. Se sentía aún responsable de su fallecimiento.

—Ese era el modo en que las cosas debían suceder –expresó James.

—Pero, si yo no hubiese ido a esa fiesta, si no me hubiese drogado, tú nunca hubieras...

—Ese era mi destino, y lo alcancé, tal como tú alcanzaste el tuyo antes de dejar tu cuerpo. –Extendió su mano hacia él, y le sonrió—. Ven conmigo, hermano... No hay nada a lo que temer.

Volvió a voltearse, para ver a Juliette; y presenció como esas mariposas se manifestaron, envolviéndola.

¿Fui yo quien las invoqué?

La vio reír; con sus ojos aún humedecidos, pero teniendo una expresión dulce, ¡de esperanza!, en su rostro.

—Hasta siempre, Chris —la escuchó decir.

—Hasta siempre, Jules... Mi amor —pronunció, para después aferrar la mano de su hermano, y marcharse junto con él. 


Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora