Epílogo

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  Años después...


    No sabía qué le ocurría, pero al acercarse la boda se vio embargada por una intensa nostalgia. Recuerdos que había creído enterrados, estaban emergiendo con fuerza, en sus sueños, y a veces estando despierta, la mente le jugaba malas pasadas. Las voces de otros hombres le recordaban a la de él, y hacía unos días, cometió la tontería de confundirlo con un joven que vio en la calle.

Christopher estaba muerto, desde hacía muchos años. Ella había aprendido a vivir con el dolor de su perdida, para seguir adelante, y darse la oportunidad de ser feliz con su prometido, a quién amaba, muchísimo.

Jake era todo lo que ella había deseado. Un hombre grande, de fuerte musculatura, pero gentil en su forma de tratarla. La hacía sentir como una princesa, y ella lo admiraba, por el coraje que demostraba en sus labores como policía, así como por lo buen padre que era para con Evelyn, su niña.

Ellos le habían concedido una familia, y un hogar al que sentirse bienvenida.

«¿Qué carajos pasa conmigo?», se reprochó, al ser acometida con un ataque de llanto.

—Jules, ¿qué te sucede? —dijo Jake al percatarse de su aflicción—. ¿Es por la boda?... Acaso, ¿te has arrepentido?

—No, por supuesto que no... Es que si él estuviera aquí, sé que se mofaría de mí, y luego me diría: ¿qué coño estás haciendo con tu vida, Jules? Vas a casarte con el hombre de tus sueños, deberías estar bailando descalza por la calle, y no llorando en los rincones, por un difunto —reveló, desahogándose.

—Hablas de tu ex, ¿cierto? Te sientes así porque... ¿Quisieras que fuera él y no yo, quien se casase contigo?

—¡No! Jake, no. —Lo tomó de las manos—. Yo estoy completamente enamorada de ti, y ser tu esposa, es lo que más anhelo... Pero también siento culpa, porque Chris murió amándome con todo lo que él era, y aquí estoy, a tan solo 5 años de su partida, a punto de casarme con otro hombre. ¿Qué hay de esas promesas que le hice cuando estábamos en el hospital? ¿Cómo es qué un amor que parecía ser eterno llegó a su fin? Siento que lo he traicionado. Y es tan masoquista y estúpido, ¡me estoy saboteando a mí misma!, y poniendo en riesgo lo que en este momento es lo más importante para mí. —Ella pegó su frente de la de su prometido, y cerró sus ojos—. Como lo eres tú, y Evie.

Jake trató de ponerse en su lugar, y ser compasivo. No obstante, los celos le ganaron.

¡Sí!

Estaba ardiendo de celos, por ese otro... Que estaba muerto.

Tal vez, era ese el motivo por el que competir contra Christopher Keller fuese tan duro, porque no estaba enfrentándose a un ser viviente, capaz de poseer imperfecciones y de equivocarse, sino contra lo que era un recuerdo atemporal y romántico.

En la mente de Juliette, él siempre iría a ser guapo, gracioso y encantador. Jamás iba a envejecer, ni a cometer ningún acto que pudiese desmerecerlo ante sus ojos.

¿Cómo podría prevalecer sobre eso?, cuando ya bastante esfuerzo le había tomado el lograr que ella le abriese su corazón, y le permitiese cortejarla.

Puede que los otros hombres se hubieran podido conformar con las migajas, pero él no fue capaz. ¡Lo quería todo de ella!, porque de igual modo se le había entregado.

—Tú eres el amor de mi vida —le aseguró con fervor—. Y por eso, no puedo compartirte con él. Si vamos a hacer esto, Jules, si vas a convertirte en mi esposa. Tienes que dejarlo ir.

***

    Jake le concedió un par de días para pensar las cosas, y Juliette decidió viajar a San Francisco.

Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora