Sus ojos se abrieron, y Juliette trató de racionalizar sobre le ocurría; pero no le era fácil, siendo que había pasado los últimos días bajo el efecto de las drogas que Dave le había suministrado, y no distinguía entre la realidad y las alucinaciones que estas le provocaban.
La cabeza le dolía, y sentía una sequedad terrible en su garganta, también hambre, porque la habían estado alimentando únicamente por vía intravenosa. Trató de mover sus brazos y piernas, pero no tuvo fuerzas suficientes para levantarse de la cama; más, sin embargo, notó que le habían cambiado de ropa y bañado recientemente; puesto que sus cabellos aún estaban húmedos.
Tuvo miedo, al pensar en lo que su captor pudo hacerle, mientras la mantuvo narcotizada.
«¡No!
Dios, no»
Su pálpito se aceleró, y eso, provocó que las maquinas en el cuarto hicieran mucho ruido.
Peleó contra la droga que le corría por las venas, y trató de levantarse de esa cama, para así escapar. No obstante, no logró mantenerse en pie, y acabó desplomándose sobre el suelo; entonces se hizo un ovillo, y se echó a llorar. Se sentía desesperada e indefensa.
Tal vez había sido una coincidencia, o realmente fuese Dios quien había escuchado sus súplicas, pero minutos después, la puerta se abrió.
Creyó que se trataría de Dave, por eso, siquiera se molestó en mirar al hombre que entraba a la habitación; sin embargo, cuando sintió sus brazos a su alrededor, y su característico olor le embriagó las fosas nasales, la piel de ella se erizó, y en su corazón lo supo con certeza. ¡Qué estaba a salvo!, porque Christopher Keller estaba allí.
—Dime que eres real, que no me lo estoy imaginando.
—Soy real, mi amor —contestó, tocándole el rostro—. He venido para sacarte de aquí.
La tomó en brazos, y besó su frente; debían apresurarse antes de que alguno de los guardias les notase.
La sacó al pasillo, moviéndose con sigilo; el doctor Johnson les esperaba a pocos metros de distancia, ya que se quedó custodiando la puerta que daba acceso a las escaleras de emergencia.
Estaban cerca, muy cerca de la salida, o eso creyó, hasta que ese maldito pediatra se personificó, y no estaba solo, siendo que una enfermera rubia le acompañaba.
—Se ha acabado, Dave. Nos vamos de aquí.
—Esto se acaba cuando yo lo diga. Además, ¿no te das cuenta del daño que le haces? La condición de Juliette es delicada, y solamente aquí podemos brindarle los cuidados que necesita para sobrevivir.
—¡Ella no necesita de tus cuidados!, y cuando la policía se entere de lo que le has hecho, de las mierdas que le has estado inyectando para mantenerla sedada, de cómo falsificaste su diagnóstico... ¡Te vas a podrir en la cárcel! —respondió Chris, pero Dave no tomó ninguna de sus amenazas en serio. Se consideraba intocable, al ser miembro de la élite americana; nacido dentro del círculo social más alto, donde el poder estaba en sus manos, y nada le era prohibido.
—Me das pena, Christopher. Con tu patético idealismo, ¿realmente crees que la policía va a ir contra mí? ¡Las personas como yo no terminan en la cárcel!, eso es solo para los afroamericanos, los inmigrantes, y la basura blanca como tú...
Quiso golpearlo, e incluso lamentó el no haber traído esa arma consigo, porque de ser así se la hubiera descargado al hijo de perra en la cabeza. No obstante, no fue él quien le dio su merecido, sino el doctor Johnson, quien le profirió un puñetazo en la mandíbula, y luego, la enfermera rubia se desquitó también, al darle al bastardo una patada en sus genitales.
—¡Me lo van a pagar! —gritaba, desde su posición en el piso, donde quedó tirado—. Tú y la puta de Amber... Ambos perderán sus empleos por esto.
—Has lo que quieras, idiota. ¡Pero ahora mismo nos largamos! Ven muchacho —declaró Erik, dirigiéndoles a las escaleras; pero Amber sugirió que tomasen el ascensor, ya que ella tenía una llave de acceso al compartimiento. Aunque los dos robustos hombres que Dave había contratado para custodiar el área les vieron, no interfirieron. Por lo que, pudieron marcharse.
—Lo siento tanto, por colaborar con él... ¡Yo tenía miedo! Dave es un hombre malo —confesó Amber, y Erik supo detectar que había sido víctima de abuso físico.
—Debes denunciarlo por lo que te ha hecho.
—¿Para qué? Usted mismo lo ha escuchado; su padre, el senador O'Brien, lo protege, y eso, lo hace intocable en esta ciudad. ¡Mierda! ¿Qué voy a hacer ahora?, este trabajo lo era todo para mí.
—Encontrarás un nuevo empleo. Yo te ayudaré —expresó, tomándola de las manos.
—Gracias, doctor. Muchas gracias.
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Todo lo que quiero, eres tú
RomanceChristopher Keller es un hombre enfermo de gravedad, que guarda profundos arrepentimientos. A pesar de necesitar un trasplante de riñón para salvar su vida, las probabilidades de encontrar un donante compatible parecen cada vez más escasas, y él se...