♡ Capítulo 38

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   Al esperarla en el aeropuerto, llevaba consigo un ramo de flores; tulipanes de color rosa.

Juliette sonrió al notarlo y corrió hacia él, imitando a una de esas tantas películas románticas que había visto en su vida.

Se colgó a su cuello, y le dio un beso arrebatado, que lo sorprendió, puesto que, desde lo sucedido con Dave, no le había prodigado tal pasión.

«¿Qué le había ocurrido en Nueva York?», se preguntó, a la vez que pasaba los dedos por entre su melena rojiza, que, ahora, le caía sobre los hombros en un corte de pelo, al estilo bob. La encontró preciosa, y no dudó en decírselo. Ella se rio al escuchar sus halagos, sonrojándose con adorable pudor, y volvió a besarla en la boca, invadiéndole con su lengua, y sintiéndola estremecerse entre sus brazos.

Después, salieron de aquel lugar.

Su padre le había prestado su vehículo, y en este se trasladaron hasta el apartamento de Juliette. Eran finales de la tarde, y vieron el sol despedirse, y dar paso a la luna mientras atravesaban las inclinadas calles de la ciudad de San Francisco.

Una tonada vieja resonaba a través del reproductor musical, de Alanis Morissette*, quien cantaba sobre grandes ironías, y Chris se cuestionó: «¿no es acaso la vida una ironía en sí misma?»

Juliette recostó la cabeza sobre su hombro derecho, y él puso uno de sus brazos alrededor de su cintura; le gustaba sentirla de ese modo, concibiéndola cálida y abrumadoramente tierna; así como el que su delicioso perfume se expandiese por todo el automóvil. Le embelesaba el olor que ella tenía, también sus sabores, ¡todos ellos! Desde el que tenían sus besos, hasta el que provenía de su núcleo íntimo.

Sus pensamientos se volvieron lujuriosos, y al estar solos en el departamento, descubrió con regocijo que ella también se había excitado.

—Deseo que hagamos el amor.

Se despojó del suéter de casimir, para exhibir la camiseta blanca de tirantes finos que había usado debajo.

—Jules... —contestó Christopher con dudas, porque ya lo habían intentado varias veces antes, y todas habían terminado con ella sufriendo un ataque de pánico, y gritándole que no la tocase más.

—¡Estoy lista! No lo estaba antes, pero, sí lo estoy ahora —ratificó, acercándose para acariciarle el rostro por sobre su barba copiosa, mientras le sostenía la mirada.

—¿Qué ha cambiado para que te sientas así?

—Estando en Nueva York... Recordé aquella vez en que te pusiste a bailar en el medio de Times Square, y cómo yo me enojé, y te pedí que dejases de hacer tal escándalo porque todas las miradas de la gente estaban sobre nosotros. Ese día tú me dijiste que dejase de preocuparme por las opiniones de los demás, y que apreciase la maravilla de aquel momento, porque "el aquí y el ahora" era todo lo que verdaderamente contaba. ¡Tenías tanta razón! Ese recuerdo fungió como una epifanía, me hizo comprender que debía de dejar de aferrarme al pasado, a todo lo horrible que me ocurrió, y decidí que no quería desperdiciar ni un solo pensamiento más en la basura de Dave O'Brien, y que no iba a permitir que él me privase de la alegría de vivir... ¡De la alegría de amarte! —Se ubicó sobre él, con ambas piernas alrededor de su cadera—. Chris, tú me has concedido tantas cosas buenas, y me has tratado de la forma más dulce... ¡Me enamoré de ti, por eso! Por ser un buen hombre, y confío en ti. Sé que jamás me harías daño.

La besó cuando terminó de hablarle, estrechándola con ansias. Se desvistieron el uno al otro, y acabaron uniéndose sobre la alfombra dispuesta en el suelo, entre movimientos cadenciosos y sonidos sensuales; derrochándose en el penetrante goce, para reencontrarse en aquel delirio final, en que estallaron a la vez.

¡Qué bello era el sexo!, cuando implicaba algo más que una coalición de cuerpos, cuando el alma de los amantes también estaba involucrada en el acto.

Chris se sintió afortunado de poder experimentar tal milagro, de haber podido entregarse a una mujer de aquel modo tan íntimo.

—Te amo, Juliette. Te amo... —dijo al abrazarla; sus ojos se habían humedecido por la agudeza de su culminación, y se concebía extenuado por el esfuerzo físico, pero al mismo tiempo, abrigó satisfacción, y paz. ¡Cuánta paz!

*

   Pasaron el resto de aquella noche juntos, y gran parte de la mañana siguiente. Se dieron el gusto de hacer el amor un par de veces más, en la cama y también en la ducha.

Juliette había estado fuera de la ciudad por varios días, y no tenía ningún alimento dentro de su refrigerador, por lo que decidieron salir del departamento. Se desplazaron a pie, disfrutando de la caminata mientras se mantenían cogidos de las manos, y entraron a una cafetería, donde pidieron dos copiosos desayunos. Se sentían felices, porque todo se percibía simple.

Chris se permitió perderse en aquel sueño, se negó a pensar en sus achaques, y en lo que estos podrían conllevarle. Estrechó los dedos de la mujer que adoraba, y continuó mirándola a los ojos, mientras ella hablaba sin parar; de cosas que había descubierto en su viaje a la Gran Manzana, también de las que deseaba para su futuro.

—No tienes que vivir con tus padres... Hay suficiente espacio en mi departamento para los dos, y con el dinero que el hospital me va a pagar como compensación por las negligencias que cometieron en mi caso... Podremos sostenernos sin problemas por un par de meses, los suficientes para que consigas un nuevo empleo.

—Es un paso importante, Jules —rebatió él, con nerviosismo.

—¿Quién te entiende, Christopher Keller? Estuviste pidiendo insistentemente que me mudase contigo, y ahora que soy yo quien te lo propone, te acobardas.

—No es por cobardía.

—Entonces, ¿por qué dudas?

No quería lastimarla, esa era la razón.

Sabía que, si dejaba que avanzaran más en su relación, entonces ella no iba a poder superar aquella perdida jamás. «¡Mierda!» Allí estaban otra vez las inseguridades, ¡y el miedo!, el maldito miedo de ser una bomba a punto de detonar, y destruir todo lo que le estuviese cercano.

—¿Por qué nunca me has preguntado sobre cuál fue la causa de mi despido?

—Porque sé la respuesta... —rebatió ella—. Esa bruja intentó seducirte, y cómo tú la rechazaste, decidió desquitarse contigo. Te despidió, y ha estado usando sus influencias para sabotear tu carrera. ¿Cierto?

—No debí fiarme de Katlyn Reed.

—No es tu culpa lo que pasó. Así cómo no fue mi culpa lo que Dave hizo... Son personas malas, que intentaron hacernos daño, mi amor...Pero no lograron separarnos.


Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora