♡ Capítulo 7

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   El funcionamiento de sus riñones se había reducido gravemente y sus otros órganos internos también estaban deteriorándose. Sufría de un intenso dolor óseo y le costaba mantener la concentración durante el día, porque siempre se sentía cansado, pero esas pequeñas visitas que recibía de Juliette eran un bálsamo para su cuerpo estropeado.

Ella no aparecía todos los días, porque le era dificultoso el acceder a aquella área tan restringida, pero cada vez que podía, persuadía a Sophia para que le ayudase y pasaba un par de minutos con él.

A veces siquiera hablaban, permanecían tomados de manos y mirándose; ambos con el corazón desbocado y esos sentimientos que urgían por manifestar. Aunque se amaban, ninguno se atrevía a decirlo en voz alta; por miedo, a sufrir y a hacer daño. A ilusionarse con algo que parecía que llegaría pronto a un fin.

Juliette lloraba cada noche por él, y rezaba por él, clamando por un milagro, por un poco más de tiempo. A ratos se enojaba, le daban ganas de gritar y dar golpes a todo lo que tenía al frente, porque era injusto, ¡tan malditamente injusto!, y nada de lo que hiciera podría remediarlo. Todo estaba ahora en manos de Dios.

Entonces, recibió una buena noticia. Las muestras hechas a la sangre de Chris fueron favorables, sus valores eran normales. Los médicos decidieron que ya no requería de cuidados intensivos, y que podría volver a su habitación anterior, la número 24. Eso les facilitó las cosas, y les permitió prolongar sus encuentros.

—¿Cuál es tu segundo nombre? —le preguntó él.

—No quieres saberlo. Es horrible —contestó Juliette.

—¡Anda! ¿Cómo puedes negar el deseo de un hombre moribundo? —dijo en broma, pero ella no le encontró gracia. Se enfureció y acabo gritándole.

—¡No hagas eso! No bromees sobre la muerte —le pidió.

—¿Por qué no?

—¡Porque no puedo tolerarlo! La idea de que puedas morir, de no volver a verte, me hace sentir... —admitió, quebrándose.

—¡Hey! No llores, hermosa. —Chris la envolvió con sus brazos—. Lo siento.

Juliette aferró la tela de su camisa con sus puños, y apoyó su rostro sobre el pecho masculino. Él olía muy bien, a jabón, y su cercanía la reconfortó.

Chris se emocionó, le pasó las manos por el pelo y luego, apretó sus labios sobre la frente de ella.

No podía contenerse más, necesitaba confesarse, que Juliette supiera que lo tenía loco de amor, tan enamorado como no lo había estado nunca, porque todo lo anterior había sido mera calentura, mientras que aquello, lo que ella le despertaba era algo bonito; tan sublime que a ratos se le humedecían los ojos porque le abrumaba.

—¿Sabes qué fue lo que pensé segundos antes de que mi corazón se detuviese? ¡En ti! Y rogué a Dios, le supliqué que me concediera más tiempo para estar contigo, para... —Chris contorneó la forma de su boca con el pulgar de su mano derecha. Tenía los labios de una muñeca, así de carnosos, suaves y naturalmente rojos. Eran una tentación irresistible y él se inclinó para besarlos. Juliette le acarició la nuca y él sintió un escalofrío. Ella entreabrió la boca y él le exploró con su lengua. Sus alientos se mezclaron, fue eléctrico para ambos. ¡El beso perfecto!, ese que te estremece todo el cuerpo y te deslumbra la mente. Que te lleva a la luna, y que, aun después de terminar, te impide poner los pies en la tierra, porque todavía sigues flotando.

—Antoine... —le susurró—. Mi segundo nombre es Antoine.

*

    Sophia se dirigió a la habitación 24 del área de cuidados paliativos. Por instrucciones del Dr. Johnson el paciente debía ser dializado, y ella se encargaría de trasladarlo hasta la máquina de hemodiálisis. Al entrar al cuarto, presenció un íntimo momento entre este y Juliette, otra enfermera.

Todo lo que quiero, eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora